¿VIVIMOS EN UN SUEÑO?
Pues toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son
(Calderon de la Barca)
Parménides, Platón, Descartes, Zhuang Zhou o Bertran Russell, son algunas de las mentes privilegiadas que dudaron de que la realidad no fuera otra cosa que una ilusión, ¿vivimos en un sueño?
Si soñé ser una mariposa, pero al despertar no sabía si era un humano que soñaba ser mariposa o mariposa que soñaba ser humano, ¿soy un humano o una mariposa? Podría ser que la realidad que percibimos sea un sueño o una ilusión. O a la inversa. La duda hace que se difumine la diferencia humano-mariposa. Un idealista mantiene que el mundo de la materia es una apariencia carente de realidad, mientras que lo ciertamente real es la Mente o el Espíritu. O, cuando soñamos percibimos experiencias que parecen reales, pero son ilusorias, de la misma manera que el mundo sensible es una sombra, una ilusión, de la verdadera realidad.
O las experiencias sensoriales son engañosas y no proporcionan un conocimiento certero del mundo físico. No es posible estar totalmente seguro de si uno está despierto o soñando en un momento dado.
O el Ser (la realidad) es lo único que verdaderamente existe, mientras que el No-Ser (el sueño, el mundo sensible) es una ilusión engañosa que no conduce a la verdad.
La reflexión me lleva a que entre cuantos me conocen mínimamente, es muy posible que haya tantas imágenes de mí cuántos sean todos ellos. ¿Seré yo mismo un sueño? ¿Serán ellos lo que creo que son? La duda.
Lo cierto es que, ante una misma escena visual, unos la perciben con horror, otros con indiferencia y otros con satisfacción. ¿Cuál sería la escena real? Parece que, sin duda, para cada uno será la que su personal percepción le marque. Como la percepción tiene una composición compleja (cultura, estado de ánimo, … y un etcétera enorme), las realidades pueden llegar a ser ilimitadas. Se podría llegar a la conclusión de que la escena carece de realidad unívoca ya que, muy al contrario, el proceso cognitivo mediante el que “interpretamos” la información es estrictamente individual y personal en su pureza, aunque diversos factores compartidos (edad, sexo, formación, religión, etcétera), permitan agrupaciones aproximativas por un mayor grado de coincidencia en las percepciones. Cuanto más numerosa sea la agrupación de percepciones hará que la imagen visual compartida sea más efectiva (positiva o negativa), o menos. Si es potentemente efectiva puede incluso llegar a formar uno o varios Espíritus Colectivos.
Si nos abrimos a imágenes de otros sentidos la cosa se complica. De más a menos grado de coincidencia estarían oír, oler, gustar y tocar.
Y muchísimo más se complica si la percepción se forma en cada mente desde la imaginación. Tal es el caso de las imágenes e ideas que nos formamos desde la lectura o desde la música o desde la palabra. Unas y otras carecen de corporalidad física externa, en todo o en parte.
La imagen formada desde la palabra es más objetivable, aunque no existe una total coincidencia entre lo pretendido decir por el orador y lo escuchado por el oidor (en esto los políticos profesionales son de traca).
La música es una herramienta formidable de emociones, por lo que activa los más variados sentimientos y, por ende, con un grado diverso de coincidencia con el autor, aunque muy a menudo la audición es grupal, lo que facilita grandemente un clima de emoción colectiva.
La lectura es una actividad estrictamente íntima, individual. Tengo dicho que, de los actores de un libro, el más excitante es el lector, porque, leyendo el mismo libro, cada lector lee, crea, un libro distinto. Sin embargo, se produce una especie de milagro cuando la potencia del autor es tal que los múltiples libros que se generan en la imaginación de los lectores llegan a producir una especie de emoción colectiva. Por eso los libros siempre han sido peligrosos enemigos y han sido históricamente combatidos por quienes sólo buscan la esclavitud y el sometimiento a su dominio de los otros (muy propio también en el ámbito político). Algún político significado lo manifiesta con claridad meridiana cuando anuncia que “construirá un muro” que separe a los otros, a los “apestados”.
Llegados a este punto, quizás Sánchez (y Putin, y Trump, y …) no sea otra cosa que una “ilusión engañosa” que no conduce a la verdad. El gravísimo y real problema estriba en el inmenso daño que puede causar a un pueblo entero sin que una gran parte del mismo pueblo sea consciente del horror o, incluso, considere que es satisfactorio (aunque su “maná” no le alcance).
CM
12-9-2025









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