jueves, 8 de junio de 2023

 TE QUIERO

 

 


Conforme a la RAE: 


QUERER significa:

   -Desear o apetecer

  -Amar, tener cariño, voluntad o inclinación a alguien o algo. Es con ésta acepción con la que hago mi comentario.


AMAR significa: 

     -Tener amor a alguien o a algo.


Aquí utilizo “te quiero” como sinónimo de “te amo”, no como expresión de un deseo o apetencia. Cuando el complemento directo del querer se dirige a la segunda persona del singular (tú), la expresión se hace muy íntima, reservada, profunda. Muy distinta profundidad a “os quiero” en que se libera grandemente el recogimiento de la emoción. Aún menos profundidad hay en la expresión “les quiero” donde parece que se difumina toda pasión.

 

Hablo por tanto de la especialísima sensibilidad y hondura que acompaña a “te quiero”. Desde ésta óptica no son muchas las personas que nos han provocado tan intenso e íntimo sentir. Seguro que encabezado inicialmente por nuestros padres. Muy probablemente por nuestros hermanos, nuestros abuelos, … Aquí quizás ya comiencen las indidualizaciones: aquella tía para nosotros especial, aquellos amigos que entraron en el reducidísimo grupo de los “íntimos permanentes”, o de algún amigo “próximo” con quien compartimos alguna vivencia muy especial. 



Pero, sobre todo, un significado único para quienes tuvimos el inmenso privilegio de poder compartir nuestra vida al punto de fundirla en una, con la esposa, el esposo, el compañero, la compañera. Y, después, para quienes gozamos de tan portentosa posibilidad, los hijos, los nietos.

Desde luego que también se produce de forma semejante hacia esas mascotas que “nos llegaron al alma”.

 

Se trata de un afecto portentoso, de pasión profunda. Destacado entre los que nos vitalizan. Tanto que nos produce cierto vértigo hacernos conscientes de él. Quedamos inermes, desnudos, ante semejante emoción, lo que quizás explique la resistencia a evidenciarlo ante nosotros mismos.

 

Mas hoy me planteo no tanto el hecho de sentir “te quiero” sino a lo que según parece resulta una dificultad enorme: verbalizarlo. Puede que nos produzca vergüenza expresarlo. O no es que parezca, sino que efectivamente activa nuestro pudor. ¿Por qué?



Fluyen las dos palabras con mayor facilidad al vivir una pasión desbocada. Tiene más cómoda cabida entre las caricias y abrazos ardientes de una pareja en ciernes. Cuando mengua el ardor su expresión oral se hace más rara o dificultosa. Esto pasa casi desapercibido mientras vivimos.



 Sin embargo, al fallecer, al desaparecer la persona así amada, surge muy comúnmente un doloroso remordimiento: ¿por qué no les manifesté “te quiero” a quienes profesaba tan hondo afecto con más frecuencia, más veces? Que ya no sea posible nos crea desazón y arrepentimiento. Entonces, ¿por qué no lo hacemos en vida con las personas que amamos hondamente? ¿Qué hay que desterrar: vergüenza, temor; a qué y por qué?



 ¡Hagámoslo! Mi hija es un raro ejemplo (al menos con su madre y conmigo) de quien verbaliza usualmente su sentimiento. A mí me suena estupendamente. 

 

 

 

8 de junio de 2023

 

 

CM

 

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