Pero también alertar sobre el peligro grave de dejar que sean los ángeles quienes hagan el trabajo. Porque, ¿qué pasa si los ángeles se duermen o no acuden al tajo? A DIOS ROGANDO, PERO CON EL MAZO DANDO.
Lástima que entre sus mejores virtudes no conste la de trabajador infatigable. Porque, en éstos momento, nos vendría de perilla.
San Isidro, (1080 - 1130), huérfano muy joven, trabajó como pocero hasta que finalmente se empleó como labrador (una mejora laboral).
En 1110, Isidro se trasladó a Torrelaguna, donde continuó dedicado al trabajo y a la oración. Contrajo matrimonio con María, natural de Uceda, propietaria de algunas tierras que se dedicaron a labrar (una mejora social; pasa a ser autónomo).
Isidro y María eran piadosos, devotos y laboriosos. Dios los benefició con su ayuda innumerables veces: salvó milagrosamente a su hijo único que había caído en un profundo pozo; o permitió a María librarse de los infundios de infidelidad que contra ella lanzaban las gentes; o dos ángeles ayudaban a Isidro a arar más rápido tras haberse detenido éste anteriormente a rezar en todas las parroquias por las que pasaba de camino al trabajo (no tenía que fichar).
En 1119, Isidro volvió de nuevo a Madrid, y entró a trabajar como jornalero agricultor (tira la toalla como autónomo y vuelta a emplearse por cuenta ajena). Vivió junto a la iglesia de san Andrés, donde oía la misa del alba todas las mañanas. Daba cuanto tenía a los menesterosos.
El matrimonio decidió separarse “para llevar una vida de santidad” (motivo imaginativo donde los haya); marchó Isidro a Madrid, mientras María quedaba en Caraquiz.
A Isidro, como pobre de solemnidad que era, se le enterró en el cementerio de la parroquia de san Andrés, en una tosca caja de madera. Al cabo de cuarenta años, se exhumó el cuerpo y se le dio sepultura en el interior del templo. Se vio entonces que todavía se conservaba entero y de color tan natural como si estuviera vivo.
El 19 de junio de 1622, Isidro fue canonizado por el papa Gregorio XV, junto a santa Teresa, san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y san Felipe Neri (un grupo de primera).
En 1657 se comenzó a levantar la capilla de san Isidro -primer ejemplo del barroco madrileño-, aneja a la iglesia de san Andrés.
El 4 de febrero de 1789, Carlos III ordenó que la urna fuera instalada en el antiguo Colegio Imperial, que pasó a llamarse entonces Iglesia Real de San Isidro, y que luego sería la catedral de Madrid.
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