viernes, 5 de julio de 2024

 POLVO, SUDOR Y HIERRO

Mínimo homenaje al gran Manuel Machado

 

 



Temeroso y debilitado continúo mi cabalgar entre polvo, sudor y hierro.

Temeroso de perder la vida, la vida verdadera, profunda.

Debilitado por los esfuerzos al parecer baldíos.





Polvo que sustituye la casa de nuestros iniciales y grandes vecinos. Hace años marchó ella. Magnífica persona, bondad, simpatía y elegancia. Él tardó en marchar. Educado, original, de afecto profundo. Su casa nació al poco de la nuestra. Hoy escombro y polvo, mucho polvo. En apenas dos días sólo polvo.





Teníamos casi en olvido el verano mesetario. Leales durante decenios a las amadas tierras astures. A su verdor, a sus nubes, a su dulzura. El verano en la meseta sigue siendo terrible, inmisericorde. ¡Qué forma más grosera de escalar la marca en el termómetro! Vivir ante las constantes acometidas del sudor. Sudor de cuerpo y de alma. ¡Ay Asturias!, sollozo.





Hierro de dureza, de peso abrumador, aspereza y crueldad. Hierro frío, crudo y severo, duro, inflexible. Hierro que encadena el sosiego del alma.





Aún así, cabalgo. Herido, cabalgo.


      -¿Qué me espera? -lanzo angustiado al viento-

      -Esfuerzo, sacrificio -es la respuesta a coro de las seis Cariátides-.

      -Pues, ¿no sois vosotras la fuerza y la belleza femeninas? ¿Es que no podéis enviarme el ánimo que me flaquea? -imploro al coro-

      -La fuerza se conquista. Sabes que fuimos sometidas como esclavas. Pero lo superamos con empeño, con sacrificio. Hoy sostenemos las mejores obras de los hombres. Sólo tú puedes conquistar tu fuerza. ¡Busca dentro de ti! -me contestó el coro-.




Al poco, las Cariátides comenzaron un cántico salmódico que fue penetrando en mi interior. Profundo. Suavemente opresivo, que se fue abriendo camino hasta lo más profundo.

      ¡Lucha, lucha! -insistía el cántico-.

La oscuridad de la hondura se fue paulatinamente esclareciendo: ¡esforzarse, combatir!

      Si lucho, ¿venceré? -pregunté angustiado a las Cariátides-.

      Nadie puede asegurarlo. Puedes sucumbir. Pero la opción de vencer tan sólo existe si luchas. De no hacerlo, tienes garantizada la derrota. Además, el sólo hecho de combatir ya es una victoria frente a tu espíritu aciago. -así me contestaron unánimes las seis bellas-.

      ¿Cón qué lucho? -inquirí-.

      Con perseverancia, con coraje, con talante de victoria, con esperanza y fe de conseguirla, con el valor que te otorga el motivo de tu esfuerzo -fue el consejo de las hermosas jóvenes-.

 


A superar el polvo, el sudor, el moho del hierro amenazante. ¡A cabalgar!

 

¡Si la guerra acabase en mi fracaso, lo aguardaré con la espada desenvainada! No venderé mi vida por nada. Porque es mi larga y muy fructífera vida de más de cincuenta y siete años la que está en juego, ni mas ni menos.

 






 

5-7-2022

 

CM

 


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