CONSENSO vs CONFRONTACIÓN
Guardo en la memoria el ambiente de zozobra y temor al futuro político incierto que se abría tras la muerte de Franco. La determinación del nuevo Jefe del Estado Juan Carlos I a encaminar a España hacia una Monarquía Parlamentaria, la posición comprometida a ello del cardenal Enrique y Tarancón, la sabiduría y valentía de Adolfo Suárez y el concurso de los líderes políticos de las más variadas tendencias, realizaron una Transición política que muchos, dentro y fuera de España, consideramos ejemplar. Quienes la hicieron posible bebieron necesariamente del elixir del CONSENSO: lograr el acuerdo de la mayoría y atenuar las objeciones de la minoría en aras de alcanzar la decisión más satisfactoria. Los acuerdos siempre exigen cesiones y renuncias por todas las partes implicadas, decididas a encontrar soluciones suficientemente válidas o aceptables para todos. Es la esencia del espíritu democrático: defender mi posición, asumiendo ceder y asumir la posición diferente. Ingredientes esenciales fueron el respeto mutuo y la coincidencia en el objetivo último, una norma de convivencia pactada.
De tal espíritu, del trabajo de gentes muy lúcidas y de la generosidad de todas ellas, nació el proyecto de Constitución que, con nuestros votos, aprobamos masivamente los españoles en 1978.
De tal espíritu, del respeto al contrario y del CONSENSO, aprobamos regirnos por la Norma que establecía un Estado de las Autonomías.
Rodriguez Zapatero dinamitó el CONSENSO, sustituyéndolo por la CONFRONTACIÓN. Rescató el viejo espíritu de “las dos Españas”, alentó un olvidado espíritu de revancha y odio (“la tensión nos interesa”, se le escapó al nefasto). Sánchez Castejón, ha oficializado construir el “muro entre buenos y malos”. Confrontación en todos los aspectos: familiar (“los hijos no son de los padres”), laboral (el contratante es el opresor del contratado), político (levantar un muro entre dos Españas irreconciliables), social (los actos de los infortunados son buenos o justificables y los actos de los afortunados son malos o injustificables), sexual (mujeres y hombres son adversarios por naturaleza), geográfico (las naturales diferencias entre territorios, convertidas en baluartes de enfrentamientos), …
Más allá de nuestras particulares opiniones (CONSENSO o CONFRONTACIÓN), convengamos que la Constitución del 78 y el Estado de las Autonomías son incompatibles con el espíritu de la CONFRONTACIÓN. Ni vale la Constitución del 78, ni vale el Estado Autonómico. Es más, no vale el acuerdo, sino la IMPOSICIÓN. O, dicho de otra manera, NO CABE LA DEMOCRACIA.
Los trágicos y amargos sucesos acaecidos recientemente me han conducido a una reflexión que, de ser cierta, supondría que padecemos un gravísimo problema: el comportamiento de la mayor parte de nuestros dirigentes políticos es más propio de posiciones autárquicas que democráticas en tanto que el proceder espontáneo de una parte ejemplar de la ciudadanía es caracteristico del espíritu democrático. La actitud de gran parte de los líderes de la “clase política” es totalmente ajena al sentimiento democrático, una vergüenza, porque todos juraron o prometieron la Constitución.
Cada uno de nosotros deberíamos situarnos netamente a favor o en contra de la sociedad democrática.
No represento a nadie más que a mí mismo. Yo apuesto sin duda por la convivencia democrática. ¿Y tú?
CM
16-11-2024
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