PP, VOX Y MUS
El PP y VOX han cerrado un pacto de gobernación en la Comunidad Valenciana con una rapidez llamativa. Es de suponer que era una hipótesis electoral ya prevista y comentada entre ellos. Han emitido un manifiesto tan breve y difuso que evidencia que, o no tenían prevista la declaración, o no quieren informar sobre el contenido del acuerdo, al menos en éste momento. El resultado es que dejarán de gobernar los “partidos de izquierdas” en una comunidad autónoma muy importante y pasará a ser gobernada por los “partidos de derechas”.
El efecto ha sido sísmico en “las izquierdas” (partidos políticos, con el PSOE al frente, periodistas de tal convicción y también de tal sumisión y “tertulianos” -yo rechazo de plano el término porque muy raramente conversan, lo más habitual es que se ladren evitando cualquier posibilidad de coloquio- empleados por canales de televisión o radio. Es natural porque para esos grupos supone una pérdida importante, aunque la verdadera pérdida la obtuvieron en las urnas del 28-5-23. No conozco que los perdedores hayan realizado algún análisis de las razones de su fracaso (¿fracaso?). Pero ocurre en todas las formaciones políticas casi siempre, nada raro. Imagino que la razón sea que defienden, incluso hasta el absurdo, su puesto de trabajo sin tener en muchos casos alternativas laborales claras.
Sea como sea, el PSOE en bloque comenzó a corear (¿dónde o cómo aprenderán tan rápido la música y letra?) su rotunda condena a tal pacto, sustituyéndolo por la supresión de los propios pactantes al fusionarse los mismos en uno sólo: la peligrosísima e inaceptable “ultraderecha”. Es decir: VOX representa una ultraderecha antidemocrática (que debería estar prohibida); el PP es la clásica “derechona”, pero se convierte automáticamente en ultraderecha al pactar con VOX. Sorprendente reacción química por la que se fusionan dos elementos resultando tan sólo uno con los atributos idénticos de uno de los fusionados y que carece ya de los atributos del otro.
El propulsor y valedor de semejante prodigio es el PSOE. Cuando éste partido cierra acuerdos con comunistas, independentistas y filoterroristas (todos ellos real y profundamente antidemocráticos), el misterioso prodigio químico de fusión no se produce, por lo que puede seguir haciendo valer su condición de partido “demócrata”.
En definitiva: el PSOE está en su perfecto derecho democrático de pactar y gobernar con cualquier otro partido (sea o no democrático). Pero el PP está obligado a no pactar, tiene necesariamente que ganar en cada confrontación política con una mayoría absoluta si pretende gobernar. Esa es exactamente la tesis que plantea el partido socialista en la actualidad. No tiene a mi parecer un ápice de justo ni de democrático.
Como sabéis muchos, disfruto del privilegio de participar en un grupo de amigos que nos entretiene y estimula reunirnos a “conversar”, disfrutar de unas sabrosas meriendas y jugar una partida de MUS. Como desde hace un tiempo están bastante desniveladas las victorias, se me ocurre que podemos aplicar el “prodigio del PSOE” a nuestras justas:
- El equipo más habitualmente perdedor seguiría jugando con las reglas convencionales (podemos llamarle “estatuto del PSOE”), de manera que en cada jugada de envite se valorarían las cartas de los dos miembros de la pareja (con independencia de quién hubiese realizado o aceptado el envite),
- El equipo que suele ganar con mayor frecuencia jugaría conforme a la nueva regla prodigiosa (“estatuto del PP”) de forma que, en cada envite, solamente pudiesen participar las cartas de quién directamente intervino en él pero no las de su compañero. Sería esto el inicial correctivo a aplicar al ganador más frecuente. Después, podría llegar a privarse a este equipo de tantear a su favor en alguna de las suertes (se puede llegar a todas, alcanzando el Paraíso en la Tierra).
Con toda seguridad el juego del MUS ( o la Democracia) acabaría desapareciendo al no existir contrincantes. Un solo equipo (el que hizo registrar públicamente que la preeminencia moral y ética le correspondía exclusivamente a él) ganaría siempre e iría modificando las reglas a su libre albedrío y antojo conforme a sus conveniencias.
El que tal circunstancia aquí haya existido en el pasado y que muchísimos países estén sometidos hoy a ello, debería alertar a todos los que no la sufren sobre el riesgo claro de padecerla.
¡Cuidado, nos jugamos la Democracia!
15-6-23
CM
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