¿QUIÉN REPARTE?
ELENCO:
Pedro Sánchez: Puto Amo
José Luis Ábalos: Pepe Foment
Santos Cerdán: Justos Guarrán
Koldo Garcia: Caldo Gordo
- ¿Quién reparte esto Puto Amo?
- ¡Imbécil! El único de todos vosotros que vale para esto es Tostado Pavazo.
Habian parado el peugeot en un taller de un pueblito de Soria, camino de Pamplona, porque Caldo Gordo había percibido un ruidito sospechoso.
- ¡Tú chaval, échale un ojo al motor mientras tomamos un café! –le espetó Pepe Foment a un joven que salió de los bajos de un coche al oír que alguien llegaba.
- Buenas. Tendrá que ser cuando acabe con lo que tengo entre manos -contestó algo amoscado el joven mecánico medio incorporándose al tiempo que le desapareció el ánimo al verse de inmediato cubierto por la sombra de un gigante y sentir el leve punterazo que le atizó en el codo y que casi le hizo perder el apoyo y la postura.
- ¡Ahora! Hay prisa -dijo Caldo Gordo apartando su sombra del sobrecogido mecánico.
En el vetusto y oscuro local en que, frente al taller, servían café, diversos alcoholes y poco más, ya se encontraban los otros dos de la peña pidiendo sus orujos e infusiones estimulantes.
- Hasta los güitos estoy ya del puto coche, Justos Guarrán, y del que oye los “ruiditos” también ando asaz pesaroso.
- ¡”Asaz pesaroso”!, ¡qué labia tienes Puto Amo y que requetebién que se te entiende! Pero te digo yo que el paisano es una fiera eficaz que, además de dar mandobles como coces cuando se tercia, resuelve con astucia, como pudiste comprobar cuando barajaba y escogía papeles de la urna que pusimos tras la cortina de la Casona del Pueblo. ¡Me cago en tó lo que se mueve, la puta mala suerte que tuvimos! Pero calla, que ya llegan esos dos.
- ¡A mí no me calla ni Dios, so zoquete! -disparó el Puto Amo. Aunque viendo que ya entraban en el chiscón Pepe Foment y Caldo Gordo, se centró en atizarse el primer orujo en vaso generoso.
Hundiendo la mirada en el fondo de cristal, conforme le requemaba el trago, le vino de súbito el recuerdo de aquellos tiempos en que, mientras Flor Amada terminaba de recibir y registrar las últimas aportaciones de los licenciosos (“limpios de polvos y pajas”), que acrecentaban el sustento familiar, saboreaba el copazo que la nena le entregaba con un beso prometedor. Para entonces, bello mancebo aún, manejaba las lenguas (bucal y de las otras) con primor, destreza y embeleso nada comunes. Con los efluvios de su Flor y la frialdad de su propia picardía se había arrimado a unos y desechado a otros (o a la inversa), conforme convenía a su mayor contento y autoestima. Cualquiera hubiese dicho que ya era un gran triunfador (cáscara sin almendra), pero no él. Su ambición lo impedía. Su percepción de superioridad sobre el resto le impulsaba. Y su Flor Amada lengüeteaba y ronroneaba. Fue imparable que subiera, subiera y subiera.
Uno de tantos irresistibles chistes de Pepe Foment le rescataron de sus recuerdos. Hasta en los chistes era Pepe procaz.
- ¿Sabéis aquel en que una golfa guarrona, viciosa, despampanante, de carnes hipnóticas …? -Pepe Foment se movía solvente por mancebías apenas recién estrenado el primer bigote.
El iniciático viaje de la cuadrilla había estrechado grandemente la íntima relación entre Pepe Foment y Caldo Gordo, al punto que la sumisión de éste a aquel bien pudiera alcanzar sus necesidades desatadas de promiscuidad, superando quizás cualquier distinción de sexos. Tremenda la estampa figurada de un Caldo Gordo a gatas cabalgado por el insaciable Pepe Foment blandiendo un banderín arcoíris.
Apareció al rato el operario que aclaró que el “ruidito” se debió a un “manguito exhausto” que, repuesto por otro “en condiciones”, importaba lo que cuatro “lechugas”, incluídos riegos y fertilizantes de calidad. De saldarlo se ocupó Justos Guarrán que, replicado por el muy generoso Puto Amo, hubo de añadir un par de verduras más al haber querido apreciar cierto acento catalán en el muchacho lo que le derrite y arroba al Puto Amo.
Proseguido el viaje sin ruidito, las chanzas, dimes y diretes se alojaron en el recinto automóvil. Mas locuaces unos y menos otros, todos callaban y mudos seguían atentamente cualquier chuminada del jefe.
Así, por ejemplo, cuando …
- Haré de la grandeza desecho, del amor odio, del honor infamia, del trabajo subsidio, de la verdad falsedad, del respeto desprecio, del perfume mierda, de la sensatez estulticia, del cumplimiento revocación, de la bondad vileza, del honor traición, de lo solemne charlotada, del progreso destrucción y de España nada. Y lo haré yo solo, de nada ni nadie preciso porque … ¡sigo siendo el rey! -fue la prédica del Puto Amo. Nunca jamás, ni antes ni después dijo tanta verdad. Los otros tres, embobados, limpiaban sus babas, más por las puertas a los tesoros que se les abrían que por la mella de tan imponente plática.
Llegados a Pamplona, Justos Guarrán y Caldo Gordo se encontraban en su lecho maternal. Hacía años que habían tejido una red delictiva potente que a muchos apañaba y, así, nadie denunciaba por ser lugar donde casi todos conocen a todos, en directo o a salto de caballo. Pronto se pusieron en contacto con María Cintruéniga, de antigua y fuerte raigambre familiar, que ejercía de verdadera “mama” de los manejos subterráneos del poder. A la banda le iban bien las cosas: cuando no un túnel, una carretera, un puente, un colegio, un centro cívico, un estadio, …, eran todos de buen comer, a ningún plato hacían ascos y, de todos “mojaban”. Pero eran platos menores ante el colosal banquete que llegaba de la mente y mano del Puto Jefe. Por doble razón era de interés el encuentro entre los dos capos: por no pisarse las mangueras entre bomberos y por multiplicar el efecto de las sangrías populares.
-¡Qué alegría y qué gran honor recibirte Puto Amo y más, tan bien acompañado de gentes tan de mi familia! Me adelanto a ponerme a tu disposición total y asumir como mías las ideas u órdenes que me plantees. Ningún pero encontrarás en ello.
-También para mí es una satisfacción estar aquí y contar contigo y los tuyos. Voy a daros ocasión de sangrar a lo grande. No quiero decir que en ello no seáis expertos, si no que, juntos, vamos a por un rebaño inmensamente mayor, para lo que poseo las más potentes armas anestésicas para confundir y para idiotizar a tanto bruto. Soy en ello el mejor y tan sólo preciso tener sobre el tablero todos los peones necesarios bien coordinados, entrenados y comprometidos con la causa: desangrar a esta puta España de la que aún queda chicha y sangre en abundancia. Para ello, todos valen, cuanto más curtidos en la lucha total, mejor. Y por aquí tenéis (tenemos) calidad y cantidad de “gudaris” con excelentes hojas de servicios.
Aunque se encontraban en un local bien aislado, mucho les costó a los del grupo no exaltarse con gritos como “¡Puto Jefe, jefe total, a por ellos, no hay compasión!”. No pudieron evitar un corto pero muy entregado aplauso que apenas acarició la vanidad infinita del gran orate.
-En estas tierras aún tenemos extensos rebaños de maquetos y simpatizantes a quienes podemos sacar hasta las entrañas, ¡y lo haremos, jefe! -intervino María Cintruéniga.
-Os daré una pauta para que todos tengáis claro a quiénes voy a responsabilizar de los “trasiegos”. Dentro de casa, serán Justos Guarrán con Tostado Pavazo quienes reciban mis instrucciones directas para tal manejo, aunque ya os digo que yo jamás sabré nada. De lo de fuera de casa, les tengo encargados a Pepe Foment (auxiliado por Caldo Gordo) y a Locatis Rizos con idénticos criterios que los otros. Todos sabéis que no tendréis otra evaluación que la mía y que no soy dado a escuchar pareceres. Caso aparte es mi familia que declaro intocable y a la que tengo la certeza total que prestaréis cuanto servicio sea menester. ¡Y sólo reparto yo!
Ahora sí, el grupo no evitó vítores, aplausos y abrazos, relamiéndose por los gozos a recibir de tantas presas sometidas y exprimidas.
-Para terminar, os digo que no tengo oposición, porque no la tolero y porque, de hecho, no existe. Haremos naturalmente las representaciones necesarias de igual forma que con el Bobón Coronado y su tribu.
Idéntica obra fueron representando por los diversos territorios, asegurando en cada uno la sumisa lealtad de quienes en su tierra gozasen de suficiente predicamento.
No puedo, no quiero, porque me lo impide este agudo dolor de español, afrontar el final de la historieta. Pero, como diría Velázquez, “esto pinta mal”.
Salvo que …el manguito fuera del líquido de frenos y no estuviera tan “en condiciones”. Nunca se sabe
CM
18-10-2025