jueves, 25 de septiembre de 2025

 LA DISOLUCIÓN DE ESPAÑA

 





Mi generación creció con el espíritu de un sano orgullo de ser español. Cuando tuvimos pleno uso de razón el boicot internacional al régimen de Franco había desaparecido. Recibíamos con alborozo popular al señor Eisenhower. Desde un privilegiado acomodo pude ver a Franco acompañando al presidente norteamericano, ambos en pie sobre un coche descubierto saludando a la muchedumbre que les vitoreaba. Casi al tiempo, España firmaba con la Santa Sede un Concordato que reguló las relaciones entre ambos estados. Sí recuerdo como grotesco que, al entrar o salir de las iglesias, Franco lo hacía bajo palio. Una muestra de respeto y solemnidad que yo nunca entendí como normal y seria. En los cines, antes del comienzo de las películas, NODO ofrecía imágenes con información sobre los logros del régimen y los acontecimientos sociales de relevancia. Era una propaganda evidente, pero sostenida sobre hechos reales (nuevas viviendas construidas, éxito en los programas de alfabetización, inauguración de pantanos, éxitos internacionales del Real Madrid, aburridas imágenes de los más diversos embajadores con Franco, …). Posiblemente exagerasen los éxitos, pero evidentemente los había. Porque la generación de mis padres, después de herirse y matarse durante tres años, se arremangaron y, masivamente, se pusieron a trabajar corajudamente, reconstruyeron los desastres de la guerra, pusieron todo su intelecto y sus manos a levantar a España. ¡Y vaya que lo consiguieron! Para ellos paz no era una palabra más en el diccionario con difusión indeterminada, era la concreción de una formidable conquista sobre el espanto de enormes y prolongados sufrimientos. De los que yo tuve noticia directa fueron los penares de la retaguardia, no del frente bélico, como la inmensa mayoría de españoles.

Fui testigo y participé del orgullo de la construcción de cada nueva escuela, de las exitosas campañas de alfabetización, de la inauguración de cada presa fluvial, de cada abundante cosecha, de los primeros camiones y automóviles construidos en España (Pegaso, Barreiros, Seat, …), puertos marítimos reformados y ampliados, Talgo, Iberia, nuevas o reformadas carreteras, irrupción del turismo internacional, … etc.

Mi generación se educó en el esfuerzo, incluso el sacrificio, pero con la certeza de que el resultado era el progreso, el éxito. También en una convivencia vecinal basada en el respeto, las buenas maneras, la sensibilidad social. El barrio participaba de cierto costumbrismo rural. Por descontado que no solo conocíamos a los vecinos de nuestro edificio, sino que manteníamos relaciones más o menos estrechas.

En el colegio nos enseñaron la historia de nuestros antepasados, la Historia de España. Supongo que cargada de intención épica en que los “nuestros” siempre fueron los “buenos”, pero sustentada en bases reales. Antepasados nuestros fueron los que descubrieron y aportaron conocimiento y cultura occidental (con base en las antiguas Grecia y Roma y el catolicismo) a América. Los asentamientos en el Nuevo Continente, las ciudades, los templos, las universidades, las librerías, el orden jurídico, el idioma, fueron formidables aportaciones de una gran civilización más allá de la apropiación de muchas de las abundantes riquezas materiales de aquellas tierras.

Con las vivencias diarias, con el ejemplo de nuestros padres y abuelos, con la certeza de vivir en un país que, a todas luces prosperaba, que cada día era más tenido en cuenta y respetado por la comunidad internacional, que en el ambiente flotaba la certeza de que caminábamos a una vida mejor y que gozaba de una historia planetariamente extraordinaria nos conducía inevitablemente a sentirnos orgullosos de ser españoles.

Pero quisimos más, queríamos ser uno más en los foros internacionales y el eslogan de la “Europa Unida” nos estimulaba. Las costuras del régimen de Franco ya no resistían el ansia de avanzar, de prosperar.





Tuvimos entonces un nuevo hito para alimentar nuestro orgullo de ser españoles. Liderados por un rey que, heredero de Franco, renunció espontáneamente a sus enormes prerrogativas como Jefe del Estado y de las Fuerzas Armadas y apostó decididamente por una transición política desde una dictadura hacia una democracia. Con el definitivo apoyo de egregios personajes del régimen de Franco que se sumaron e impulsaron un cambio tan formidable, se congregaron a políticos del más diverso y encontrado pelaje (desde viejos falanjistas a nuevos comunistas) que, juntos, supieron cocinar un guiso sorprendente, una Constitución Democrática regulando una Monarquía Parlamentaria. Personas clave fueron el rey Juan Carlos I, don Adolfo Suárez, don Santiago Carrillo, don Manuel Fraga y cuantas personas intervinieron en el delicado guiso que cristalizó en un texto normativo, la Constitución de 1978 que votamos la inmensa mayoría de los españoles con el orgullo, una vez más de serlo y de haber demostrado ante el mundo entero que, cuando nos ponemos, somos capaces de lo más inverosímil. Y el mundo, estupefacto, tomó el proceso de transición español como un formidable ejemplo. En este proceso sí participamos activamente las gentes de mi generación: ¡había motivos para estar orgullosos, no solo por todo lo que hicieron nuestros mayores y ancestros, sino también por todo aquello en que nosotros mismos fuimos directos partícipes. Esa renovada España se encaramó a los puestos más relevantes del concierto mundial.





Ser español era un orgullo en nuestra niñez y continuó siéndolo en nuestra juventud. Con sobrados motivos para gritar “¡viva España, también yo soy español!”.

 

Hoy sentimos que España se desvanece, se disuelve. Y que ser español ha dejado de ser motivo de orgullo e incluso que haya gente que se avergüence de serlo o que tenga temor de manifestarlo. Parece haber pasado de ser motivo de orgullo a causa de vergüenza. ¿Por qué?

 

Algo tan grave, tan desastroso, tan funesto, seguro que es producto de múltiples agentes. Yo trataré de señalar alguno que me parece evidente:

1- la “profesionalización” de la política en los partidos políticos ha sustituido al “espíritu de servicio a la comunidad”.

2- la política ha ido colonizando espacios públicos que no le son propios.

3- el funcionamiento de los partidos políticos es piramidal y radicalmente jerárquico.

4- el objetivo del partido político es alcanzar el poder en feroz competencia con los partidos oponentes.

5- en la lucha por el poder la ética ha sucumbido bajo la eficacia, al punto que utilizar “malas artes” es muy aceptable.

6- un paso más ha llevado a sustituir el concepto de “contrincante” por el de “enemigo”, al que hay que “destruir”.

7- dentro de cada partido, el criterio de selección se rige por la habilidad por conquistar el poder, muy ajena a la preparación intelectual y emocional. La degradación del oficio político ha sido una consecuencia inevitable de lo anterior.

8- una gran parte de los medios de comunicación han sido copados por los políticos, “manu militari” o “manu mercantilis”, es decir, o tomando directamente el poder de gestión sobre los medios públicos o sometiendo económicamente a los medios privados.

9- la consecuencia es que muchos medios con poder de comunicación se convierten en medios de propaganda eficaces contra la libre formación de criterios críticos.

10- los liderazgos sociales se han ido reduciendo al área política y, más recientemente, a las “redes sociales” por internet. Los primeros, por las características ya dichas, y los segundos, sin otros criterios de valoración que los que aporten la cantidad de seguimientos, con un éxito desmedido de lo escandaloso o incluso lo soez, raramente resultan de calidad intelectual ni emocional.

11- se estima que en diez años cerca de 6 millones de personas emigraron del campo a las ciudades. Sin duda supuso un desarraigo en una parte importante de la población y un fuerte impacto en el área de las grandes ciudades receptoras. A las muy diferenciadas culturas rural y urbana se sumó una nueva que no es un simple mix de las anteriores.

12- la Iglesia Católica española ha sufrido en los últimos 20 años un descenso apreciable de vocaciones, un incremento notable en la población de otras religiones (islam), su propia crisis de identidad interna y un descenso clamoroso en su influencia y peso social.

13- no hemos acertado en la elección de nuestros líderes políticos. En particular dos, pertenecientes al partido socialista: R. Zapatero y Sánchez (aún en activo). El primero actuó como un potente disolvente del sistema: reavivó las “dos Españas” (enfrentamiento en vez de concordia), alentó el separatismo catalán asumiendo un estatuto parcialmente anticonstitucional y propició la quiebra económica, a más de otras múltiples tropelías. Sánchez profundizó en el enfrentamiento social (“construiré un muro entre ciudadanos”), para contar con el apoyo de independentistas catalanes y vascos puso al Estado en almoneda repartiendo el patrimonio (material e inmaterial) de España en perjuicio y agravio de la misma, sustituyó alianzas internacionales tradicionales por acuerdos erráticos que han mermado el peso internacional de España, ha sido un desgraciado campeón en generar una corrupción sorprendente a su alrededor y ha dinamitado hasta donde le ha sido posible (sólo le está frenando el poder judicial en posición casi heroica) la estructura del Estado de derecho democrático.

 




Seguro que otras muchas causas se pueden añadir para justificar la rápida decadencia y aparente disolución de nuestra España. Algunas no tendrán remedio y otras lo tendrán con dificultades severas y delicadas, pero tenemos que hacerlo con la prudencia y respeto necesarios, pero con la decisión firme de no perder nuestro orgullo de pertenecer a España, de ser español.

 

CM

25-5-2025

 

 


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