PEGASO
INICIO, FULGOR Y CAÍDA
PEGASO ha sido adquirida por el grupo automovilístico Tata, de la India.
Recién terminada nuestra guerra civil, España era un país devastado. Millones de muertos y mutilados, pueblos y ciudades semidestruídos, una retrasada agricultura y una industria prácticamente inexistente ofrecían un aspecto desolador. Se añadía a ello un brutal aislamiento internacional, con las principales naciones del mundo implicadas en la conocida como segunda guerra mundial.
El objetivo del gobierno español fue que una sóla empresa fabricase los camiones, autobuses y vehículos militares que el país necesitaba. Para ello, en primer lugar, adquirió la fábrica, productos, proyectos y patentes de la empresa Hispano-Suiza a través del Instituto Nacional de Industria en 1946, dando lugar a la empresa ENASA que fabricó con la marca PEGASO. Hispano-Suiza fue creada por españoles en 1904 y tuvo un importante desarrollo y prestigio con la fabricación de automóviles de lujo y motores para aviación, embarcaciones, transporte y bélicos.
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Hispano-Suiza 66-G |
El primer vehículo de PEGASO fue fruto de la modificación de un camión de Hispano-Suiza, el 66-G, que dio lugar al PEGASO I. Por las carreteras españolas comenzaron a circular los que pronto fueron enormemente populares PEGASO.
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CIUDAD PEGASO |
Muestra de la enorme importancia para la industria española fue la creación por ENASA de la “Ciudad Pegaso” formada por la construcción de viviendas para los trabajadores con alquileres irrisorios. Fue creciendo y transformándose en la “Colonia PEGASO”, con instalaciones deportivas, cines, lugares de ocio, piscinas, médicos, iglesias y zonas verdes.
Finalizando el franquismo comenzó la caída de la empresa por la pérdida de recursos financieros e industriales y el correspondiente quebranto de prestigio. Con la entrada en la Comunidad Europea el Estado dejó de mantener ENASA, lo que, unido a la entrada de nuevos competidores, terminó en la venta de la importantísima empresa a la firma italiana Iveco en 1989. Con ello, la dilución de la marca PEGASO fue inapelable. Los inquilinos de las casas de Ciudad Pegaso pasaron a ser propietarios de las mismas.
PEGASO desarrolló también automóviles superdeportivos, compitiendo con Ferrari. Entre 1951 y 1958 vendió el icónico y exclusivo modelo “Z-102” (motor V8 delantero, 3.200 cc y transmisión de 5 velocidades con tracción trasera y 350 CV). En 1958 batió el récord mundial de velocidad alcanzando 244,62 km/hora, compitiendo en carreras como las 24 horas de Lemans, consiguiendo ser uno de los deportivos más destacados del siglo XX.
A finales de 2024 PEGASO pasó a ser propiedad de Tata India.
Para quienes ya tenemos un buen almacén de años, PEGASO está muy en nuestra memoria: los autocares en que el colegio nos trasladaba a pasar un día de asueto y excursión a La Herrería, los autobuses urbanos e interurbanos, los camiones cisterna, …, formaban parte de nuestros escenarios diarios. Nos llegaba también el orgullo del prestigio de la marca española.
Creo que la vida de PEGASO corre paralela al incalculable esfuerzo, desde dentro del país y desde la emigración, de la sociedad española por primero reconstruir, y luego, lograr remontar hasta alcanzar un bienestar y prestigio internacional. Esa fue la generación de mis padres. La que nos ha permitido tener acceso a unos bienes materiales inconcebibles al final de los años treinta. También creo que de nuestros progenitores recibimos unas enseñanzas espirituales muy provechosas.
¡Como desearía que PEGASO continuase siendo una gran empresa española fruto de un crecimiento continuo! Pero hoy, ni es una gran empresa ni es española. Un dolor.
Nuestra sociedad española está en caída desde hace demasiado tiempo. Tenemos que intentar remontar entre todos los que amamos España y aún recordamos ser hijos y nietos de quienes transformaron un país destruido en un gran país (de nuevo).
Otro sí digo:
De momento, un gran amigo me plantea lo siguiente:
“Imagina que te encuentras en una concurrida playa, a la sombra de un buen toldo y, repentinamente llama tu atención que, de una barca que se aproximó a la orilla, comienzan a saltar al agua y correr por la arena un par de docenas de negros de todas las edades y sexos con claro aspecto de desfallecimiento y desnutrición: inmigrantes ilegales. Parte de los playeros acuden en actitud de auxilio. Incluso algunos les entregan algún billete. Otros, por contra, se indignan contra los primeros, intentando unos hacer regresar a la barca por la fuerza a los negros, mientras otros requieren a voces a una policía de la que no hay rastro.
En tal situación, ¿tú qué harías?”
Confieso avergonzado que posiblemente trataría de quedarme al margen. Pero, lo cierto es que tampoco me imagino en ninguno de los dos bandos ni tengo certeza alguna de qué haría.
Pero, me desvío y trato de escurrirme, planteando que el caso es un buen ejemplo de la ausencia (inexistencia) del Estado al que mantenemos y pagamos largamente para que resuelva situaciones que no debemos resolver los ciudadanos por nuestra cuenta. ¿O sí, y prescindimos del Estado?
CM
8-8-2025
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