PARAGUAS PARA HARAGANES
Los vagos profesionales buscan necesariamente cobijo a la sombra del árbol que mejor les permita vivir sin dar golpe. Un primer refugio natural es la casa de los papás.
Tengo la certeza de que esa masa de gandules ha crecido exponencialmente en las últimas décadas. Quizás por proceder de unas generaciones de padres menos exigentes con el deber y más sensibilizados con los derechos. Y, desde luego, por el aliento de las autoridades educativas que regularon despreciar el esfuerzo como vía natural para obtener el objetivo deseado. A lo que se añadieron los convenientes estímulos al garantizar el “estado del bienestar” las más diversas coberturas sociales gratuitas (subvenciones, subsidios y las más variadas prestaciones).
De tal manera que resulta infinitamente más llano el camino para quien opta a ayudas sociales que para quien intenta emprender una actividad productiva. Para estos últimos las complejas trabas burocráticas y una fiscalidad voraz, hacen de sus proyectos un camino de espinas.
Tal parece que nuestro sistema social estimula a los vagos y desalienta a los trabajadores más inquietos y dinámicos.
Una buena parte de holgazanes no reniega a prosperar, a triunfar. Y, entre ellos, existen verdaderos especialistas en descubrir los mejores caminos para alcanzarlo. Si, además, para despejar el camino, se evitan impedimentos o frenos éticos y morales, el éxito es mucho más fácilmente alcanzable.
Supongo que muchas serán las vías y reductos para prosperar con el mínimo esfuerzo.
Aunque en todas partes cuecen habas, aquí identifico a la profesión política como altamente recomendable para medrar con escaso esfuerzo, magra preparación y muy escasos escrúpulos.
Paradigmática la reciente reunión del PSOE, en que miles de militantes aclamaron y aplaudieron a rabiar a dos grandes delincuentes sociales, juzgados y condenados (entre otros) por prevaricar y malversar caudales públicos destinados a trabajadores parados por un monto de ochocientos cincuenta y cinco millones de euros.
De tal calidad era el paraguas bajo el que se guarecieron los líderes socialistas delincuentes que, entre el Gobierno Socialista y su Tribunal Constitucional, anularon los delitos cometidos por tales elementos. ¡Buen paraguas, vive Dios! Paraguas prodigioso bajo el que en estos momentos se cobijan otras gentes de la misma formación.
La salud de la sociedad española mejoraría en gran manera si tal auspicio dejase de amparar a haraganes, delitos y delincuentes. Ahora, en esa batalla, sólo están eficientemente los jueces.
CM
15-12-2024
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