DOÑA JUSTICIA, DON TANCREDO,
EL DEFENSOR TRAVESTI Y
EL BELLACO MAMACALLOS
Con toda pompa y boato se celebró ayer la Apertura Solemne del Año Judicial. Atavíos propios para tan protocolaria ocasión, togas y puñetas y rostros graves, por el acto en sí y por su muy peculiar circunstancia.
Para tal ocasión, al Rey, Jefe del Estado, se le cede el Gran Collar de la Justicia como representación de la potestad jurisdiccional. Tal joya fue donada hace 180 años por la reina Isabel II y está formado por 18 eslabones alternados por un libro de justicia atravesado por una espada y además una balanza y un medallón con un ojo simbolizando la fuerza de la justicia.
El Rey, más don Tancredo que nunca, abrió el acto. Su rostro grave rozaba disgusto y enfado. Sufro pensando que, a fuerza de representar al Tancredo, pueda él llegar a convertirse en indiferente o falto de conciencia del peligro como tal personaje aparenta ante un toro bravo. Y yo creo que el peligro existe, ¡ya lo creo que existe!
Inmediatamente cede la palabra a quien representaba ayer el esperpento: el Defensor máximo de la Justicia transvestido a Procesado (investigado) por la Justicia por la posible comisión de un acto delictivo. Adujo el tal que comparecía allí porque “cree en la Justicia, en sus Instituciones, en el Estado de Derecho, en la Independencia del Poder Judicial, en los principios de Legalidad e Imparcialidad y, por supuesto, en la Verdad”. ¡Pero hombre!, con tal abundancia de creencias y estando como está en su estado procesal investigado por un delito, ¿qué diantres pintaba en semejante acto? Ya nos advirtió con contundencia Sánchez que se trata de “su empleado” y, por tanto, a los ciudadanos nos usurpó al Gran Promotor de la Acción de la Justicia. Sólo cabe, por tanto, que se “colase”, haciéndose pasar por lo que no es.
Afortunadamente correspondió el turno siguiente a la intervención de la Presidenta del Tribunal Supremo y del Poder Judicial. ¡Y salvó el solemne acto! Carece de donosura, gracia, donaire, entonación y elocuencia. Sin embargo, la Presidenta expuso con rotundidad:
“son inoportunas y rechazables las descalificaciones a jueces por parte de los poderes públicos porque socavan de forma directa la confianza en la Justicia.
La Independencia Judicial no es libre arbitrio, es precisamente que nuestro único marco de referencia es el Ordenamiento Jurídico.
Pido lealtad institucional.
Esta presidencia se esforzará por alcanzar el Consenso.
La Justicia está llamada a tener un papel Imparcial. Mi compromiso es ejercer mi misión con Independencia.
La Democracia no puede funcionar si los ciudadanos no confían en las Istituciones.
No es propio del Poder Judicial entrar en polémicas, pero sí vamos a defenderlo.
La sociedad no merece que los poderes públicos entren en descalificaciones”.
Gracias a Dios no había turno de palabra para el que ocupa el puesto de Ministro de Justicia, un bellaco mamacallos qué es otro que desconoce cuál es el trabajo por el que le pagamos pero que procura atender sumisamente a quien aún le paga con nuestros dineros.
En resúmen, puro relumbrón, oropeles y fruslerías, salvados por una lúcida y clara definición y defensa de aquellos a quienes tenemos encomendada la administración de la justicia (¡nada menos!) por parte de quien preside su institucion con una muy loable solvencia intelectual.
CM
6-9-2025
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