MATAR EL TIEMPO
"Mi misión es matar el tiempo, y la del tiempo es matarme a mí. ¡Qué cómodo se encuentra uno entre asesinos!"
Emil Cioran
Comenzó hace ya unos años. A partir de que me jubilé. Trabajé durante más de cuarenta y dos años por cuenta ajena con una dedicación intensiva y extensiva. Como nunca tuve especial afán por escalar hasta la cumbre sólo conocí como observador privilegiado las luchas, los navajazos, entre quienes sí tenían una mayor necesidad de respirar poder. Tuve el que necesité para realizar mi trabajo y alimentar mi ego.
No creo que difiera en esencia la batalla que se libra por el poder en la cúspide de una empresa privada de la que se produzca entre los políticos profesionales en los partidos políticos. Con algún matiz tremendamente importante.
En la empresa es (casi siempre) imprescindible gozar de suficiente solvencia científica o técnica (aparte de las indispensables condiciones de liderazgo); es claro que en la política no lo es. En la empresa no llega a desaparecer casi nunca un mínimo respeto por la valía del colega competidor; en política me temo que funciona mucho más el temor que el respeto. En suma, cruentas batallas en cualquier ámbito, empresarial o político, pero creo que en éste la formación es prescindible y funciona de forma destacada la astucia (no la sabiduría) y el temor (no el respeto). Así sucede que cuando la política penetra en la dirección de una empresa (sea privada o pública) sucedan los desmanes más tremendos, las decisiones más injustas y estúpidas, naturalmente menos profesionales. Inaceptable.
Pero decía que me retiré hace años del mundo laboral y afronté de sopetón un panorama radicalmente distinto. Por fin podía dedicarle a mi familia el tiempo y la atención necesarios. Pero, con los hijos emancipados y batallando ya en el desarrollo de sus propias vidas, mi mujer y yo nos reencontramos en la casilla de salida después de más de cuarenta años dedicados en parte principal a ayudar a que nuestros pollos iniciaran su vuelo. Afortunadamente volaron y volaron muy bien. Lo cierto es que mi mujer sufrió una jubilación prematura en su absorbente profesión de atendernos al resto de la familia y a la llevanza de “la casa”. Como sabemos es una profesión que exige disponibilidad absoluta las veinticuatro horas del día y los doce meses del año. Por tanto, la jubilación en su parte principal, motivada por haber alcanzado el objetivo primero, la imagino brutal y a edad muy temprana. Pero nos tenemos. Y eso es una bendición de Dios imposible de agradecer suficientemente.
Libres ya de las obligaciones complejas y muy exigentes decidimos regalarnos con viajar. ¡Cómo disfrutamos de esa libertad ya en olvido! Y con volver a esa cierta anarquía en que nos desenvolvimos al inicio de nuestra vida en común. Es muy sabrosa esa anarquía cuando te ha sido vedada durante décadas. Sin horarios estrictos (podíamos prescindir del reloj), sin muchas más obligaciones que las básicas necesarias para sobrevivir. Gozábamos aún de un exquisito grupo de amigos entrañables. Aún disfrutábamos de una edad que nos ponía pocos límites y gozábamos de buena salud. ¡No teníamos que pasar “revisiones médicas”! Y éramos “académicos” en las horas de sueño.
Un par de años más tarde, primer tropiezo grave de salud. De los que, saliendo bien, te encadenan a futuro a controles médicos. Comenzaron a fallecer amigos entrañables, profundos, tan antiguos como nuestra niñez o juventud. Aparecieron los primeros síntomas de vejez… Ya se dormían menos horas. Por vez primera comenzó a “sobrar” tiempo.
Hace bastantes años asistí a la jubilación de un viejo guardabosques de sólida reputación ganada en más de sesenta años y enormemente querido y admirado en la comarca. Le pregunté: -“Tereso, ¿y ahora que va a hacer usted?”; -“Me levantaré temprano, como siempre, saldré y me sentaré en una peña a ver pasar el campo”; -“¿Cómo ver pasar el campo?”; -“Claro, el campo jamás es igual, cambia constantemente, es una gloria observarlo. Y así, hasta que llegue la muerte”. Fue su sencilla, inteligente y sensible manera de “matar el tiempo”.
Carezco de la sencillez, inteligencia y sensibilidad de Tereso. “Mato el tiempo” de manera más desordenada, más compleja, menos sensible. Aunque gozo observando cómo crece la yerba en Asturias al salir el sol tras unos días de lluvia. Veo crecer la yerba, oigo crecer la yerba entre el alboroto de cientos de pájaros y el ritmo salmódico de los cencerros del ganado. Me extasío frente al mar. Contemplo el romper rítmico de las olas. Como me sumerjo en la melancolía, paso a mirar más lejos donde las olas bailan adornándose de espuma. Leo bastante. También me deleito escuchando música. Y hasta me atrevo a escribir algunas sensaciones de vez en cuando. Entablo alguna conversación intrascendente, pero que siempre me enriquece, con lugareños. Observo navegar a las nubes, realizar sus propias carreras mientras se hacen y deshacen…”mato el tiempo mientras el tiempo me va matando inexorablemente”. Si, estoy “cómodo entre asesinos” como decía Ciorán.
27 de junio de 2023
CM
Con tu venia. Estoy en el noveno piso del edificio donde vivo, tengo vista al oriente sobre algunos barrios de mi municipios y las altas montañas cubiertas de bosque y al occidente el parque, la iglesia, y en lejanías otros barrios, otro municipio, las montañas, las cordilleras. En las tardes de verano me siento en el balcón a contemplar los atardeceres y a esperar el giro de los aviones muy arriba de la torre de la iglesia antes de aterrizar en el aeropuerto de Medellín. En las noches a veces se ven las estrellas, pero no muchas. En los días de fútbol nocturno se ven los globos chinos que revientan la cadena de pólvora. No tengo pensamientos filosóficos, a veces se me ocurren algunos sobre la vida y la muerte cuando me entero de algún hecho violento. Desde mi lugar diviso la quebrada Ayurá entre guaduales, cañaduzales, bambú y otras hierbas. Hay un tubo que atraviesa el afluente y de ahí alguien se colgó. También más arriba hay una manga y en ella otra joven del mismo modo se despidió de la vida, como si no bastara del más frondoso árbol de mango que también diviso, de una de las ramas más altas, vi como el sábado pasado, descolgaban la policía y los bomberos el último suicida. Remato este escrito, para contarle que de ñapa vi una película basada en una obra de Paulo Coelho: "Veronika decide Morir", de la que rescato una frase que más o menos dice que a la vida hay que darle una oportunidad y pienso que eso es lo que debemos hacer así estemos desesperados o con los gallinazos en la baranda de la cama. Felicidades. Me encantó su artículo.
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