domingo, 13 de agosto de 2023

 GUERRA

 

 

Adopto aquí su definición como lucha o combate, aunque sea en sentido moral. (RAE)

 

ARES



Estoy a medio leer (con alguna posibilidad de no terminar) una novela que me recomendaron sobre la inmediata postguerra civil española. Creo que el autor escribe bien, sin entusiasmar. Pero lo que me hace mella es que plantea (en el fondo y la superficie) una historia de buenos y malos (nada original), rancio maniqueismo. 

 


Desde mi más tierna infancia y durante años todas las historias que me llegaban eran efectivamente de buenos y malos, como ocurre frecuentemente ahora. Pero con una diferencia capital: antes, los “buenos” eran siempre los ganadores, los más guapos y fornidos, los que cabalgaban en los más veloces caballos, los que carecían de conflictos sexuales (o no constaban), muy al contrario la guapa y el fuerte solían emparejar felizmente. Y los “malos” lo eran sin contemplaciones, perversos, feos y desaliñados y su mal comportamiento alcanzaba a las mujeres, que les rechazaban. En aquel esquema los buenos siempre terminaban ganando y los malos perdiendo (muy a menudo la vida o bien recluidos en calabozos infames). 



El bueno siempre era un maestro en el manejo del revólver o de la espada, era justo, limpio, de buenas maneras y muy seductor. No había otra posibilidad más que el bueno fuera el ganador.

 


El cambio argumental en las narraciones actuales es radical: los buenos son los perdedores, los más ilustrados, los sometidos a la injusticia bárbara de unos ganadores sin entrañas, perversos, abusadores de los más débiles (de mujeres y niños muy frecuentemente), cobardes pero siempre apoyados en la fuerza bruta. Los “buenos” son víctimas de una sociedad que les margina, les atropella y les desprecia como seres humanos. Y los “malos” son dominantes, violentos, desprecian la cultura y, a veces, forman parte de un grupo religioso que no duda poseer la verdad y la justicia. Los buenos son pobres obreros cultivados y los malos ricos patronos incultos.

 

Ambos planteamientos contrapuestos suelen encerrar intenciones moralizadoras: antes la justicia y la libertad; ahora la igualdad y la rebeldía. Son planteamientos estereotipados que me aburren soberanamente por repetitivos, predecibles y faltos de imaginación. Pero sí me parece que la “bondad” y la “maldad” merecen alguna reflexión. Sobre ambas sabios e ilustres pensadores y filósofos han reflexionado y escrito largo y tendido. Desde luego no tengo nada para aportar a tal nivel. Pero sí algún mínimo comentario sobre la experiencia que acumulo, que va siendo dilatada.

 

Siempre, siempre, parto yo del individuo para quizás cavilar después sobre el colectivo. Creo que ser bueno consiste en desear y dar al prójimo lo que uno quiere que el prójimo le desee y dé a uno. No existe grupo, por bueno que sea, que garantice que cada uno de sus individuos sea bueno, aunque lo favorezca grandemente. Ni existe que un muy buen individuo haga forzosamente bueno al grupo al que pertenezca, aunque lo facilite en gran manera. El argumento se hace evidente en los equipos deportivos de competición. Y, desde luego, el sólo hecho de ser el ganador o perdedor de una contienda es indiferente para calificar el grado de bondad o maldad moral de cada persona involucrada.

 


Veo comportamientos muy infantiles en que algunos se desenvuelven con agresividad (pegan sin razón alguna a otros niños o les arrebatan sus juguetes) y muchos cuidadores-educadores pasan de rectificar las malas acciones: “son niños, qué quiere, y tiene que ser feliz la criatura”. Pues quiero que desde la más tierna infancia se enseñe a los niños que pegar a otro está mal, que quitar los juguetes a otro está mal, que el niño debe rectificar esas conductas o que, de no hacerlo, recibirá un castigo que le va a reducir su felicidad. 

 


Y quiero que, cuando más tarde inicie su convivencia en un centro escolar, sepa que al maestro hay que obedecerle, hay que respetarlo o, si no lo hace, debe sufrir un castigo en que docente y padres estén en un mismo y único bando: la educación. Ser feliz, ¿a cualquier precio, sin límites? 

 



Me viene a la cabeza un pensamiento escrito por mi admirado Max Aub, en alguna de sus espléndidas novelas sobre nuestra guerra civil un miliciano le pregunta a otro: “¿pero para ti qué es la libertad?”. Y la respuesta: “para mear donde me de la gana”. Semejante barbaridad es preciso atacarla con la educación: “no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti”. O sea no te puede dar la gana mear en la puerta de otro. Si lo haces, se te castigará. Principio básico de convivencia.

 



Y no veo justificación que altere los principios básicos de la convivencia: el respeto al prójimo venga de donde venga, piense lo que piense, con la necesaria exigencia de reciprocidad.

 

La vida en comunidad exige que los principios básicos de convivencia  se plasmen en reglas jurídicas para que el orden y la justicia permitan la misma. La comunidad llega por tanto a establecer normas jurídicas y las penas a imponer a quienes no las cumplan. Para que la Ley no quede en pura entelequia es imprescindible establecer las penas a aplicar a quienes la infrinjan. No se trata sólo de condenar moralmente al que mata o al que roba a otro, sino de determinar cuál debe ser la condena jurídica, la pena a aplicar a quien lo cometa. Y que se cumpla cabalmente en los términos fijados por el juzgador.

 


Las Leyes  básicas (no matar, no robar, …) son inmutables en una sociedad sana. Las leyes puramente civiles (limitar la velocidad de vehículos) son mutables. Y las leyes consuetudinarias son cambiantes según la sociedad va modificando los usos y costumbres (desnudarse en público en lugares determinados). Ningún nivel debe contravenir al superior: una ley civil debe estar sometida a las leyes básicas. Si no es así se produce inevitablemente tensión e inseguridad en la convivencia. Por otra parte, las leyes civiles deben dar cobertura a los usos y costumbres con agilidad.

 

La labor por tanto del legislador es absolutamente clave para mantener y facilitar la convivencia pacífica del grupo social.

 


La guerra es la expresión última y más grave de los conflictos sociales. Las motivaciones son diversas pero en todas ellas esta presente la ausencia de respeto. La guerra es una gran degradación y un inmenso fracaso humanos, siempre indeseable.

 

Entre vecinos lo más común es que una guerra estalle por conflictos fronterizos, menos frecuentes en territorios yermos, sin recursos económicos ni posición estratégica valiosa. Entre quienes no son vecinos lo más  habitual es que se produzcan por motivo de la hegemonía en el poder, que responde normalmente a intereses económicos. La conocida como guerra civil aporta la crueldad añadida de resquebrajar la sociedad hasta su célula básica, hasta la propia familia por enfrentar a sus miembros (padres, hijos, hermanos); restañar las heridas causadas es más complejo porque es el mismo grupo social el que, al mismo tiempo, gana y pierde el enfrentamiento; además abre la oportunidad de cobrarse pendencias, envidias y deseos inconfesables estrictamente privados. En definitiva, es extraño que no existan razones económicas, más o menos evidentes, en el estallido de las guerras. Igualmente es extraño que no existan razones de opresión o humillación entre los factores desencadenantes de las guerras. De cualquier forma para todas las contiendas creo que vale la misma consideración: “son unos pocos (usualmente de mayor edad) los que deciden la guerra; son muchos quienes la hacen (principalmente jóvenes y actualmente ninguno de los que la proclamaron); y todos, los que la sufren (sobre todo los más débiles). Los que las declaran no las sufren (al menos hasta que las pierden)”.

 



Pertenezco a una generación muy privilegiada: no hemos tenido que decidir, hacer ni sufrir una guerra. Sin embargo, hemos relajado tanto el respeto por el otro, la educación, la defensa de los principios morales básicos, la seguridad jurídica que aportan las leyes y sus aplicadores (jueces) que estamos poniendo en gran peligro una convivencia justa, libre, digna y pacífica. Por una parte porque nuestros gobernantes han tomado al asalto el feudo de los legisladores y de los jueces sometiéndolos a sus intereses de poder y, por otra parte, porque fomentando el rencor, el odio, la revancha, la mentira, se esta tensionando de tal forma la convivencia que pudiera llegar a lo que no hemos vivido, a la guerra. Si, Dios no lo quiera, ocurriese, todos, absolutamente todos, tendríamos nuestros gramos de responsabilidad, aunque en algunos se tornen los gramos en quintales.

 



Que gobiernen un país quienes odian ese país es, además de absurdo, suicida. Porque pueden alcanzar su objetivo, destruir a España y llevarnos a todos (azules, rojos, verdes y mediopensionistas) por delante. Y todo bajo la sombra de quien asume la obligación de defender a la patria España y de mejorar la convivencia entre todos los españoles con los recursos que los españoles hemos puesto en sus manos. ¿Traición de lesa patria?

 

 

 

13-8-23

 

 

CM

 

 

 

 

 

 

 







jueves, 10 de agosto de 2023

 MNEMÓSINE-LA MEMORIA

 

“La memoria es el don más apreciado de la vida” (Ramón y Cajal).

“La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda” (García Márquez).

 




Comienzo recordando que en la mitología griega la diosa Mnemósine era una titánide, hija de Urano y Gea (nada menos). Ella representa la Memoria en un amplísimo campo: “sabe todo lo que ha sido, lo que es y lo que será”. A través de los enormes ojos de la memoria podemos evocar el pasado y nos permite a los humanos conocernos a nosotros mismos, organizar el tiempo en pasado, presente y futuro y coleccionar los eventos del pasado. Es decir, un inmenso poder para la vida humana.

 

Además, en la Antigua Grecia, carente de libros, de prensa, de radio, de televisión, de internet, de teléfonos celulares (¡es fantástico que con tales carencias fueran capaces de construir una formidable civilización, fuente de otras posteriores y cimiento de la occidental! Hoy, con todos los dichos medios y una formidable tecnología asistimos a una gravísima degradación de nuestra cultura). Digo que, además, en la Antigua Grecia, tan aparentemente falta de recursos, la transmisión oral era absolutamente clave. La Memoria, Mnemósine, era vital para aquellos griegos.

 


La formidable Mnemósine inventó el lenguaje y las palabras y dio nombre a las cosas. ¡Permitió la comunicación entre humanos expresándonos y entendiéndonos! (¡hoy en España hay gente que pone trabas a que nos entendamos en español, uno de los principales idiomas de éste mundo!). Repito que inventó el lenguaje sin las tecnologías de que ahora disfrutamos y a las que muy frecuentemente nos encontramos sometidos. La dimensión por tanto de la diosa de la que hoy me ocupo era formidable y su poder magnífico.

 


En honor a Mnemósine, frente al oráculo de Lebadía, existía una fuente. Los humanos podían decidir:

         Quedarse con su memoria y beber de la fuente de Mnemósine,

         Dejar en el olvido su pasado y beber de la fuente Leteo.

En la época estaba extendida la creencia de la reencarnación y muchos optaban por “borrar” sus recuerdos al emprender su nueva vida.

 

Encuentro una relación curiosa de tales posturas enfrentadas en la mitología griega con los que hoy se afanan por borrar la memoria colectiva y “crear” una historia acomodada a sus intereses y muy distinta a los reales hechos acaecidos. 

A tal punto que los últimos dos dirigentes pseudosocialistas, Rodriguez Zapatero y Pedro Sánchez, nos han llevado a los españoles a beber de la fuente Leteo y, una vez borrados nuestros recuerdos, a inocularnos una falsa memoria de un cruel pasado: explotó una condenable guerra civil que sangró a España durante tres años, en la que finalmente resultaron vencedores los denominados “Nacionales” y vencidos los llamados “Republicanos”. Penosísimo hecho que quedó cerrado con el triunfo de los primeros y la derrota de los otros. Hasta que los nefastos líderes pseudosocialistas se empeñaron en reabrir la pendencia (tremenda desgracia también para todos los españoles). Con las delirantemente denominadas leyes de “memoria histórica” y “memoria democrática” han hecho lo posible por volver a oponer a los españoles en dos bandos encarnizadamente enfrentados. Para librarse del embuste no basta la tecnología (tantas veces y tan fácilmente manipulada), hay que recurrir a la antigua sabiduría mítica de Mnemósine.

 

El caso es que, aburridos los dioses de los formidables fiestorros de que disfrutaban en el Olimpo, pidieron a Zeus (el Jefe) que hiciese algo por amenizar los jolgorios.


 Para entonces Zéus ya le tenía echado el ojo a una diosa singular, enormemente inteligente, muy bella y muy poderosa: Mnemósine. Urdió un plan para conseguir fornicar con ella: se disfrazó de pastorcillo y se presentó con toda su divina sabiduría y labia a la diosa. Mantuvieron gratificantes relaciones sexuales durante nueve días. Resultado de ello, tras el periodo de gestación, Mnemósine parió en nueve días consecutivos a nueve espléndidas mozas: las Musas.

 



Llegado el tiempo las nueve Musas amenizaron (¡y de qué manera!) las fiestas del Olimpo. Recitaban historias y poemas, relataban los más interesantes episodios históricos, cantaban, bailaban, elaboraban discursos imponentes, desentrañaban los misterios astronómicos y astrológicos. Una verdadera locura para gentes (los dioses) más habituados a valorar las excelencias del intelecto aunque para nada reacios a los placeres eróticos y cachondones que tantos bienes aportan también al alma y al cuerpo.

 


La musa entrañable que me inspiraba ha marchado a chapotear en las aguas marinas para aliviar el fuego bochornoso con que su divino padre ha tenido a bien regalarnos estos días. Al quedar mis decires sin aliento ni amparo, debo suspender aquí mi trova fascinada ante la fabulosa Mnemósine.



PS: de un tiempo acá se están produciendo modificaciones llamativas en el funcionamiento de mi memoria. Es muy fastidioso extraviarla cuando de los sucesos más recientes se trata: “¿cuando dejé aquí mi teléfono?”, “¿Donde puse las llaves del coche?”, “¿cuando me has pedido eso; seguro?”. Por contra, sin pretenderlo, afloran en mi cabeza recuerdos antiguos (de mi niñez, de mi primera juventud) que tenia sepultados en el olvido. Como esto segundo no resuelve las pérdidas más recientes he de decir que resulta enojoso y muy poco práctico. En fin, es lo que hay.

 

 

10-8-23

 

 

CM     

martes, 8 de agosto de 2023

 EL VELLOCINO DE ORO

 

Versión libérrima de la narración mitológica griega

 

 


 

Se cuenta que en un lugar llamado Hispania-Yolco el desánimo, la tristeza y la mala convivencia habían penetrado en el corazón de sus habitantes. Hacía tiempo que les habían arrebatado el Vellocino de Oro y con él, la Justicia y la Dignidad. Gobernaba Pelias-Sánchez, personaje feroz, maldito, que no había dudado en deshacerse de cuantos suponían un obstáculo a su poder, fueran lejanos o muy, muy próximos. Pelias-Sánchez desconocía la sinceridad, la lealtad, el compromiso. Pero era un habilísimo maniobrero que había alcanzado la gobernación de su pueblo torticeramente. Siendo un semidiós no se le reconocía ninguna de las virtudes atribuidas a aquellos aunque él estaba convencido de ser un dios principal. Para hacerse y mantenerse en el poder se deshizo de algunos, exilió a otros, pactó con los peores y anuló a los mejores. Desconfiado, como toda alma negra, consultó al oráculo a quién debía temer y obtuvo la respuesta de que se cuidase de quien llegara descalzo de un pie.

 

Cierto día se presentó en la plaza pública Feijóo-Jasón, se encaró con Pelias-Sánchez y le reclamó que le entregara el gobierno que en justicia le correspondía. Naturalmente el gobernante se negó y puesto que Feijóo-Jasón se presentaba con credenciales bastantes que respaldaban su reclamación y, además, era notorio que le faltaba una sandalia, Pelias-Sánchez le puso como condición para entregarle el Gobierno que recuperase el Vellocino de Oro.

 


Feijóo-Jasón aceptó y seleccionó a los mejores (ésta es la parte que menos me creo), encargó la construcción de una fuerte nave: Argo. Aunque tengo mis dudas sobre la selección que hizo para acompañarle, es cierto que en el grupo estaba la inteligente y gran guerrera Alvarez de Toledo-Hércules. Tomando el grupo su nombre del magnífico barco, dieron en llamarse Los Argonautas que prontamente iniciaron un viaje repleto de dificultades y aventuras en busca del Vellocino de Oro.

 




El destino era Cólquida, en el mar Negro. Desembarcaron primero en la isla de Lemnos en la que (dicen) solo habitaban mujeres dirigidas por la iluminada Montero-Hipsipila. Tan bravas y belicosas se mostraron que abreviaron en reponer agua potable y reemprendieron ruta con rapidez. 

 




En Tracia encontraron a Fineo que fue castigado por Zeus a la ceguera y que era atacado por las pérfidas Arpías, despiadados seres voladores que le robaban la comida. Inicialmente eran dos seres crueles, Erc-Aelo y Juntsxc-Ocípete (ambas con marcado acento catalán lo que era increíble en aquellos tiempos y tierras). Los Argonautas atacaron a las Arpías y consiguieron espantarlas para siempre(¿). Fineo, agradecido, les indicó la mejor ruta para llegar a su destino.

 



Tras muchos tropiezos y sinsabores Feijóo-Jasón y los Argonautas lograron llegar a La Cólquida y solicitó al rey Eetes que le entregara el Vellocino de Oro. Éste accedió a condición de que previamente domesticara a dos inmensos y terribles toros con pezuñas de bronce que despedían fuego por las fauces y que les unciera y labrase con ellos el campo consagrado a Ares y sembrara dientes de dragón y luchara contra los guerreros que nacían de los dientes. 

 






Feijóo-Jasón no imaginaba forma de enfrentarse a tal prueba. Pero, por fortuna, conoció en La Cónquida a la hija del rey, Ayuso-Medea, mujer de gran belleza que poseía enormes poderes mágicos, gran hechicera, mujer autónoma, con gran capacidad de decisión y apasionada. Impactada por Feijóo-Jasón le propuso ayudarle si él se comprometía a llevarla con él  en el viaje de regreso e incorporarla a su gobierno. Él no lo dudó un momento y le rogó que le auxiliara. Así fue como ella preparó una pócima que le hacía invulnerable al calor que despedía el fuego de los “Khalkotauroi” lo que le permitió sembrar el campo de Ares con los dientes de dragón.



Enseguida comenzaron a salir de la tierra numerosos y agresivos guerreros que se autodenominaban Gudaris. Nuevamente fue Ayuso-Medea quien le indicó la manera de combatirlos. Le dijo que cogiera una piedra y la lanzara en el centro de los guerreros. El efecto fue fulminante, los guerreros se organizaron inmediatamente en dos bandos que se lanzaron enloquecidamente a conseguir la piedra. Se destrozaron entre ellos. 


Pero el rey Eetes se resistió a cumplir su promesa. Entonces Ayuso-Medea acudió por la noche donde se encontraba el Vellocino de Oro custodiado por la terrible serpiente. Pero no se arredró, preparó un veneno especial que acabó con la serpiente, descolgó el Vellocino de Oro que colgaba de una rama y corrió con él hasta el barco Argo. Embarcaron rápidamente todos emprendiendo el viaje de regreso.

 


En el camino de vuelta tuvieron que enfrentarse con los Gigantes de Seis Brazos, con los Acantilados Móviles y con el gigantesco Hombre de Bronce que recorría la costa vigilando incansable. Siempre fueron definitivas las aportaciones de Ayuso-Medea: con su sortilegio volvió  loco a Talos, el Hombre de Bronce.

 


De regreso finalmente a Hispania-Yolco, Feijóo-Jasón presentó al usurpador Pelias-Sánchez el Vellocino de Oro comprometido. Pero lo rechazó, incumpliendo su acuerdo de entregarle el gobierno (parece evidente que no le interesaba ni la Justicia ni la Dignidad). 

 


Ayuso-Medea no se rinde: habla con las hijas de Pelias-Sánchez y las convence de que si matan a su padre y troceado lo meten dentro de un gran caldero de líquido mágico hirviendo, saldría rejuvenecido. Las hijas caen en la trampa y matan a su padre.

 

Aquí dejo la narración semimitológica porque los aconteceres siguientes derivan en nuevos relatos de gran enjundia pero el objetivo que me vino a la mente creo que queda cumplido con éste final. ¡Zeus lo permita!

 

⭐️⭐️⭐️

 

 


Varios siglos más tarde de tales aventuras y desventuras, en 1429, el duque de Borgoña y conde de Flandes fundó la Insigne Orden del Toisón de Oro, una de las más principales, prestigiosas y antiguas órdenes de caballería de Europa. Con la elección simbólica del Vellocino de Oro el duque hacía referencia a la leyenda de Jasón y los Argonautas. Su lema “Ante ferit quam flamma micet” (hiere antes de que se vea la llama) continúa sorprendentemente vigente (u olvidada). La Orden se dividió en dos ramas: de la española es hoy Gran Maestre el Rey de España Felipe VI y de la austríaca el Archiduque Carlos de Habsburgo-Lorena.

 

 

8-8-23

 

CM

 

 

 

 

 

 

jueves, 3 de agosto de 2023

 MARÍA DUCE RELIGIONI ET PATRIAE

 

 





Durante once años de mi vida escolar pasé a diario bajo la leyenda en latín “María Dirige la Religión y el País” grabada en el frontis de la gran doble escalinata exterior de piedra que daba acceso a la planta principal del Colegio de El Pilar. Desde ella arrancaba otra amplia escalinata interior de piedra que conducía a la segunda planta. Sobre esa segunda escalinata, se leía la leyenda “La Verdad Os Hará Libres”.

 





El primer lema era la natural encomienda a la Virgen María (el colegio estaba regido por una congregación Mariana) como conductora, a quien se consagra el futuro de la Religión y de nuestro País. Emblema muy anterior a nuestra guerra civil y, por tanto, ajeno a cualquier planteamiento político.

 





La segunda máxima corresponde a las palabras dirigidas por  Jesucristo a los judíos según el evangelio de San Juan. Se refiere a la esclavitud a que somete el pecado y cómo siguiendo la Verdad de Jesucristo y combatiendo el pecado se alcanza la libertad.

 





Entre los años 1953 y 1964 (pleno franquismo) me formé en un colegio religioso. Con la perspectiva de los años puedo asegurar que era un centro escolar fundamentalmente liberal: jamás oí hablar allí de Franco (mucho menos de Primo de Rivera) más allá de una somera información de hechos. Jamás aprendí más himnos que el del colegio y alguno a la Virgen María. 


En los meses de Mayo las clases se adornaban (y competíamos) con pequeños altares dedicados a la Virgen, muy adornados de flores. Al entrar en cada clase rezábamos (en pie, junto al pupitre) un “Avemaría”. Los jueves, a nuestra libre voluntad, había confesiones y comuniones o, alternativamente, lectura en clase. 


En las Semanas Santas acudíamos a la capilla principal para celebrar el Viacrucis. Jamás sufrimos ningún tipo de castigo corporal. Ni tuve noticias de ningún tipo de abuso por el profesorado, en parte religiosos y en parte seglares. 







Se celebraba por todo lo alto el Domund: a cada alumno una hucha de barro (un negrito, un chino, un indio, …) y se establecía una excitante competición entre todas las clases por la recaudación para las Misiones que se representaba en un enorme panel (que tapaba la escalera principal) mediante termómetros o muñequitos ciclistas que facilitaban ver el progreso del campeonato (la clase ganadora iba un día de excursión a la Herrería en El Escorial). 


Y el otro gran acontecimiento religioso lo suponían las Navidades. No existían los abetos. Se multiplicaban los “nacimientos” entre los diversos cursos y uno más artístico, con figuras grandes, representaba a todo el colegio. 






El día grande era el doce de octubre, festividad de Nuestra Señora del Pilar. El acto principal era una misa en el Patio Central donde lograban congregar a todo el colegio.

 

En Preu, me apunté a los llamados “grupos de vida en gracia” cuyo objeto más llamativo era acompañar a un profesor los fines de semana a un  poblado de chabolas, para enseñar a leer a quienes lo deseasen.  (Más tarde repetí la experiencia en el campamento del ejército en La Granja (El Robledo) con idéntico agradecimiento de los reclutas analfabetos).

 


Claro que teníamos clases de Religión (Historia Sagrada y Evangelios) que con la Gimnasia y el Francés ocupaban un menor nivel entre las asignaturas (las “marías”).

 

 





Había (muy estimulada por los profesores) una afición enorme a los deportes que mejor permitían las instalaciones: jóquey sobre patines, balonmano, baloncesto y frontón. El fútbol decayó cuando los Marianistas vendieron el gran solar de Castelló frente al colegio y el piso de tierra quedó reducido a un espacio muy menor.

 








¿Qué me enseñaron entonces aparte de Lengua, Matemáticas, Literatura, Física, Química, Naturales, Geografía, Historia, Latín, Griego,..?: a ser persona, a aprender a pensar, a ser buena persona, a ser solidario, a no mentir, al valor de la amistad, de la confianza, de la dignidad, de la lealtad, a saludar “correctamente”, a respetar a los demás y a sus pareceres, a los mimbres de la democracia (todo se decidía por mayoría simple), a respetar a los mayores, a defender al débil,  a prometer con total compromiso, a que los objetivos se alcanzan con esfuerzo, a la supremacía de los bienes espirituales sobre los materiales. 






Los profesores no eran “colegas” aunque alguno jugase al fútbol con nosotros (en sotana), eran personas enormemente respetables y respetadas. 


Cierto que había algo de obsesión en que no nos relacionásemos con las chicas (el de enfrente era un gran colegio femenino y el mío era un centro exclusivamente masculino). (A pesar de ello, en el último curso ya se impusieron los “guateques” con su sexualidad blanca y cristalina).

 

Se daba gran importancia a las asignaturas de “conducta” y “aplicación”. Ambas han sido ejes básicos en mi vida.

 





Forzosamente El Colegio de El Pilar dejó una huella muy profunda en mi vida, por lo que me encuentro profundamente satisfecho y agradecido. Los postulados básicos no diferían de los principios recibidos de mis padres. 


Estoy, a mi vejez, enormemente orgulloso de ello y profundamente convencido de que no eran valores de circunstancias o modas. Son valores a mi parecer plenamente vigentes y necesarios pero muy extraviados o incluso perdidos por gran parte de la sociedad actual.

 

Mis nietos están recibiendo en sus casas enseñanzas fundamentalmente similares. Pero no tanto en sus centros escolares en que se ha degradado llamativamente el respeto al profesor, se ha perdido frecuentemente el apoyo de los padres al profesorado, se ha relajado a extremos irracionales la valoración del esfuerzo como la herramienta adecuada para satisfacer los deseos. 

 

No me enseñaron materialismo, odio, relativismo, rencor, soberbia, falsedad, falta de escrúpulos, que por contra son hoy tan bien acogidos. (Y tengo la certeza absoluta de que los agustinos del Centro Universitario María Cristina de El Escorial tampoco han transmitido nada parecido en sus enseñanzas). 


Sea donde fuere, los españoles hemos tenido muy mala suerte con muchos de nuestros líderes sociales, ¿o la que merecemos?

 





Aquí invoco: “¡María, dirige nuestros espíritus y nuestra patria!”, porque estamos muy perdidos (a mi parecer). Pero “a Dios rogando y con el mazo dando”.

 

 

 

3-8-23

 

 

CM