jueves, 29 de febrero de 2024

 LA CHINA EN EL ZAPATO

 





Lo deseable es disfrutar de una vida placentera. A partir del momento en que nos hacemos conscientes de la finitud de esta vida, más relevancia tiene que ésta nos proporcione satisfacciones. Modelos de vida placentera supongo que haya tantos como personas. Estoy convencido de que la clave consiste en que cada uno logremos acertar con el modelo que se nos adecúe. Y no es tan fácil dar con ese modelo. Es más, considero que mucha gente agota su vida ignorándolo. Eso justifica la amargura profunda que tantos sufren y que irradian necesariamente. Se cae con tremenda frecuencia en la trampa de considerar que nuestro modelo debería ser el de otro, bien por motivos de riqueza material, bien por estima social, o por cualesquiera otras razones que supongo infinitas, algunas extremadamente raras (¡ah, la venenosa envidia!). 


Salvo los desquiciados, todos parece que coincidimos en evitar el dolor. El dolor emocional y el dolor físico. También el dolor es muy personal, en sus motivos y en su intensidad. Los dinteles del dolor son muy diversos aún coincidiendo la causa que lo produce. Pero todavía son más variadas las causas, especialmente en el ámbito emocional o afectivo (si desconozco el beísbol es imposible que sufra o disfrute con el resultado de un enfrentamiento que, sin embargo, puede alterar profundamente la satisfacción o el disgusto de un aficionado fanático). En el dolor físico también es enormemente diverso el umbral del sufrimiento.

 





Por la intensidad podríamos hablar de placeres y dolores grandes y pequeños. Aunque no siempre gran cantidad de placeres o dolores pequeños terminan produciendo una dicha enorme o un suplicio tremendo. O, lo que es más fantástico, una gran saturación de placer llega a producir dolor (¿morir de placer?). Una vez más, importa la mesura.

 

Hoy pretendo referirme a esas pequeñeces, casi insignificancias, que pueden afectarnos un disparate. Para el caso del dolor son notorias (entre tantas) una pequeña espina en un pie o una china en el zapato.





Mi padre era un enamorado cautivo de la escultura que vive en los jardines de Aranjuez, “Fuente del Niño de la Espina” (o Fuente del Negrillo). De la mano de mi padre también heredé mi fascinación por la estatua, réplica del “Spinario”, en bronce, del siglo I, que se conserva en Roma. Pero la nuestra se sitúa en el marco mágico e incomparable de los jardines reales de Aranjuez. 

La estatua, hondamente cautivadora, representa una situación insoportable: una pequeña espina en la planta de un pie produce un dolor y cojera al andar insufribles.

Algo semejante ocurre con la “china en el zapato”. La piedrecita puede ser insignificante pero su efecto es demoledor, invalidante.





Un tal Koldo, insignificante personaje, se ha hecho famoso estos días como presunto comisionista ilegal en las compras de material sanitario por la pandemia Covid que nos asoló. Según parece, Koldo nos robó a todos los españoles. Pero, sorprendentemente, no da la impresión de que nos haya causado dolor a nosotros, sino que lo ha hecho por situarse dentro del zapato del jefe del gobierno, Pedro Sánchez. Además, ha producido un efecto asombroso: ¡se han multiplicado las chinas, piedras y pedruscos en el zapato de Sánchez, y pueden continuar! Para mí que ha habido muy abundantes y sólidos motivos para dejar al presidente fuera de juego. Pero quizás esta minúscula piedra en su zapato le haga caer. ¡Qué cosas!

 

 

29-2-2024

CM

 

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