El PUEBLÍN SOMETIDO
Un clásico de tantas películas.
Érase un pueblín del oeste cada día más desértico. Pudo localizarse en el mapa tan sólo por el empeño del gran especialista cósmico, el Zapatero del lugar.
Desde hacía años sus atolondrados habitantes vivían bajo la tiranía del terrible Peter Sánchez y su despiadada y enorme banda. Los habitantes habían ido perdiendo su proverbial alegría, su camaradería, su solidaridad, su espontaneidad. Su sana convivencia la había quebrado el malvado Zapatero, el único espíritu oscuro del lugar. Odiaba su oficio, detestaba a sus vecinos. Creía ser llamado a altísimas misiones místicas de universal dimensión. Su dolorosa frustración había hecho de su alma un centro corruptor, insidioso, envidioso y destructivo. Cuanto daño pudo, lo hizo. Como tampoco le adornaba la valentía, tiempo atrás había entrado en contacto con la terrible banda de Peter Sánchez.
Era Piter un verdadero y viejo prototipo de los galanes perversos que Hollywood usaba como protagonistas en películas de éste tipo de pueblecitos del oeste mordidos por el desierto: alto y delgado, bien proporcionado, con una cadencia musical en sus andares, y, ¡cómo no!, con la faz adornada de cicatrices, frio y cruel.
El Zapatero convenció pronto a Peter de que se hiciera con el mando del pueblín. Y ¡ya creo que lo hizo!: suprimió cuantas costumbres le molestaban, impuso duras normas de comportamiento hasta en los menores detalles de la vida del pueblo, enalteció a los vagos, persiguió a los más sabios y sacrificados emprendedores, elogió a los más malos, cerró la cárcel para los malhechores pero la mantuvo para los más humildes que se resistían a respirar bajo su bota, agravió a las mujeres. No era inteligente pero sí enormemente atrevido y perseverante, con una estima personal más que formidable, formidabilísima. En fin, entre el Zapatero y él fueron imponiendo un sistema de esclavitud aprendido de famélicos pueblos caribeños. ¡Qué gozada: someter a un pueblo de indolentes a los caprichos y ocurrencia de todas sus bandoleras y bandoleros!
El pueblín menguó no sólo en buena convivencia sino también en bienes para su sustento. La carrera del deterioro resultaba imparable.
Pero por la noche, aprovechando los descuidos que proporciona la soberbia, varios vecinos se reunieron dispuestos a acabar con semejante tiranía. Desde luego los hubo partidarios de las más contundentes, violentas y terribles acciones. Afortunadamente se impuso el parecer de la mayoría: había que “botar” del pueblo a Peter y a su banda pacíficamente. ¡Y ya buscarían a otro Zapatero con las meninges en mejor estado!
Decidieron utilizar unas armas incruentas inventadas en la antigüedad clásica: ¡las urnas y unas papeletas donde escribir el nombre que a cada quien pareciese más propicio para desterrar a los tiranos, el voto!
Amigos, ¡ya están disponibles las urnas y las papeletas! ¡A por ellos!
23 de julio de 2023
CM
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