INFLUYENTES
Me refiero a determinados colectivos profesionales y a quienes, a título personal, pueden influir en la conciencia de las masas.
Para empezar, es de capital importancia que me refiera a las características de las masas que las hace más o menos influenciables. En esto, la clave está en el “sentido crítico”, es decir, la capacidad de evaluar y cuestionar la información que se recibe. Para ello, la “autonomía intelectual” es medular en cuanto permite desarrollar ideas propias mediante la reflexión y el análisis. Aquí, la “formación” es capital, o sea el aprendizaje para fomentar la curiosidad, cuestionar lo establecido, adquirir habilidades de análisis y comunicación, mantener la autodisciplina y estar alerta ante los sesgos (o apriorismos) cognitivos. Como ocurre con cualquier habilidad, aunque cada individuo nacemos con un grado natural distinto, la educación conduce a un aprendizaje específico y debe servir para crear un buen nivel colectivo de “sentido crítico”.
Yo soy profundamente pesimista respecto al nivel colectivo de tal habilidad entre los españoles. No tengo duda de que la razón de ello está en una educación deficiente (al menos en éste área) y un muy insuficiente uso de los libros. Lejos de enfocar la educación hacia una sólida formación del “sentido crítico”, se ha dirigido a inculcar lemas y consignas para que las mentes tengan apriorismos, en muchos casos inamovibles (los pobres son presuntamente bondadosos y los ricos son presuntamente malvados es un eslógan de moda que convive sin problemas con el natural deseo del pobre de convertirse en rico y nunca a la inversa). Todos podemos opinar de todo, con mejor o peor criterio o, (con frecuencia), sin ningún criterio.
Si yo estuviera en lo cierto, viviríamos en una sociedad preocupantemente influenciable, huérfana de filtros porque su “sentido crítico” sería muy deficiente. De ser así, nuestra sociedad sería presa más fácil de los “influyentes” por lo que, en principio, estaría más desarmada frente a influencias indeseables.
Entre los colectivos profesionales más “influyentes” destacan los comunicadores televisivos y los políticos. Este tipo de telecomunicadores está mayoritariamente ligado a los políticos de forma que las mayores audiencias televisivas se concentran en canales hermanados con unas u otras opciones políticas. Existe un engarce muy importante entre los profesionales de la política y una gran parte de los comunicadores de televisión. Creo que, al tiempo que ha descendido la influencia de los espacios específicamente “informativos”, la programación de los canales ha derivado hacia otros programas de orientación “pseudoideológica” (cada día menos ideología y más “populismo”). El desarme crítico de la audiencia ha corrido en paralelo con la pérdida de la específica calidad televisiva en la inmensa mayor parte de los medios. El huevo o la gallina: la calidad de la comunicación desciende porque la audiencia es de menor nivel cultural o el deterioro de los espacios televisivos estimula los gustos más groseros de la audiencia. El bucle puede no tener fin en una degradación progresiva de lo uno y de lo otro. Como demostrado está que programas de alta calidad (p.e. “El hombre y la Tierra”, “La Clave”, “Eugenio”, “Hermida”, “Espinete”, …) y de nivel cultural pueden alcanzar un gran éxito de masas, concluyo que gran parte de la infección proviene de la ausencia de calidad y de imaginación en los creadores. Mucho pintor de brocha gorda y poco artista de pincel y lienzo. En cualquier actividad, sea humor, entretenimiento, información o formación.
Respecto a los políticos profesionales, es habitual que sustituyan razones por emociones, lo que respalda que no creen que nuestra gran masa social se rija por la razón (o que ellos mismos carezcan de ella). La escandalosa indiferencia de una monumental parte de la masa ante los incumplimientos y contradicciones de los políticos avala igualmente la misma tesis.
Surgió un modelo más actual de los “influyentes” de la mano de las redes sociales: los “influencers”. No es infrecuente que el influencer se convierta en líder de opinión en temas totalmente ajenos a su cualidad especial (un cantante exitoso que, a través de las redes y habiendo alcanzado una importante audiencia, se manifiesta sobre el cambio climático, puede crear un estado de opinión entre sus seguidores sobre un tema en el que es un absoluto ignorante). Muchos otros son verdaderos creadores de contenidos e influencian muy positivamente sobre los temas en que son expertos. No existe titulación oficial que responda a una preparación específica, la titulación se la da su nivel de audiencia por lo que su prestigio se mueve de forma inmediata al dictado de sus seguidores y, por tanto, su evaluación es teóricamente permanente (lo que debería ser muy alentador).
Los “influyentes” clásicos, los reconocidos como sabios en determinada materia, parecen haberse diluído sumergidos bajo la ola de políticos, telecomunicadores e influencers que nos inundan de opiniones y directrices sobre los temas más triviales, pero también sobre los mas enjundiosos. De ello puede que resulte una degradación de los liderazgos sociales. Si a ello se suma que las masas sociales carezcan de un buen nivel de “sentido crítico”, el resultado puede ser catastrófico como que los más poderosos líderes mundiales o nacionales resulten ser incluso peligrosos psicópatas, aunque se haya usado la herramienta democrática del voto popular y la urna (una vez más, el hábito no hace al monje).
Finalmente, la Iglesia tiene el deber de propagar las enseñanzas de Jesucristo. El amor al prójimo, la defensa de los derechos humanos y de una sociedad justa y equitativa, un plan para la felicidad humana, el desapego de los bienes materiales, la búsqueda de la santidad, …, son obligaciones de la Iglesia Católica. Por tanto, está forzada a “influir” en los individuos y en la sociedad defendiendo la fe (creencia en Dios), la esperanza (perseverancia y optimismo) y la caridad (benevolencia, compasión y servicio) además de la prudencia (discernimiento y sabiduría), justicia (rectitud, equidad y respeto por los demás), fortaleza (perseverancia, resistencia y autocontrol) y templanza (moderación en los placeres y deseos).
Nuestra cultura histórica ha estado profundamente ligada a la Iglesia Católica. Mi deseo es que así permanezcan en el futuro por dantesco que pueda parecerme el esfuerzo. Tan sólo recordar que la Iglesia somos todos los que nos reconocemos como católicos y, por tanto, obligados a ser “influyentes”. Así sea.
CM
6-8-2025
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