miércoles, 6 de agosto de 2025

 INFLUYENTES

 





Me refiero a determinados colectivos profesionales y a quienes, a título personal, pueden influir en la conciencia de las masas.

Para empezar, es de capital importancia que me refiera a las características de las masas que las hace más o menos influenciables. En esto, la clave está en el “sentido crítico”, es decir, la capacidad de evaluar y cuestionar la información que se recibe. Para ello, la “autonomía intelectual” es medular en cuanto permite desarrollar ideas propias mediante la reflexión y el análisis. Aquí, la “formación” es capital, o sea el aprendizaje para fomentar la curiosidad, cuestionar lo establecido, adquirir habilidades de análisis y comunicación, mantener la autodisciplina y estar alerta ante los sesgos (o apriorismos) cognitivos. Como ocurre con cualquier habilidad, aunque cada individuo nacemos con un grado natural distinto, la educación conduce a un aprendizaje específico y debe servir para crear un buen nivel colectivo de “sentido crítico”.





Yo soy profundamente pesimista respecto al nivel colectivo de tal habilidad entre los españoles. No tengo duda de que la razón de ello está en una educación deficiente (al menos en éste área) y un muy insuficiente uso de los libros. Lejos de enfocar la educación hacia una sólida formación del “sentido crítico”, se ha dirigido a inculcar lemas y consignas para que las mentes tengan apriorismos, en muchos casos inamovibles (los pobres son presuntamente bondadosos y los ricos son presuntamente malvados es un eslógan de moda que convive sin problemas con el natural deseo del pobre de convertirse en rico y nunca a la inversa). Todos podemos opinar de todo, con mejor o peor criterio o, (con frecuencia), sin ningún criterio.

Si yo estuviera en lo cierto, viviríamos en una sociedad preocupantemente influenciable, huérfana de filtros porque su “sentido crítico” sería muy deficiente. De ser así, nuestra sociedad sería presa más fácil de los “influyentes” por lo que, en principio, estaría más desarmada frente a influencias indeseables.

 






Entre los colectivos profesionales más “influyentes” destacan los comunicadores televisivos y los políticos. Este tipo de telecomunicadores está mayoritariamente ligado a los políticos de forma que las mayores audiencias televisivas se concentran en canales hermanados con unas u otras opciones políticas. Existe un engarce muy importante entre los profesionales de la política y una gran parte de los comunicadores de televisión. Creo que, al tiempo que ha descendido la influencia de los espacios específicamente “informativos”, la programación de los canales ha derivado hacia otros programas de orientación “pseudoideológica” (cada día menos ideología y más “populismo”). El desarme crítico de la audiencia ha corrido en paralelo con la pérdida de la específica calidad televisiva en la inmensa mayor parte de los medios. El huevo o la gallina: la calidad de la comunicación desciende porque la audiencia es de menor nivel cultural o el deterioro de los espacios televisivos estimula los gustos más groseros de la audiencia. El bucle puede no tener fin en una degradación progresiva de lo uno y de lo otro. Como demostrado está que programas de alta calidad (p.e. “El hombre y la Tierra”, “La Clave”, “Eugenio”, “Hermida”, “Espinete”, …) y de nivel cultural pueden alcanzar un gran éxito de masas, concluyo que gran parte de la infección proviene de la ausencia de calidad y de imaginación en los creadores. Mucho pintor de brocha gorda y poco artista de pincel y lienzo. En cualquier actividad, sea humor, entretenimiento, información o formación.





Respecto a los políticos profesionales, es habitual que sustituyan razones por emociones, lo que respalda que no creen que nuestra gran masa social se rija por la razón (o que ellos mismos carezcan de ella). La escandalosa indiferencia de una monumental parte de la masa ante los incumplimientos y contradicciones de los políticos avala igualmente la misma tesis.

 





Surgió un modelo más actual de los “influyentes” de la mano de las redes sociales: los “influencers”. No es infrecuente que el influencer se convierta en líder de opinión en temas totalmente ajenos a su cualidad especial (un cantante exitoso que, a través de las redes y habiendo alcanzado una importante audiencia, se manifiesta sobre el cambio climático, puede crear un estado de opinión entre sus seguidores sobre un tema en el que es un absoluto ignorante). Muchos otros son verdaderos creadores de contenidos e influencian muy positivamente sobre los temas en que son expertos. No existe titulación oficial que responda a una preparación específica, la titulación se la da su nivel de audiencia por lo que su prestigio se mueve de forma inmediata al dictado de sus seguidores y, por tanto, su evaluación es teóricamente permanente (lo que debería ser muy alentador).

 





Los “influyentes” clásicos, los reconocidos como sabios en determinada materia, parecen haberse diluído sumergidos bajo la ola de políticos, telecomunicadores e influencers que nos inundan de opiniones y directrices sobre los temas más triviales, pero también sobre los mas enjundiosos. De ello puede que resulte una degradación de los liderazgos sociales. Si a ello se suma que las masas sociales carezcan de un buen nivel de “sentido crítico”, el resultado puede ser catastrófico como que los más poderosos líderes mundiales o nacionales resulten ser incluso peligrosos psicópatas, aunque se haya usado la herramienta democrática del voto popular y la urna (una vez más, el hábito no hace al monje).

 





Finalmente, la Iglesia tiene el deber de propagar las enseñanzas de Jesucristo. El amor al prójimo, la defensa de los derechos humanos y de una sociedad justa y equitativa, un plan para la felicidad humana, el desapego de los bienes materiales, la búsqueda de la santidad, …, son obligaciones de la Iglesia Católica. Por tanto, está forzada a “influir” en los individuos y en la sociedad defendiendo la fe (creencia en Dios), la esperanza (perseverancia y optimismo) y la caridad (benevolencia, compasión y servicio) además de la prudencia (discernimiento y sabiduría), justicia (rectitud, equidad y respeto por los demás), fortaleza (perseverancia, resistencia y autocontrol) y templanza (moderación en los placeres y deseos).

Nuestra cultura histórica ha estado profundamente ligada a la Iglesia Católica. Mi deseo es que así permanezcan en el futuro por dantesco que pueda parecerme el esfuerzo. Tan sólo recordar que la Iglesia somos todos los que nos reconocemos como católicos y, por tanto, obligados a ser “influyentes”. Así sea.

 

CM

6-8-2025

 

 


martes, 5 de agosto de 2025

 FELICIDAD Y HORMONAS

ENDORFINAS-OXITOCINA-SEROTONINA-DOPAMINA

 





¿Hay algún objetivo humano de mayor interés que la FELICIDAD? Seguramente no.

Me agrada una definición sintética que la define como un estado de satisfacción plena, que más que una meta es un camino a recorrer. Creo que sincretiza bien las más variadas corrientes de pensamiento que nos pueden ayudar con su sabiduría:





-Antigua Grecia:

         Aristóteles: “eudaimonía”, estado del alma que se realiza a través de la virtud.

         Estoicismo: vida basada en la razón y la virtud, ajena a las comodidades materiales.

         Hedonismo: según Epicuro, consiste en experimentar placer físico e intelectual, huyendo del sufrimiento.

-Racionalismo: mera adaptación a la realidad, aceptando los sucesos y, por tanto, dejando de sentir miedo y odio.

-Nuevo Pensamiento (s. XIX): actitud mental que radica en aceptar nuestra condición, nuestra historia de vida y nuestro pasado.

-Nietzsche: no estamos concebidos para gozar sino para sufrir.

 

Sí creo que es clave el concepto de actitud. Como también considero esenciales las circunstancias de cada individuo y de cada momento del individuo.

Afortunadamente los motivos y grados de satisfacción son individuales. Cada quien respondemos de muy distinta manera a los estímulos para ser felices. Pero sí creo que es un camino sin fin.

 

La verdadera Felicidad no se recibe, se dona.

Comprar, acumular, consumir, no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos.

¿Qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿Qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la mediocridad?

Todo tiene sentido entre las realidades del mundo sólo en la medida que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer en nosotros sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia, de perdón y de paz.

La amistad con Cristo es la clave de la felicidad cristiana. Dejarse llevar por la alegría del Evangelio.

 

Las personas felices aman a las personas y utilizan las cosas, no aman las cosas y utilizan a las personas.


La felicidad no viene de la acumulación material, sino del servicio a los demás y de una conexión con lo divino (Arthur Brooks).

 

Es una actitud y búsqueda continua.

Es una combinación de satisfacción personal y relaciones positivas con los demás.

“Moira”, estática, se inclina hacia el aspecto negativo: limita y prohíbe. “Nomos” es dinámico y positivo, aunque implica la fijación de un dominio o territorio (la costumbre). (Savater)

 

“Conatus” es la fuerza natural que impulsa al ser a mantenerse vivo y activo. Se trata de sobrevivir y de desarrollar al máximo las capacidades propias y experimentar el mundo. Los afectos (emociones) son manifestaciones de la potencia del “conatus”: los que la aumentan son alegres y los que la disminuyen son tristes. El “conatus” explica la dinámica de la naturaleza, el comportamiento humano y “la búsqueda de la felicidad”. (Spinoza)

 

El “reconocimiento” consiste en tratar a los otros seres racionales como fines en sí mismos para poder considerarme yo mismo también fin, no instrumento, no cosa. (Kant)

 

La Iglesia Católica considera la Felicidad como el objetivo final de la vida que se alcanza a través de la virtud y la búsqueda de Dios. La Felicidad plena y duradera se alcanza después de la muerte, en la unión con Dios en el cielo. Pero en esta vida es posible encontrar alegría y contento a través de la fe, la práctica de la virtud, el servicio a los demás y la búsqueda de la voluntad de Dios.

 

En el Islam, la Felicidad es un estado de satisfacción espiritual y de contento interior que se logra mediante la conexión con Dios y las buenas acciones. Se encuentra en la búsqueda de la verdad, la adoración sincera y la bondad hacia los demás. También la contempla como un estado que se extiende más allá de esta vida. Distingue entre la felicidad temporal y superficial del mundo material y la Felicidad duradera y profunda de la conexión con Dios que se basa en la fe, la virtud y la búsqueda de la satisfacción interior. Dios ama a quien da con alegría.

 

En el Judaísmo, la Felicidad es una obligación, recogida en La Torá, además de un estado de ánimo, pues se trata de una herramienta para conectarse con Dios y con los demás. Debe ser cultivada y buscada activamente a través de la gratitud, del servicio a los demás y la conexión con Dios . La alegría compartida favorece los lazos comunitarios y familiares. Depende de la actitud interna de las personas además de las circunstancias externas.

 





Ahora, algunas pinceladas de los elementos químicos que intervienen en la elaboración de nuestra Felicidad:

      -Endorfinas (“hormonas de la Felicidad”): son neurotrasmisores que actúan como analgésicos naturales y promueven sensaciones de bienestar y placer, reducen el estrés y mejoran el estado de ánimo. Reír, divertirse, ser generosos, dar y recibir muestras de cariño, el chocolate negro, las fresas, plátanos y piña, nueces, legumbres y lácteos estimulan la producción de endorfinas.

      -Oxitocina (“hormona del amor o del abrazo”): actúa sobre el comportamiento social y emocional, induce al parto, estimula la lactancia y regula los comportamientos sociales y emocionales como el vínculo social y la conducta sexual. Es relevante en la formación de vínculos afectivos, la reducción del estrés y la sensación de bienestar. El perejil, el eneldo, la hierbabuena y el chocolate estimulan su producción en el organismo.

      -Serotonina (“hormona de la Felicidad”): es un neurotransmisor crucial en el estado de ánimo, en el sueño, apetito, relajación y satisfacción. Interviene en la digestión, coagulación y función vascular. Son alimentos estimulantes el pavo, pollo, pescado azul, huevos, lácteos, frutos secos y legumbres. La luz solar ayuda a regular la serotonina y la melatonina.

      -Dopamina: (“causante de las sensaciones placenteras”). Es un neurotransmisor con funciones principales en la coordinación de ciertos movimientos musculares, la regulación de la memoria y de los procesos cognitivos del aprendizaje, motivación y curiosidad y efectos directos en la sensación de placer a corto plazo, la recompensa y el estado de ánimo. Alimentos que la contienen son las carnes magras, huevos, lácteos, legumbres, salmón, yogur, semillas, aguacates, plátanos y chocolate.

 

CM

5-8-2025

 

 

 

 

 

 

 

 


martes, 29 de julio de 2025

 

LOS PECES SUFREN






Nunca hemos tenido una conciencia social sobre el sufrimiento de los peces. Por una parte, porque no los oímos. Además, porque viven en un medio distinto a la tierra. Incluso porque científicamente se ha venido manteniendo que sentir dolor residía en la corteza cerebral y, dado que los peces carecen de ella, eran ajenos al sufrimiento.

Quizás esa ausencia de conciencia sobre la capacidad de sufrir de los peces hizo a nuestra sociedad imperturbable ante las formas en que mueren tras ser capturados. Seguramente la asfixia o los golpes estén entre las más habituales. ¡De ninguna forma permitiría nuestra sociedad semejante trato a las especies terrestres que también nos sirven de alimento! Sin embargo, como eran peces, …





Pero descubrimientos científicos recientes aseguran que los peces poseen cerebros complejos, aunque distintos a los nuestros. Y que una situación de estrés les hace subir su temperatura (fiebre psicógena). Se ha demostrado que la conciencia depende de redes funcionales que pueden existir en cerebros muy distintos al nuestro. Por tanto, los peces pueden experimentar sufrimiento, lo que merece nuestra consideración moral. La ciencia ha demostrado que existen especies de peces que sienten y poseen capacidades cognitivas y emocionales. Es la hora de tomar conciencia social de tal realidad y de obrar en consecuencia pues no podemos seguir actuando como si los peces no sufrieran.





Por las mismas, los peces deben ser capaces de disfrutar. Recordando el ballet de los delfines, no me cabe duda.

 

Nos reitera el presidente del gobierno que cada legislatura dura cuatro años. Así es. Por tanto, aún le quedan dos años para seguir gobernando o, más preciso, para seguir ocupando el palacio de la presidencia del gobierno. Aunque los jueces hayan decidido procesar al entorno más inmediato al presidente del gobierno:

Garcia Ortiz, Fiscal General del Estado,

José Ábalos, exministro y exsecretario de organización del PSOE,

Santos Cerdán, exsecretario de organización del PSOE,

Koldo García, exasesor político de Ábalos,

Begoña Gómez, esposa de Sánchez,

David Sánchez, hermano de Sánchez,





Tiene razón el presidente, los ciudadanos sólo podemos expresar nuestra voluntad política un día cada cuatro años. Nuestra motivación no espúria sería según las ofertas-programas de los partidos políticos. ¿Y si el líder elegido por los parlamentarios de los partidos políticos se desajusta tanto de su oferta-programa que hasta llegara a ser opuesto?: hay que esperar cuatro años. ¡No hay más!





Llegará un día en que nuestros sabios científicos descubran una fórmula democrática más pura y eficaz aún a costa de la teatralidad y la apariencia.

Yo, como los peces, sufro en silencio pero durante periodos de cuatro años. Y chillo en silencio (como los peces) cuando el político ganador hace lo contrario de lo que ofreció y prometió y no se siente concernido por el pus de delincuencia de sus elegidos más próximos. Pero hoy, desconocido el remedio contra ese pus, no dejará de extenderse porque esa es su naturaleza.

No tengo méritos para participar en el teatrillo democrático que cada cuatro años se monta sobre unas urnas. No volveré a participar. Prefiero el sonido del silencio, como los peces (y no sufrir fiebre psicógena, porque es más que suficiente la aproximación a los 40° ambientales).

CM

29-7-2025