EL CAPITÁN AHAB CONTRA MOBY DICK
Yahveh, entonces decide enviar la lluvia después de la fuerte sequía.
Elías le expresa al rey un castigo divino que envía la muerte al idólatra
Ajab, a su esposa y a su descendencia. (Libro de Los Reyes 18, 20-40)
Recientemente un espléndido artículo del gran Ignacio Camacho sugiere la imagen del Presidente Sánchez en relación con la del capitán Ahab, personaje central de la gran novela de H. Melville, Moby Dick.
El autor pone en boca del temerario Ahab una frase reveladora de su personalidad y de la épica de la novela: “¡qué no conseguirá un hombre cuando desea una cosa!”. Hace la novela referencias literarias y simbólicas alusivas al poder, a la lucha entre el bien y el mal y a la lucha entre la razón y la locura.
El capitán Ahab se dirige a su tripulación. Es un seductor, un cautivador, es fascinante y con su pasional y emotivo discurso convence a casi toda su tripulación. Para superar el “casi” ofrece un doblón de oro (lo que disipa de inmediato cualquier duda o resistencia) a quien aviste a su mortal enemigo, el legendario cachalote blanco. El que le produjo las más profundas y graves heridas en el pasado. El que se convirtió en su terrible obsesión, el que, de verdad, le hurtaba el sueño, el que se había convertido en su única razón de vivir. Soporta graves heridas evidentes como resultado de su anterior enfrentamiento en que sufrió un formidable descalabro.
El capitán es, además, intrépido, valiente y enardece con su ejemplo a sus marinos. Logra transmitirles su razón, su locura y su pasión. El contagio que transmite de su locura le refuerza en su obsesión. Pero también surgen quedos comentarios sobre su salud mental. En los encuentros con otros balleneros desoye sus consejos de desistir de la caza de Moby Dick. Se reafirma en su obsesión y conduce a todos los suyos al fracaso, a la perdición.
En aguas turbulentas aparece el gran monstruo odiado. No duda en subir a la primera barca arponera para atacar a la bestia y hundirle el arpón asesino. El animal, defendiéndose, destruye el barco. La cuerda del arpón se enreda en la pierna del capitán que es arrastrado tras el cachalote blanco. Previsible fin para Ahad, justo fin a su locura. Pero de su tripulación sólo sobrevive uno. El resto, muertos.
El actual secretario general del PSOE capitanea a la tropa de socialistas seleccionados y elegidos por él. Les ha procurado poder y riqueza. Por eso y porque admiran a su líder intrépido y seductor. El que cautiva con sus postulados arcaicos sobre malvados empresarios opresores de humildes y sometidos obreros, fustigador de banqueros usureros, quebrantador de antiguas tumbas, instigador de falsas verdades, paladín de tergiversar los anales españoles, enemigo de la libre concurrencia, egocéntrico narcisista patológico. Ésa banda domina y somete al PSOE. Hoy por hoy, ningún socialista menor de sesenta años osa enfrentarse al capitán. Los más mayores, no cuentan. El capitán conduce al grupo al inexorable fracaso y perdición.
Éste secretario general del partido amenazado (que no le merece) es aún Presidente del Gobierno de España. Tampoco España lo merece. Para salvarnos todos es imprescindible relevar al capitán de la gobernación de nuestras gentes y nuestras tierras, de nuestro barco y de toda la tripulación. La razón sobre la locura. El próximo veintitrés de julio tenemos la ocasión y responsabilidad de hacerlo en las urnas. ¡Hagámoslo!
3-6-23
CM
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