LA VIDA FRÁGIL
Leo en un artículo de Inés Sánchez en El Español un dato que me impacta: ¡hay tres millones de octogenarios en España, lo que ha supuesto multiplicar por diez los que había hace cincuenta años y representan más del 6% de la población! Me siento incluído por proximidad del calendario y por idénticas condiciones vitales.
El síndrome de fragilidad está asociado a la edad en las personas mayores (doctora y catedrática Barrós).
Entre los múltiples aspectos a que afecta destacan:
-el evidente impacto sanitario pues se dispara la demanda de servicios médicos y hospitalarios amenazando un colapso del sector. También por el incremento de enfermedades propias del colectivo (alzheimer, párkinson, ictus, odontológicas, oftalmológicas, osteoporosis, depresión, artrosis, …).
-la tremenda repercusión en la tesorería de la seguridad social por el incremento de años en las percepciones de pensiones, a lo que se suma el retraso en el inicio de las aportaciones.
-la dificultad de asunción o adaptación a nuevas tecnologías que suponen una fuerte sustitución de trabajadores humanos por máquinas que con frecuencia no son de fácil acceso.
-la restricción de las relaciones sociales que, en innumerables ocasiones, conduce a la soledad involuntaria.
-la reducción de autonomía en funciones básicas (movilidad, alimentación) que impulsa un importante incremento de la dependencia.
-la proliferación de obstáculos arquitectónicos propicia la reclusión que, a veces, resulta límite ante una escalera o la rotura del ascensor.
-la pérdida de comprensión de un mundo por momentos más extraño.
Seguro que existen otros muchos aspectos de importante impacto que surgen de la mano de una población octogenaria con clara tendencia a seguir creciendo. Todos ellos requieren formidables recursos financieros. Los octogenarios somos insaciables consumidores de recursos y, al tiempo, somos nulos productores de los mismos.
Es decir que, cada vez menos tendrían que producir más, ser mucho más productivos. Aquí topamos con un gravísimo problema de nuestra sociedad: nuestra productividad es muy deficiente (por debajo de la media de la UE), y, sin embargo, los agentes sociales (funcionariales) se afanan por incrementar el problema (mayor ocio, mayor consumo, sin mayor productividad), en una ecuación de resultado nefasto. A los inversores (la otra pata clave de la productividad), no sólo no se los incentiva, sino que son presa de una voracidad fiscal desatada y un campo de minas burocrático.
No debo dejar de mencionar aquí dos aspectos muy controvertidos:
-alentar el aborto en lugar de alentar y estimular las condiciones económicas para procrear es radicalmente suicida.
-estimular la eutanasia sí parece una medida eficaz para resolver la endiablada ecuación. Hasta se podría exigir a los hijos que “eliminaran” a sus propios progenitores a partir de cierta edad. Efectivo. Pero brutal.
Requeriría redoblar los esfuerzos por envilecer al ser humano, sin recato, sin disimulo, enfrentando a la misma Naturaleza. Claro que ya disponemos de “líderes sociales” que bien podrían desarrollar semejante salvajada porque su concepción y valoración del ser humano no les pondría reparos (a la vuelta de la esquina están quienes asesinaban niños sin pestañear por alcanzar el poder y hoy mismo son puntales del gobierno de España).
Se acabó los “aiton-amonak” vascos y los “avís” catalanes y los “avós” gallegos y los abuelitos, abus, yayos, nonos … para quinientos millones de personas. Buena limpia.
Mientras, trabajar la resistencia, la coordinacion, el equilibrio, la flexibilidad y la fuerza de los octogenarios es un objetivo muy deseable pero no gratuito.
Dos enormemente poderosos mundiales (Xi Jinping y Putin) platicaban recientemente sobre su deseable objetivo de alcanzar los 150 años de edad. Seguro que (como tantos) no repararon en que habría que trabajar hasta los 130 años como mínimo. Claro que sin duda no se percataron de tal problema porque no era su problema, sería el de sus súbditos.
Muy a propósito he querido ignorar una visión ética del asunto. No es menos grave y compleja que la que hoy me entretiene. Otro día será, si Dios quiere.
Siempre nos quedará el mus.
CM
13-9-2025











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