MARÍA DUCE RELIGIONI ET PATRIAE
Durante once años de mi vida escolar pasé a diario bajo la leyenda en latín “María Dirige la Religión y el País” grabada en el frontis de la gran doble escalinata exterior de piedra que daba acceso a la planta principal del Colegio de El Pilar. Desde ella arrancaba otra amplia escalinata interior de piedra que conducía a la segunda planta. Sobre esa segunda escalinata, se leía la leyenda “La Verdad Os Hará Libres”.
El primer lema era la natural encomienda a la Virgen María (el colegio estaba regido por una congregación Mariana) como conductora, a quien se consagra el futuro de la Religión y de nuestro País. Emblema muy anterior a nuestra guerra civil y, por tanto, ajeno a cualquier planteamiento político.
La segunda máxima corresponde a las palabras dirigidas por Jesucristo a los judíos según el evangelio de San Juan. Se refiere a la esclavitud a que somete el pecado y cómo siguiendo la Verdad de Jesucristo y combatiendo el pecado se alcanza la libertad.
Entre los años 1953 y 1964 (pleno franquismo) me formé en un colegio religioso. Con la perspectiva de los años puedo asegurar que era un centro escolar fundamentalmente liberal: jamás oí hablar allí de Franco (mucho menos de Primo de Rivera) más allá de una somera información de hechos. Jamás aprendí más himnos que el del colegio y alguno a la Virgen María.
En los meses de Mayo las clases se adornaban (y competíamos) con pequeños altares dedicados a la Virgen, muy adornados de flores. Al entrar en cada clase rezábamos (en pie, junto al pupitre) un “Avemaría”. Los jueves, a nuestra libre voluntad, había confesiones y comuniones o, alternativamente, lectura en clase.
En las Semanas Santas acudíamos a la capilla principal para celebrar el Viacrucis. Jamás sufrimos ningún tipo de castigo corporal. Ni tuve noticias de ningún tipo de abuso por el profesorado, en parte religiosos y en parte seglares.
Se celebraba por todo lo alto el Domund: a cada alumno una hucha de barro (un negrito, un chino, un indio, …) y se establecía una excitante competición entre todas las clases por la recaudación para las Misiones que se representaba en un enorme panel (que tapaba la escalera principal) mediante termómetros o muñequitos ciclistas que facilitaban ver el progreso del campeonato (la clase ganadora iba un día de excursión a la Herrería en El Escorial).
Y el otro gran acontecimiento religioso lo suponían las Navidades. No existían los abetos. Se multiplicaban los “nacimientos” entre los diversos cursos y uno más artístico, con figuras grandes, representaba a todo el colegio.
El día grande era el doce de octubre, festividad de Nuestra Señora del Pilar. El acto principal era una misa en el Patio Central donde lograban congregar a todo el colegio.
En Preu, me apunté a los llamados “grupos de vida en gracia” cuyo objeto más llamativo era acompañar a un profesor los fines de semana a un poblado de chabolas, para enseñar a leer a quienes lo deseasen. (Más tarde repetí la experiencia en el campamento del ejército en La Granja (El Robledo) con idéntico agradecimiento de los reclutas analfabetos).
Claro que teníamos clases de Religión (Historia Sagrada y Evangelios) que con la Gimnasia y el Francés ocupaban un menor nivel entre las asignaturas (las “marías”).
Había (muy estimulada por los profesores) una afición enorme a los deportes que mejor permitían las instalaciones: jóquey sobre patines, balonmano, baloncesto y frontón. El fútbol decayó cuando los Marianistas vendieron el gran solar de Castelló frente al colegio y el piso de tierra quedó reducido a un espacio muy menor.
¿Qué me enseñaron entonces aparte de Lengua, Matemáticas, Literatura, Física, Química, Naturales, Geografía, Historia, Latín, Griego,..?: a ser persona, a aprender a pensar, a ser buena persona, a ser solidario, a no mentir, al valor de la amistad, de la confianza, de la dignidad, de la lealtad, a saludar “correctamente”, a respetar a los demás y a sus pareceres, a los mimbres de la democracia (todo se decidía por mayoría simple), a respetar a los mayores, a defender al débil, a prometer con total compromiso, a que los objetivos se alcanzan con esfuerzo, a la supremacía de los bienes espirituales sobre los materiales.
Los profesores no eran “colegas” aunque alguno jugase al fútbol con nosotros (en sotana), eran personas enormemente respetables y respetadas.
Cierto que había algo de obsesión en que no nos relacionásemos con las chicas (el de enfrente era un gran colegio femenino y el mío era un centro exclusivamente masculino). (A pesar de ello, en el último curso ya se impusieron los “guateques” con su sexualidad blanca y cristalina).
Se daba gran importancia a las asignaturas de “conducta” y “aplicación”. Ambas han sido ejes básicos en mi vida.
Forzosamente El Colegio de El Pilar dejó una huella muy profunda en mi vida, por lo que me encuentro profundamente satisfecho y agradecido. Los postulados básicos no diferían de los principios recibidos de mis padres.
Estoy, a mi vejez, enormemente orgulloso de ello y profundamente convencido de que no eran valores de circunstancias o modas. Son valores a mi parecer plenamente vigentes y necesarios pero muy extraviados o incluso perdidos por gran parte de la sociedad actual.
Mis nietos están recibiendo en sus casas enseñanzas fundamentalmente similares. Pero no tanto en sus centros escolares en que se ha degradado llamativamente el respeto al profesor, se ha perdido frecuentemente el apoyo de los padres al profesorado, se ha relajado a extremos irracionales la valoración del esfuerzo como la herramienta adecuada para satisfacer los deseos.
No me enseñaron materialismo, odio, relativismo, rencor, soberbia, falsedad, falta de escrúpulos, que por contra son hoy tan bien acogidos. (Y tengo la certeza absoluta de que los agustinos del Centro Universitario María Cristina de El Escorial tampoco han transmitido nada parecido en sus enseñanzas).
Sea donde fuere, los españoles hemos tenido muy mala suerte con muchos de nuestros líderes sociales, ¿o la que merecemos?
Aquí invoco: “¡María, dirige nuestros espíritus y nuestra patria!”, porque estamos muy perdidos (a mi parecer). Pero “a Dios rogando y con el mazo dando”.
3-8-23
CM
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