JIRONES DE MI VIDA
En pocas horas nos han dejado Carlos Ignacio Gil, un primo carnal, y Eduardo Rincón, un amigo del alma.
Carlos ha fallecido a edad temprana. Me deja memoria imborrable de unos años ya lejanos en que ni nos planteábamos que hubiese en esta vida un final. Sus padres, mis padrinos, verdaderos segundos padres para mí, ocupan un enorme espacio en mi recuerdo, pleno de imágenes tan gratificantes y conmovedoras que no hay posible agradecimiento que las alcance. Sus manos también me auxiliaron para dar los primeros pasos. Y los segundos. Los hermanos de Carlos, Miguel Ángel, Maricarmen y Begoña siempre fueron y son personas ejemplares, amorosas, increíblemente afectuosas. Todas las imágenes que de ellos llevo en mi alma son tan enormemente valiosas que las tengo guardadas en la mejor cámara de mis tesoros. Carlos, te fuiste pronto, en plenitud, dejando a todos los tuyos con ganas de tí. Contigo ha marchado un jirón sensible de mi vida. Algún día nos reencontraremos. Mientras, espero que goces en totalidad; con ese pensamiento se alivia hoy mi pena.
Eduardo sometió su vida a sus ideales, a costa de sufrir severamente. Ha tenido una muy extensa vida. Enormemente intensa, vivida siempre con juvenil entusiasmo, incluso en la ancianidad. Durante años disfruté de él día a día. Convertimos nuestros almuerzos mano a mano de menú diario en lo que más tarde dió en llamarse una gran “tormenta de ideas” con que pretendíamos salvar a un mundo que nos desagradaba. Él, con su sabiduría, con su tremenda experiencia y yo con el entusiasmo que aporta la ilusión de encontrar fórmulas para mejorar la calidad de la convivencia. (Es evidente que no lo conseguimos). Ha sido para mí un maestro singular, por su bondad, su saber y su sueño de mejorar el mundo. Ya jubilado pudo centrarse en su pasión, la música. Y nos ha legado composiciones excelsas. A mí me empujó a penetrar en un mundo musical que me era prácticamente ajeno y al que me llevó de su mano. Su atractivo y singular encanto ayudó sin duda a que se casara con dos mujeres excepcionales. La primera, Carmen, todo ternura y gracejo, fallecida hace años. Dolça llorando hoy su pérdida, compañera formidable, con el arte circulando por sus venas, su más sólido apoyo emocional y creativo. Eduardo, contigo ha marchado un jirón excepcional de mi vida.
Así me va abandonando mi vida, trozo a trozo, jirón a jirón. Porque, en último extremo, mi vida no es más, ni menos, que el amor por las personas que quiero, que me quieren y que nos hemos querido. Dos de ellos han dejado este mundo en las últimas horas. Lo justo para ambos es estar en un mundo mejor. Sabed que yo no dejo de amaros.
8-9-23
CM
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