viernes, 18 de mayo de 2012

NUESTROS JOVENES NOS LLEVAN A LA CIMA (si nos dejamos)

     Estoy impresionado por la preparación y determinación de muchos de nuestros jóvenes. Tienen conocimientos, adiestramiento, espíritu e ilusión de llegar a la cima. Me impresionan y me emocionan. Me impresionan porque luchan como titanes cuando estamos metidos de lleno en una tormenta atroz. Y me emocionan porque son derribados y se vuelven a levantar sin entretenerse en quejarse. 
     Aquí me centraré en tres experiencias personales muy próximas: mis propios hijos, el personal sanitario que me atendió y con el que conviví dos semanas y el personal gestor de la oficina bancaria donde está mi ahorro. 
      Por razones totalmente distintas mis dos hijos decidieron hace pocos años emprender la escalada por sí mismos. En actividades que únicamente se asemejan en que a ambos les apasionan. Cada uno por su lado invirtieron sus ahorros (obtenidos en sus primeros años de trabajar por cuenta ajena) en formarse sólidamente en las especialidades de sus sueños.  
     Mi hija se ha convertido en una coach de reconocido prestigio: especializada en analizar los procesos de relaciones humanas y de trabajo entre los grupos profesionales, identificar fallos y puntos de mejora y proporcionar las herramientas más adecuadas para corregirlos y alcanzarlos.  
     Mi hijo hizo de su natural vocación a viajar un proyecto empresarial: la preparación rigurosa y al detalle de viajes adaptados a las necesidades y gustos de cada sujeto dentro del ámbito europeo.  
     Una de las partes mas gélidas de la dificultad que encuentra mi hija en la ascensión proviene de quienes, ya instalados en cotas de comodidad, exigen peaje por el paso. O, incluso, torpedean el paso: "tengo relaciones, detecto necesidades en mis contactos que solo tu puedes atender; si te interesa, me pagas una comisión (¿portazgo?), o, mejor aún, me facturas a mí el servicio que ya sabré yo como tengo que cobrar a mi cliente (el que necesita lo que yo no se darle y tu sí)". Se trata de gentes que ya tienen jalonada la ruta, que no desean compartir, aunque te necesiten, y que, además de nutrirse de tu trabajo, procuran que no alcances la plataforma confortable en que ellos ya están afincados.  
     Mi hijo lucha en la soledad del paraíso natural donde vive porque su hora de trabajo intelectual y creativo no tenga mucha peor remuneración que la de un auxiliar de peón agrícola. Como su único vehículo se llama Internet, tiene que luchar contra la conciencia colectiva de que el tal vehículo es gratis total para cualquiera que lo quiera usar y contra las limitaciones técnicas de un país muy atrasado en sus comunicaciones. 
      Ambos son prototipos de los emprendedores españoles: lo primero (o lo único,en ocasiones), pagar impuestos. ¡O subes sin cuerdas, o te las fabricas tú; y no pises fuera del terreno marcado (frecuentemente por ignorantes inútiles) porque te arreo un multazo de no te menees! ¡Hay que ascender, a pesar de la casta política y de papá estado! 
      Los dos apuestan por la colaboración convencidos de que pueden aportar valor y que, unido a los valores de otros, se multiplican exponencialmente. Y en ese convencimiento van encontrando a otros jóvenes heroicos dispuestos a esforzarse, sufrir y ejercer la solidaridad (ejercer y no decir). 
     En dos semanas de hospitalización recibí lecciones constantes de los jóvenes equipos de sanitarios. Entregados absolutamente a una causa imposible si no media la vocación solidaria. Porque están en trato constante con la enfermedad, el deterioro y el dolor. Han sabido hacer de un medio tan hostil el marco de desarrollo natural de su trabajo. Combinando milagrosamente el apego al enfermo con la distancia que les exige su penosísimo trabajo. Todo un recital de trabajo en equipo, disciplinado, coordinado y complementario y, ante el penalti, ¡todos porteros!.
     Y, en particular dos muy jóvenes enfermeras, verdaderos prodigios en su profesión. La una, con unos conocimientos generales de medicina (anatomía, etiología, diagnóstico, tratamiento…) que desearíamos para todos nuestros médicos. Es líder natural y ejerce y se le reconoce en su grupo la autoridad merecida. Luego, ese trato afectuoso y contenido con el paciente. 
     La otra: “va a tener usted dificultades para encontrarme la vena donde situar la vía porque tengo los vasos sanguíneos ocultos y disimulados y sé que dan problemas”; “mucho mejor, cuanto más difícil, más me gusta”. ¡Y qué habilidad realizando su trabajo! Sugiriendo al médico prudentemente su oportuno punto de vista. Eficaz y sobria en su hacer desenvuelto.  
Finalmente y por suerte he tenido que ir a mi oficina bancaria. Porque es una verdadera fortuna asistir a un espectáculo laboral de lujo ofrecido por jóvenes profesionales. Mantengo la cuenta allí desde que hace mas de treinta años inauguraron la oficina. Y la mantengo a pesar de la falta de coincidencia geográfica actual porque a lo largo de tantos años recibí profesional y personalmente el más eficaz y atento servicio.  
Hoy, y ya desde hace algunos años (porque afortunadamente se les pasó a los bancos aquella moda de la rotación per sé), esa oficina esta bendecida por tener al frente a dos jóvenes directoras (particulares y empresas) del mejor nivel profesional y personal. Batallan cada caso como si para sí mismas o para sus padres se tratase. Están en el ojo de un huracán del sector financiero que se está llevando por delante mucha ineficiencia y mucha golfería. Viendo actuar a éstas profesionales se explica por qué se puede llegar a avanzar con ritmo y eficacia en mitad de la tremenda tempestad que a tantos esta dejando en el fondo de las simas. 
Ambas están sufriendo un estrés que estimo innecesario porque quema estúpidamente la salud de las personas. Y, en éstas personas, tiene ese banco una parte de lo mejor de sus recursos. ¡Las pruebas llamadas de estrés (ahora ya sabemos que simple humo) eran para las empresas, no para los trabajadores! Mi admiración para quienes, en plena ventisca, se sobreponen ante el cliente y le proporcionan la confianza que las torpes y frecuentemente inútiles instituciones son incapaces de proporcionar cuando los tiempos son duros y las incertidumbres grandes. 
 He escogido tres casos ejemplarizantes. Yo mismo conozco muchos otros. Estas verdades no están en las pantallas de televisión cuando recogen reiteradamente las escenas en la Puerta del Sol entorno a San Isidro o en la plaza de Canaletas cuando “festejan” al Barça. Pero seguro que el paciente lector tendrá otras cuantas docenas de casos tan encomiables como los descritos. 
 Los jóvenes nos pueden y nos van a sacar de ésta. Y nos llevarán hasta la cumbre. ¡Sin duda! Pero, ¡cuidadín!, no con toda la impedimenta que arrastramos: apartamento en la playa, segundo y tercer coche, tele de 50 pulgadas, teléfonos “inteligentes” hasta para los bebés, plays hasta para los abuelos, … y tantas y tantas barbaridades en que nos hemos embarcado. A la cumbre de los ocho mil sí, ¡pero ligeros de equipaje!

martes, 15 de mayo de 2012

HOMENAJE (contenido) a SAN ISIDRO LABRADOR

Sirva esta breve nota para rememorar y valorar las cualidades del Santo Patrono de Madrid y de los agricultores: su devoción, su desprendimiento y caridad, su bondad y su humildad.

Pero también alertar sobre el peligro grave de dejar que sean los ángeles quienes hagan el trabajo. Porque, ¿qué pasa si los ángeles se duermen o no acuden al tajo? A DIOS ROGANDO, PERO CON EL MAZO DANDO.
Lástima que entre sus mejores virtudes no conste la de trabajador infatigable. Porque, en éstos momento, nos vendría de perilla.

San Isidro, (1080 - 1130), huérfano muy joven, trabajó como pocero hasta que finalmente se empleó como labrador (una mejora laboral).
En 1110, Isidro se trasladó a Torrelaguna, donde continuó dedicado al trabajo y a la oración. Contrajo matrimonio con María, natural de Uceda, propietaria de algunas tierras que se dedicaron a labrar (una mejora social; pasa a ser autónomo).
Isidro y María eran piadosos, devotos y laboriosos. Dios los benefició con su ayuda innumerables veces: salvó milagrosamente a su hijo único que había caído en un profundo pozo; o permitió a María librarse de los infundios de infidelidad que contra ella lanzaban las gentes; o dos ángeles ayudaban a Isidro a arar más rápido tras haberse detenido éste anteriormente a rezar en todas las parroquias por las que pasaba de camino al trabajo (no tenía que fichar).
En 1119, Isidro volvió de nuevo a Madrid, y entró a trabajar como jornalero agricultor (tira la toalla como autónomo y vuelta a emplearse por cuenta ajena). Vivió junto a la iglesia de san Andrés, donde oía la misa del alba todas las mañanas. Daba cuanto tenía a los menesterosos.
El matrimonio decidió separarse “para llevar una vida de santidad” (motivo imaginativo donde los haya); marchó Isidro a Madrid, mientras María quedaba en Caraquiz.
A Isidro, como pobre de solemnidad que era, se le enterró en el cementerio de la parroquia de san Andrés, en una tosca caja de madera. Al cabo de cuarenta años, se exhumó el cuerpo y se le dio sepultura en el interior del templo. Se vio entonces que todavía se conservaba entero y de color tan natural como si estuviera vivo.
El 19 de junio de 1622, Isidro fue canonizado por el papa Gregorio XV, junto a santa Teresa, san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y san Felipe Neri (un grupo de primera). 
En 1657 se comenzó a levantar la capilla de san Isidro -primer ejemplo del barroco madrileño-, aneja a la iglesia de san Andrés. 
El 4 de febrero de 1789, Carlos III ordenó que la urna fuera instalada en el antiguo Colegio Imperial, que pasó a llamarse entonces Iglesia Real de San Isidro, y que luego sería la catedral de Madrid.











domingo, 6 de mayo de 2012

A LAS MADRES ESPAÑOLAS


El ambiente comercial del día (“día de la madre”) me empuja a una pequeña reflexión sobre las madres españolas.
En muy poco tiempo, ha variado brutalmente el papel de la mujer en la sociedad española. Y, en particular, ha cambiado radicalmente su participación en el mundo laboral. Unos pocos datos:
Evolución de la Tasa de Actividad Femenina en España:
           Año           Tasa           U.E.
          1980           28%
          1992           33%           41%
          2000           40%          46,5%
          2012           53,3%

¡En poco más de 30 años la tasa ha pasado del 28 a más del 53 por ciento (casi el doble)! La convergencia con Europa, aun siendo muy importante, aún tiene un camino por recorrer.
Y si comparamos la Tasa de Actividad Femenina con la Masculina (en 2012: 53,3% versus 66,9% la masculina), es aún más contundente que resta mucho camino por andar en la incorporación de la mujer española al mundo laboral.
¿Cómo ha sido capaz la mujer de compatibilizar esa brutal transformación con la maternidad? Dos son las respuestas clave a mi parecer:
      mediante heroicidades épicas personales y
      disminuyendo dramáticamente la tasa de maternidad.
Nuestra sociedad les ha propuesto primero y exigido después a nuestras mujeres un cambio radical de papel: de ama de casa, a trabajadora laboral (sustancialmente por cuenta ajena).
El oficio principal del ama de casa es, en primer lugar, atender a la familia y criar a los hijos, e inmediatamente después, responsabilizarse de toda la llevanza del hogar (compra, cocina, limpieza …), con disponibilidad a tiempo total.
Una muy querida persona, arquetipo de la mujer trabajadora de gran éxito al tiempo que madre ejemplar, me comentaba alarmada que, a lo largo de quince años de ayudarse de sucesivas mucamas para atender a sus hijos, ¡había tenido a alguna a la que ni siquiera había podido conocer personalmente! Terrible, ¿eh?
Más siendo tremendo el problema y los dramas individuales de tantas madres, la cuestión afecta a nuestra sociedad en conjunto. España tiene una Tasa de Maternidad de 1,38: ¡cabalgamos hacia el suicidio demográfico! Ya somos una sociedad envejecida. Pero, si no somos capaces de ponerle remedio, no nos espera otra cosa que la decrepitud.
¿Qué hemos hecho como sociedad para conciliar la incorporación de la mujer al trabajo y su maternidad?: ¡prácticamente nada! Hemos dejado en manos de cada heroína y de sus apoyos familiares la solución del problema. En el mejor de los casos, deseándoles suerte. En los más, ignorando la cuestión como si con nosotros (grupo social) no fuera.
Recuerdo que, en mi empresa, hace más de veinte años me indignaba que, existiendo una fuerte sensibilidad colectiva (por ejemplo) por disponer de un espacio de comedor social en la sede de la empresa, no se percibiese interés alguno por plantear espacios y servicios de guardería infantil. ¡Pero si más del 80% de la plantilla estaba en edad reproductora! Ausencia de sensibilidad social.
Países como Francia emprendieron hace años políticas decididas de apoyo a la familia y a la maternidad. Ya están cosechando sus frutos. ¿Somos más pardillos nosotros?
Aporto aquí mi denuncia y mi aguijón con la ilusión de que en algo contribuya.
Y, ahora, mi mayor reconocimiento y sentir para mi madre y para la madre de mis hijos.