Re.: CARTA A LA CIUDADANÍA
- ¡A que me voy! -nos viene a decir usted en su “Carta a la Ciudadanía”, publicada en una red social-.
- Pues, ¡váyase! -le respondo como ciudadano-, no crea que me asusta o conmueve su sugerencia de tufillo amenazante. Y ya que se dirige a mí como ciudadano, me dirigiré a usted con igual dignidad para hacerle algunas consideraciones.
Mire, ciudadano Sánchez, crea que lamento el padecer que sufre por los malos tragos por los que pasa su amada. Pero también le digo que, si la ciudadana Begoña, hubiera sido algo más prudente en su proceder, hasta es posible que este enojoso asunto no se hubiera producido.
Pero es fácil comprender la enorme dificultad de ejercer la prudencia siendo pareja y conviviendo con un campeón de la vanidad y la soberbia, como estimo que es usted. Quizás le sorprenda al decirle que “los ciudadanos” le hemos elegido a usted para que nos sirva y se dedique en cuerpo y alma al elevado menester de facilitar la convivencia entre todos los ciudadanos españoles. Me temo que le sorprenda. Pero no se le eligió para otra cosa.
Y usted, muy al contrario, se ha propuesto construir un muro de división entre los ciudadanos: justo el objetivo contrario de lo encomendado.
Construir un muro de división entre nosotros es una vileza incalificable. Además de una brutal estafa. No es injuriarle (¡Dios me libre!) sino simplemente llamar a las cosas por su nombre: es usted vil y estafador. Lo que, por desgracia, no resultaría hoy día muy chocante en los informativos de los canales de televisión que nos bombardean a diario con tantos casos de seres viles y estafadores.
Pero ¡es que usted preside el Gobierno de España, no es un ciudadano de a pié! Por eso me rechina y desazona tanto su vileza y su fraude. ¿Recuerda lo que prometió solemnemente sobre la Constitución?: por “su conciencia y honor”, “lealtad al Rey”, “guardar y hacer guardar la Constitución”.
¿Qué le ha faltado a usted: ¿conciencia, honor? ¿No entiende en qué consiste guardar y hacer guardar la Constitución?
Por no extenderme indefinidamente obviaré aquí sus innumerables promesas incumplidas y sus rotundas afirmaciones después negadas. Claro que ya nos dijo que usted no mentía, sino que cambiaba de opinión; ¡un fantástico campeón de variación de juicio o concepto! La veleta de sus conceptos gira bien engrasada. Desconcertante, señor mío, para ciudadanos como yo.
Creo que dedica usted gran (quizás la mayor) parte de su carta a transmitirnos que usted y sus apóstoles son “los buenos” y los demás, “los malos”. Cuando pasa a etiquetarlos logra confundirme totalmente; los buenos son, dice, los “progresistas”, o sea: ¿los vascos de las armas asesinas?, ¿los vascos de “Dios y las tradiciones viejas”?, ¿la más rancia “derechona” catalana?, ¿el grupo que ha creado usted vampirizando al Socialista?, ¿los que representan a los “progresistas” comunistas? Ahí no puedo estar en más profundo desacuerdo con su etiquetaje.
Deseo de corazón que las acusaciones a su esposa no pasen de ser insidias y no merezca otra reprobación que la falta de prudencia a que arriba me referí. Debería quizás considerar que del poder emanan siempre unos efluvios que atraen irresistiblemente a aventureros, cuando no delincuentes.
Confío en que su retiro de reflexión sea fecundo y, si fuera posible, diera cabida a las consideraciones que le aporto, de manera que, si decidiera quedarse (lo tengo por ya decidido), se reincorporase como una persona nueva (aunque personalmente lo estime tan imposible como deseable).
25-4-2024
CM (un ciudadano de a pie).
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