martes, 11 de julio de 2023

 EL DEBATE SÁNCHEZ-FEIJÓO

 

 


 

Sánchez, aún presidente del gobierno y aspirante a renovar mandato está muy satisfecho de cómo le fue el debate televisivo del 10-7-23. “Se clarificaron muchas cosas. Quedó meridianamente claro que quien tiene un proyecto de país de presente y de futuro es el PSOE. Soy un político con convicciones, soy un político con determinación, soy un político que escucha, pero también que responde ante las falsedades. El señor Feijóo sólo presentó una montaña de mentiras. El 23J está en juego si España continúa avanzando o nos metemos en un túnel tenebroso”.


Creo que Feijóo tan sólo ha comentado “¿para que le sirvió a Sánchez encerrarse cuatro días para preparar el debate?: para nada”

 

Es conocida mi antipatía personal hacia Sánchez. Por sus maneras de proceder, por sus muecas despectivas hacia los demás, por sus andares balance-chulescos. De él siempre me llegó su prepotencia, su soberbia, su ausencia de fiabilidad. En fin, alguna de las características que más puedo despreciar. Por tanto, cualquier opinión mía sobre cualquier tema que concierna a Sánchez está viciada y tiene el valor del enjuiciamiento adulterado.

 

Durante los tres últimos años laborales, nada más entrar en mi despacho, podía leerse: “La soberbia es el principio de la derrota”. La alta dirección del “grupo empresarial” (nunca fue tal, sino una fórmula puramente técnica, aunque legal, de incrementar irracionalmente el patrimonio personal de sus dueños), en el que encasillaron a trompicones a la empresa en que yo trabajaba; esa alta dirección, se impregnó hasta los tuétanos de una soberbia formidable. Desgraciadamente el principio se fue cumpliendo inexorablemente y hoy afronta la derrota final.

 





Pues bien, en el debate político entre Sánchez y Feijóo tuvo un papel muy definitivo la soberbia del actual presidente. Se trata de un pecado capital enormemente destructivo que hace creer a quien la padece disponer de una situación de superioridad o privilegio sobre los demás. Inevitablemente lleva a perder pie con la realidad e ir creando otra ficticia que se convierte en la que efectivamente termina viviendo el enfermo vanidoso.

 



Sánchez se mostró agresivo (como generalmente suele) con su supuesto interlocutor. 

Ya no está (si alguna vez lo estuvo) capacitado para escuchar.

¡Claro que miente compulsivamente!, siempre que lo estima necesario, pero efectivamente, en su mundo, son simples cambios de opinión.

Es persona sin convicciones (o tiene tantas, tan diversas y opuestas como estime para su mejor interés).

Carece de un proyecto de país (o tendrá tantos como le vayan marcando los aconteceres).

 

Ese tremendo perfil psicológico planeó sobre todo el falso debate. Sánchez está totalmente incapacitado para debatir porque no puede reconocer en el interlocutor a un igual. Y, por tanto, está totalmente alejado del espíritu democrático (Feijóo se lo indicó y él se paralizó desconcertado).

 



Feijóo me dio la imagen de persona seria, capacitada y abierta al pacto. Tuvo que asumir sin inmutarse que las alucinaciones de su oponente le confundieran con Abascal. Fue creo yo algo más que una simple treta de mangoneador.

 

No vi, en absoluto, un debate democrático. Escasísimas fueron las intenciones manifestadas para el próximo futuro de los españoles que no fueran barbaridades increíbles (construcción de cientos de miles de viviendas asequibles, por ejemplo). Disparatadas referencias sin embargo ¡a la guerra de Irak!

 

Me temo que el destrozo realizado en las instituciones, los espacios invadidos por los interminables tentáculos de La Moncloa, no podrán resolverse en un suspiro. El PP debe ganar las elecciones y no desperdiciar un minuto en ponerse a trabajar por todos los españoles.

 

 

 

11-7-23

 

CM

 

 

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