jueves, 18 de septiembre de 2025

 AUTOBÚS DE SUICIDAS

 

“Hay días en que uno tiene la impresión de ir a bordo de un autobús de suicidas. Un presidente de España que boicotea la Vuelta a España. Un delegado del Gobierno en Madrid que celebra que les partan la cara a veinte de sus policías. Un ministro del Interior que desaparece en cuanto surge un problema. Una oposición paralizada como un conejo ante los faros de un automóvil, recibiendo bofetadas y tartas en la cara como un payaso de circo. A bordo de ese autobús lleno de suicidas habría gritado hace años: "¡Paren, que me bajo!". Ahora, sin embargo, lo que tengo es curiosidad por ver qué ocurre cuando todos nos vayamos al carajo por el acantilado.” (Arturo Pérez Reverte. 15-9-2025).




 





Me siento agraviado e indignado por los hechos que han impedido el normal transcurso y culminación de la Vuelta Ciclista a España.





No porque me hayan privado de un acontecimiento que hoy me entusiasme. Aunque sí lo estuve, en el pleoceno, cuando el “Águila de Toledo”, Bahamontes, estimulaba nuestro orgullo patrio logrando ganar el Tour de Francia en 1959. ¡Cómo lo me emocionó de niño!







A las sinuosas reproducciones de las antiguas carreteras que hacíamos en la tierra de los patios del colegio donde competíamos impulsando nuestras chapas de botellas, la pasión ciclista añadió los pequeños muñecos multicolores de ciclistas en plástico. ¡Cuánto ganaron en colorido y pasión aquellas carreras de chapas!

A Bahamontes comenzamos a seguirle apasionadamente por la radio (antes de la televisión). Tras Bahamontes, Loroño, Anquetil, Ocaña, Perico, Induráin … fui perdiendo el interés por el ciclismo y hace bastantes años que, para mí, la retransmisión por televisión se convirtió en una agradable nana para la siesta. No es, por tanto, ni el deporte en sí, ni siquiera la Vuelta, lo que me ha emocionado y descompuesto ahora.





Hace noventa años que la Vuelta Ciclista viene prestigiando a España y no ha dejado de aportarme algo a mi sentir español. Ese y no otro es el motivo profundo de mi dolor y mi irritación porque, sin justificación, se haya agredido cruelmente a los deportistas participantes, a los organizadores, a los aficionados y, como en mi caso, a cuantos tenemos un sentimiento de orgullo por una competición deportiva muy prestigiada internacionalmente.






La agresión llegó a ser física y de odio desatado con riesgo evidente para todos los participantes, para las fuerzas de seguridad y para los ciudadanos presenciales en directo. ¡Absolutamente mentira que las manifestaciones contra la vuelta, a lo largo del recorrido y, finalmente en Madrid, fueran pacíficas! Muy al contrario, rencor, agresividad, odio y violencia verbal y física.

¿Quién alentó el rencor, el odio y la agresividad?: ¡el jefe del gobierno, sus secuaces y los violentos profesionales! ¡No debe quedar impune!

 

Una vez más don Arturo Pérez Reverte escribe con la precisión, justeza y brillantez que suele sobre esta desgraciada Vuelta Ciclista a España sin dejar títere (los hay de todo tipo) con cabeza. Tal cual, Arturo. Sin embargo, difiero en permanecer como mudo y curioso espectador de la locura tan generalizada que nos inunda.





No puedo, Arturo. A este autobús de dementes tenemos que intentar pararlo con todas las fuerzas de nuestras mejores habilidades. Las mías no son apreciables, pero no me importa para, al menos, dejar salir algo de mi dolor, de mi indignación y de mi preocupación. Porque el autobús frenopático enfila el acantilado acelerando y a todos nos afecta el desaguisado.

 

CM

19-9-2025


lunes, 15 de septiembre de 2025

 LA CALLE TOMA EL PODER

 







El Gobierno estima que unas cien mil personas “pacíficas y ejemplares” suspendieron por la fuerza la Vuelta Ciclista a España, en un acto de dignidad, a pesar de la oposición de más de mil quinientos agentes del orden de los que un par de docenas terminaron en el hospital.

El gobierno nacional, con su jefe al frente, fue el instigador, alentador y elogiador de que la SUBVERSIÓN CALLEJERA tomara el poder en las calles de la capital de España y consiguiera suspender un acto deportivo que, no me cabe la menor duda, gozaba de todas las autorizaciones legales: responsables políticos del deporte, de la seguridad ciudadana, de comunicaciones, de docenas de corporaciones locales, de cuantas autoridades autonómicas estuvieron implicadas, más … añadan ustedes hasta cansarse las autorizaciones y permisos que nuestras abundantes administraciones y burocracias hayan debido expedir para la celebración de un evento deportivo que viene celebrándose durante noventa años. Todas, absolutamente todas esas autorizaciones emitidas por las autoridades competentes que reconoce nuestro ordenamiento jurídico fueron despreciadas por el jefe del gobierno que, muy por encima de todas y de todos, mostró su orgullo por ser el “dueño y señor de la calle” a la que nombró sustituta del estado democrático de derecho.

Pues bien, unas cien mil personas “pacíficas”, pero “manu militari”, han invalidado todos los permisos y autorizaciones legales, se han enfrentado y desbordado a las fuerzas de seguridad (como eran “pacíficas” han enviado al hospital un par de docenas de agentes sólamente) y han dinamitado la celebración de la tradicional y prestigiosa competición deportiva internacional.





En su lúcido artículo “España, estado fallido”, Bernaldo de Quirós expresa que “nuestro país se acerca a marchas forzadas al colapso total de la autoridad por la “carcoma moral” interna y el deterioro democrático como efecto directo de este Gobierno. La “fragilidad” de un Estado surge de un desequilibrio significativo en las relaciones entre el Estado y la sociedad. España carece de un proyecto de nación sólido y las estructuras económicas y políticas la sitúan en vulnerabilidad crónica y lista para desestabilizarse ante cualquier shock. El Gobierno social-comunista ha sometido a casi todos los organismos e instituciones diseñados para garantizar los derechos y libertades individuales, impedir el abuso del poder y hacer frente con eficacia a situaciones extremas. La deuda pública (101,8% del PIB), la fiscalidad exuberante que destruye los incentivos a trabajar, ahorrar o invertir, una tasa de paro estructural del 10,3% (casi doble de la media europea), altas tasas de pobreza y de exclusión social, avalan la tesis del Estado Fallido. Las cifras reflejan una grave falla política, social y cultural. El Gobierno social-comunista ha empobrecido a las clases medias españolas y se ha convertido en un paria internacional. La “carcoma moral” simbolizada por este Gobierno, ha corroído los cimientos del sistema democrático y económico. El tiempo para la indiferencia se ha agotado.”


No puedo poner un pero al análisis y tesis de Bernaldo de Quirós. A las tinieblas expuestas yo añado el pavor a que una gran parte de la sociedad civil parezca anestesiada o indiferente al feroz deterioro que alcanza a la médula de una convivencia social sana.





Creo que el Gobierno Sánchez, ante la resistencia casi heroica del Poder Judicial a ser sometido, y unos primeros síntomas de que el Poder Legislativo ofrezca alguna duda a seguir participando en la almoneda en que el partido socialista ha colocado a España, esté optando a sustituirlos definitivamente por el “Poder Popular” expresado por la toma de las calles, confiando en que una estulta sociedad acepte sin más que unos miles de “pacíficos y ejemplares” ciudadanos sean realmente el Poder Popular, encabezado por Sánchez.

 

CM

15-9-2025


sábado, 13 de septiembre de 2025

 LA VIDA FRÁGIL

 





Leo en un artículo de Inés Sánchez en El Español un dato que me impacta: ¡hay tres millones de octogenarios en España, lo que ha supuesto multiplicar por diez los que había hace cincuenta años y representan más del 6% de la población! Me siento incluído por proximidad del calendario y por idénticas condiciones vitales.

El síndrome de fragilidad está asociado a la edad en las personas mayores (doctora y catedrática Barrós).

Entre los múltiples aspectos a que afecta destacan:





-el evidente impacto sanitario pues se dispara la demanda de servicios médicos y hospitalarios amenazando un colapso del sector. También por el incremento de enfermedades propias del colectivo (alzheimer, párkinson, ictus, odontológicas, oftalmológicas, osteoporosis, depresión, artrosis, …).





-la tremenda repercusión en la tesorería de la seguridad social por el incremento de años en las percepciones de pensiones, a lo que se suma el retraso en el inicio de las aportaciones.





-la dificultad de asunción o adaptación a nuevas tecnologías que suponen una fuerte sustitución de trabajadores humanos por máquinas que con frecuencia no son de fácil acceso.





-la restricción de las relaciones sociales que, en innumerables ocasiones, conduce a la soledad involuntaria.





-la reducción de autonomía en funciones básicas (movilidad, alimentación) que impulsa un importante incremento de la dependencia.

-la proliferación de obstáculos arquitectónicos propicia la reclusión que, a veces, resulta límite ante una escalera o la rotura del ascensor.

-la pérdida de comprensión de un mundo por momentos más extraño.

 

Seguro que existen otros muchos aspectos de importante impacto que surgen de la mano de una población octogenaria con clara tendencia a seguir creciendo. Todos ellos requieren formidables recursos financieros. Los octogenarios somos insaciables consumidores de recursos y, al tiempo, somos nulos productores de los mismos. 





Es decir que, cada vez menos tendrían que producir más, ser mucho más productivos. Aquí topamos con un gravísimo problema de nuestra sociedad: nuestra productividad es muy deficiente (por debajo de la media de la UE), y, sin embargo, los agentes sociales (funcionariales) se afanan por incrementar el problema (mayor ocio, mayor consumo, sin mayor productividad), en una ecuación de resultado nefasto. A los inversores (la otra pata clave de la productividad), no sólo no se los incentiva, sino que son presa de una voracidad fiscal desatada y un campo de minas burocrático.

No debo dejar de mencionar aquí dos aspectos muy controvertidos:





-alentar el aborto en lugar de alentar y estimular las condiciones económicas para procrear es radicalmente suicida.





-estimular la eutanasia sí parece una medida eficaz para resolver la endiablada ecuación. Hasta se podría exigir a los hijos que “eliminaran” a sus propios progenitores a partir de cierta edad. Efectivo. Pero brutal.





Requeriría redoblar los esfuerzos por envilecer al ser humano, sin recato, sin disimulo, enfrentando a la misma Naturaleza. Claro que ya disponemos de “líderes sociales” que bien podrían desarrollar semejante salvajada porque su concepción y valoración del ser humano no les pondría reparos (a la vuelta de la esquina están quienes asesinaban niños sin pestañear por alcanzar el poder y hoy mismo son puntales del gobierno de España).

Se acabó los “aiton-amonak” vascos y los “avís” catalanes y los “avós” gallegos y los abuelitos, abus, yayos, nonos … para quinientos millones de personas. Buena limpia.

 

Mientras, trabajar la resistencia, la coordinacion, el equilibrio, la flexibilidad y la fuerza de los octogenarios es un objetivo muy deseable pero no gratuito.

 





Dos enormemente poderosos mundiales (Xi Jinping y Putin) platicaban recientemente sobre su deseable objetivo de alcanzar los 150 años de edad. Seguro que (como tantos) no repararon en que habría que trabajar hasta los 130 años como mínimo. Claro que sin duda no se percataron de tal problema porque no era su problema, sería el de sus súbditos.

 

Muy a propósito he querido ignorar una visión ética del asunto. No es menos grave y compleja que la que hoy me entretiene. Otro día será, si Dios quiere.


Siempre nos quedará el mus.

 

CM

13-9-2025