jueves, 22 de agosto de 2024

 RECUERDOS DE EDICIONES ALTEA

 





(Para Inma, Miguel, Paquita, Rosa, Menchu, los Pepes, Dionisio, Ramón, Manuel, Jesús, los “chavales” Jose, Jose Antonio, Alberto y Fernando, Lola, Manolo, Hurtado, Jesús, Gemma, María Jesús, Isabel, Antonio, a cuantos dejaron este mundo: Nieto, Puncel, Diéguez, Antonio, Paco, Arturo, Rincón y a los que mi torpe memoria me impide recordar ahora pero que también participaron en la fiesta empresarial de Ediciones Altea. Y mi reconocimiento aquí a Alberto, promotor entusiasta de este grupo de “Alteanos”).

 

 

Hace más de cincuenta y un años llegué a la recién nacida editorial. Poco tiempo antes había tenido una cordial entrevista con Baviano (q.e.p.d.) que quiso convencerme de que me integrase en el departamento de personal de Santillana del que él quería alejarse. No, sin duda. Pero sí a la posibilidad de incorporarme a una empresa en ciernes, segregación de las Obras Generales de Santillana.

Conocí pues a Ramón, el recién estrenado director de Altea. Escritor, articulista, poeta y editor. Le manifesté mi total desconocimiento del oficio editorial. Sin embargo, quiso apostar ofreciéndome la responsabilidad de la producción, para lo que me prometió su ayuda. Cautivador él y desmotivado yo de mi vigente trabajo, llegamos a un acuerdo. Quienes me querían lo consideraron un error por la brillante carrera laboral que estaba teniendo en una actividad socialmente bien valorada. Pero quedé seducido por el mundo desconocido que Ramón me expuso en pocas horas.

Comencé así a colaborar con la alegre y emocional Paquita (¡aún recuerdo bien sus lágrimas cuando nos apearon de un concurso público!). En el amplio recibidor también Rosa (inteligencia, rigor y oficio) y Carol (tremenda minifalda y ojos fascinantes; su posterior noviazgo con el director acabó con la marcha de los dos). Inma (todo eficacia, dulzura y belleza), sustituyó a la germana Karen Tim, bastante distinta. El sabio y políglota Miguel, responsable de la dirección editorial; llegamos a ser amigos personales. Ramón se afanaba en redactar y en “aprenderse” la prensa, en compañía del gran Diéguez, acrático de singular figura y gran corazón. Menchu, un lujo de amabilidad y encanto, excelente documentalista. El “estudio”, zona de los artistas gráficos, que ya usaban el rotring en sustitución de tiralíneas y bigoteras, era un espacio creativo donde los Pepes especialistas, la mesura y bondad de Paco y el ingenio de Dionisio, conseguían un ambiente profesional pero muy festivo. María desequilibraba algo la media juvenil de edad, pero su espíritu se contagiaba de forma que entonaba perfectamente, especializada en la edición de trabajos manuales. El pequeño-gran Ramón nos aportó su espléndido conocimiento de la realización editorial y sus singulares discursos. Mención aparte merece el incomparable Eduardo, Eduardo Rincón. Fue él quien realmente me descubrió los primeros pasos del mundo editorial y terminó siendo mi gran maestro de vida. Comunista comprometido (nada que ver con el “progre de salón”), músico grande (pero por sus ideas tardío), todo él humanidad, sabiduría, responsabilidad, lealtad. Discrepábamos en nuestras ideas políticas, lo que para mí supuso una reflexión profunda y un enorme aprendizaje. Respeto y colosal afecto nos unió hasta el final. Mi gratitud eterna.

Los chavales me traían a mal traer cruzando entre coches  General Mola del 81 al 84 (y vuelta) con un atrevimiento sobrecogedor. Inteligentes, esforzados, ávidos de aprender. Jose, “grameador” preciso, nació con una sabiduría extraordinaria, un gran compromiso laboral y madera de líder; Jose Antonio, haciendo siempre equilibrios entre su natural inteligencia, su tenaz trabajo y su corazón inmenso, me ha regalado largamente con su afecto, siempre recíproco; la inquietud juvenil de Alberto, travieso aventurero, avispado y capaz. Era obligado que hiciesen, como han hecho, unas muy exitosas carreras profesionales. Mi más profundo reconocimiento y admiración hacia ellos. Fernando, gran persona, de espíritu algo melancólico y frases lapidarias.

Conmigo se fue formando lo que sería un sólido y capaz equipo de producción editorial: de la Rica, enormemente despierto, trabajador infatigable (arreglando algún que otro entuerto de Zúmel), terminó volando a la prensa donde realizó una formidable carrera. Hurtado entregó su inteligencia al mundo gráfico y se convirtió en el mejor especialista en producción gráfica editorial que he conocido; mis lazos afectivos con él son hondos.

Cuando me encomendaron añadir la responsabilidad comercial a la producción, se incorporó García Girón, sólido, fiable y responsable. A la tarea comercial se sumó Antonio Guerrero, espléndida persona, entregado de lleno a su trabajo y a cubrir las carencias laborales del hijo de un gran empresario. Arturo fue una inmensa persona, absolutamente singular, un ser constantemente creativo y anárquico, conocedor formidable de la literatura infantil y animador incansable a la lectura.

Cuando asumí responsabilidades económicas, siempre disfruté de los conocimientos y ayuda inestimables de Antonio Díaz (con quien tuve la suerte de disfrutar de una buena amistad), Isabel, Cruz y María Jesús.

Cierro esta primera etapa de recuerdos con la incorporación de otra persona extraordinaria, Gemma. Con independencia de mi enorme afecto personal, ella sumaba a una gran personalidad, una clara inteligencia, enorme capacidad de adaptación y una entrega apasionada al trabajo. Comenzó a traernos los sobres con las nóminas. Decidí “robársela” al departamento de personal. ¡Qué lucidez la mía en aquel momento!

Sería injusto que no mencionase aquí a Pacheco y a García Sánchez, (además de otros magníficos colaboradores), que vivieron con vehemencia su participación grandiosa y esencial para el éxito de la editorial.

Os suplico piedad porque, siendo prolijo en exceso, con toda seguridad he dejado de mencionar involuntariamente a alguien o algo. Confío en que vuestra gerosidad permita que no sea imperdonable.

He procurado evitar todo aquello que pudierais considerar conflictivo. Pero, lo cierto es que, acotada nuestra posible aportación al grupo, se ha producido un sonoro silencio.

Yo no puedo permitir silenciar algo que supuso para mi un hito clave en mi trabajo y sustancial en toda mi vida, cuando se me invita a participarlo. Creo que una extraña magia permitió que en el entorno de una empresa mercantil se reuniera y actuase un grupo humano verdaderamente excepcional, excediendo largamente los límites que tal ámbito suele. La magia la tuvimos todos y cada uno de nosotros. Y, además, la empresa mercantil alcanzó un fantástico éxito internacional. ¡Enhorabuena y muchas gracias por todo!

 

CM

 

22-8-2024

 

 

 

 

 


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