martes, 23 de mayo de 2023

DIOS EN EL CORAZÓN




AMOR
                             


Unos albergan al demonio en su corazón. Algunos nacieron así. Los más lo hicieron a golpe de esfuerzo y tesón o empujados por sus vivencias incontroladas.

Este demonio del que hablo es el más MALVADO, el más dañino.

En él vive el odio, el rencor, la envidia, la falsedad, el abuso, la destrucción, la traición, …

 

Otros tienen a Dios en el corazón. También entre estos los hay que fueron alumbrados así por sus madres. Y los hay que, perseverando en su esfuerzo personal o apoyándose en sus experiencias, lo consiguieron.

El Dios al que me refiero es del Hijo, el Cristo.

Éste Dios es AMOR. Bajo esa techumbre anidan la bondad, la comprensión, el perdón, la caridad, el compromiso, la fidelidad, la lealtad, …

 

Hay personas raras que son modelos puros de uno u otro extremo. Unas y otras irradian, contaminan irremediablemente a su entorno, desde el más próximo hasta el más lejano.

 

Hay incluso quienes tienen su corazón vacío, en el que no paran ni Dios ni el Diablo. Ni sienten ni padecen. Insensibles, “sin corazón”.

 

Los más damos cabida en nuestro corazón al Diablo y a Dios, a ambos. Y nos esforzamos porque sea uno u otro el huésped preferido. Importa el esfuerzo que en ello pongamos.

 

En mi personal experiencia sucede que todos los que conozco directamente, en mi entorno más íntimo, familia, amigos, tienen sustancialmente a Dios en el corazón. Y luchan (luchamos) por ello. Incluso entre quienes hemos conocido y tratado directamente en el ejercicio de nuestra profesión, compañeros de trabajo, clientes y proveedores, alumnos, pacientes, resulta abrumador el número de los que están más poseídos por Dios en su corazón..

Ocurre curiosamente que entre los que no conocemos directamente, o están equilibrados los dos extremos, o incluso, predominan los corazones más ocupados por el Demonio. ¿Existirá alguna explicación lógica para semejante incongruencia aparente?

 

Podríamos pensar que es un extraño y fortuito privilegio estar rodeados en nuestra proximidad por buenas personas.

O que abundan las malas personas entre las que sólo conocemos a través de terceros (medios de comunicación mediante).

O que nosotros mismos somos tan “buena gente” que contagiamos a nuestro entorno más próximo.

O que vivimos en una burbuja de bondad aislada en un mundo perverso.

 

Apostaría a que, cuando existe posibilidad de conocer a fondo a una persona, lo más probable es que tenga un corazón habitado principalmente por Dios. Pero, ¿en cuantas oportunidades podemos conocer a los demás con cierta profundidad?  Creo que son ínfimas.

 

Hasta no hace mucho nuestros mundos conocidos eran muy pequeños, el pueblo, el barrio. Los inmensos mundos desconocidos nos resultaban extraños, lejanos, exóticos, incomprensibles o, más bien, ignorados. Teníamos ocasión de conocer bastante de nuestro entorno. Podíamos apreciar la presencia de Dios en la mayor parte de nuestros vecinos y nuestra forma de vida nos ofrecía el tiempo necesario para conocer bien a nuestros próximos, abuelos, padres, hijos. También ocurría que las constantes transformaciones de nuestros mundos tenían una velocidad que los hacía  comprensibles. Tampoco existían tantas diferencias inexplicables entre nuestros abuelos y nosotros.

 

Pero la velocidad de los cambios se aceleró de tal forma que muchos se convirtieron en incomprensibles y la revolución tecnológica redimensionó nuestros mundos de manera brutal: la globalización. De forma que la inmensa mayor parte de nuestros mundos se convirtió en absolutamente desconocida y, en gran medida oscura. Yo desde luego no me reconozco la menor posibilidad de profundizar nada en el corazón de un individuo rural australiano del que seguro que consumo el producto de su trabajo. Desde luego no tengo la menor idea de quién anida en su corazón, ¿es un santo barón o una perversa alimaña?

 

Por los resultados, podríamos deducir que las clases dirigentes estarían repletas de gentes abominables, muy penetradas por el Diablo. Explicaría tantas guerras feroces, atrocidades inmensas.

Si fuera así, ¿cómo consiguieron los más malvados alcanzar el poder sobre los demás? ¿Gracias justamente a su maldad? ¿Facilitan las artes del Diablo alcanzar el dominio sobre los demás? ¿Y quedarían las artes de Dios relegadas a curar las heridas feroces del Diablo? ¿A dar de comer al hambriento, beber al sediento, alojar al sin techo, arropar al desnudo, consolar al herido, animar al triste, proteger al mancillado?

 

¿Por qué no pueden tomar el poder sobre los demás aquellos cuyos corazones están más habitados por Dios? No encuentro razón aparente para que tal no ocurra. Quiero creer que es una Revolución Posible. ¡Hagámosla!

 



Malo y lelo

Aún queda un ingrediente clave en el guiso de la convivencia humana. Es la existencia de bobos, tontos, imbéciles de remate. Creo que no haya ser humano más peligroso que el que, acogiendo al Demonio en su corazón, es, además, un perfecto idiota. Imposible predecirlo: por su maldad y por su estulticia. Resulta en estos casos prácticamente inevitable que se autovaloren como seres superiores y llamados a organizar la vida de los demás. Malvado+Necio = Destructivo. Porque del malvado inteligente se puede establecer una estrategia de defensa. Del necio, no, es impredecible.

 

En mucho menor grado de peligrosidad que el malvado tonto, existe también el bondadoso lerdo. Nunca es su intención causar daño pero lo hace con frecuencia por causa de su estupidez.

 

Sumados unos y otros (malvados y bondadosos) pero todos imbéciles, la cantidad es enorme y enormemente peligrosa si disponen de algún poder sobre los demás. Hoy día ocurre con gran frecuencia entre los profesionales de la política (también en otras muchas cofradías). Pueden hacerlas “pardas”, y lo hacen.

 

Debiera ocurrir que en los sistemas de gobernanza democrática, el voto popular evitase que malvados y tontos tuviesen poder. No es así. No cabe otra explicación que entre la masa de electores la cantidad de malvados (y también bondadosos) que, además, son bobos es enorme. 

Hasta hoy no se ha inventado algo que permita detectarlos y ajustar el valor de su voluntad y, por ende, de su voto. Y, lo más sorprendente, aún en el caso de estar perfectamente identificados por sus anteriores obras, existe una importante población que les vuelve a apoyar. ¡Fantástico!

 

 

Para quienes pretendemos que sea Dios quien mayor espacio ocupe en nuestros corazones:

         ¡ayudemos a librarnos del Diablo!,

         ¡ayudemos a librarnos de la insensatez!

 

 

 

Mayo de 2023

 

 

CM

 

 

 

 

 

 

 

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