LOS CHICOS DEL CORO
Ayer cobré un regalo de Reyes Magos. ¡Magnífico! Primero porque gocé de la compañía de mi querida hija, la Reina Maga. Después porque disfruté de un espectáculo de teatro musical delicioso que se desarrolla en el internado “Fond de l’Ètang” en la Francia de 1940. No están los musicales entre mis preferencias, y, además, tenía un magnífico recuerdo de la película, lo que me producía cierto recelo. Quizás por ello me impactó mucho más. Creo que es técnicamente irreprochable: espléndidos actores-cantantes, dirección de escena, eficaz iluminación, perfecta música y sonido, decorados apropiados, efectos especiales, … y un grupo de niños cantantes-actores cautivadores, una exhibición de talento. Todo ello al servicio de una historia sólida y emocionante de unos chavales huérfanos, desarraigados, en un internado fábrica de marginales, a quienes salva un humilde maestro fracasado, pero tremendamente humano, sirviéndose de la mágica herramienta de la música. Saca lo mejor de cada uno de ellos integrándolos en un encantador coro que les abre las puertas de la esperanza y la libertad: “Los Chicos del Coro”. La dureza del fondo de la obra se salpica de eficaces pinceladas de humor inteligente, ingrediente de oportuno valor. En éste sentido considero un gran acierto que el musical incorpore una encantadora profesora de matemáticas con un reducido número de alumnas que le aporta a la obra una distensión eficaz.
Los niños, víctimas indefensas de una guerra de adultos (como siempre) y de una autoridad esclavizante, agresiva (“acción-reacción”) que irremediablemente los condena a la exclusión.
El director del internado ejerce una autoridad tiránica, desdeña educar a los niños porque considera que son insalvables, casos perdidos.
El jardinero es un hombre humilde, pero de gran humanidad, que intenta mediar entre el estricto director y las desdichadas criaturas.
Finalmente, el profesor “sustituto”, músico frustrado, antihéroe sensible, afronta al grupo de alumnos con el ánimo de transmitirles dignidad humana, esperanza de integrarse en la sociedad, salir del fondo del estanque. Utilizando paciencia, una autoridad respetuosa y el formidable instrumento de la música consigue ganar la confianza primero y el aprecio después de los chavales haciéndoles formar parte de un coro. Con ilusión y tenacidad consigue armar un conjunto vocal armonioso a partir de un inicio desalentador. Estudia y trabaja primero con cada uno de los chicos. Luego les hace partícipes, protagonistas, de un gran conjunto coral. Les rescata para la vida, para la libertad.
Un enorme regalo para el alma. Después, (tras mil años), de la mano de mi hija, el asombroso espectáculo nocturno madrileño con docenas de locales abarrotados, interior y terrazas, de una inmensa cantidad de jóvenes de todo color y raza celebrando animadamente el don de la vida joven. Además, bocatas de calamares y vermut de barril celestiales.
Todo ello motivo de alivio y alegría, bálsamos milagrosos en este entorno agresivo, inhumano y frustrador en que estamos metidos.
Aire fresco por el amor, el talento y la esperanza.
Muchas gracias.
CM
24-1-2024
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