martes, 3 de abril de 2012

PASION, MUERTE Y RESURRECCION


Estamos en plena celebración de la PASION de España. Hace unos cuatro años la iniciábamos con manifiesto desdén. Y en la creencia de que nuestra posición de ventaja relativa en la economía desarrollada nos mantendría al margen de grandes sufrimientos. Creíamos estar en una posición privilegiada que nos permitiría contemplar los dolores de los demás más que padecer en nuestra España los rigores de la manoseada crisis. Es más, ya bien iniciada la PASIÓN, entregamos nuestro gobierno en unas elecciones generales a quienes enfáticamente pregonaban que realmente se trataba de una crisis de la que acaso despreciables salpicaduras podían llegarnos. Nuestro sistema financiero (sector desencadenante de la crisis general) era totalmente sólido y modélico. Y nuestra economía tenía potencia sobrada para afrontar la situación sin problemas. Claro que también nos decían que la magnitud de la crisis general carecía de base real. Y que eran(mos) agoreros y antipatriotas quienes estaban(mos) convencidos de lo contrario.

Nos mintieron. Y les entregamos nuestro gobierno. Cierto que no habíamos podido evaluarles en su capacidad de gestionar crisis financieras en la legislatura anterior. Pero sí habían dado muestras escandalosas en aquel anterior gobierno sobre su incapacidad de gestionar conflictos. Y, sobre todo, habían demostrado ser campeones indiscutibles en la creación de discordias y enfrentamientos. O sea, lo contrario de lo que a un gobernante le debemos exigir. Pero les volvimos a entregar el gobierno. Y, con ello, suscribimos nuestro suicidio colectivo.
No sólo era mentira que nuestro sistema financiero fuera modélico sino, muy al contrario, aún seguimos descubriendo el nivel de "chiringuetismo" bandido de buena parte del mismo.
Instalada y extendida la corrupción por extensas áreas de la actividad pública y privada, habíamos conseguido armar una sociedad inmoral, mentecata, con mala preparación, ineficaz y profundamente desestructurada. A ese empeño resultó capital el desempeño de un gobierno inculto, yermo, incapaz, soberbio, mendaz y mesiánico. Pero ¡fueron nuestros votos los que decidieron sortear la verdad! ¡Fuimos nosotros los primeros responsables! Antes de acudir a las urnas en aquellas aciagas elecciones, las economías domésticas y empresariales más lúcidas ya habían iniciado su ajuste: no gastar más de lo que se puede producir (y vender). Alertas las había ya entonces sobradamente.
La PASIÓN es tiempo de desgarro, sufrimiento, dolor, desmoralización. Como pasaje hacia la MUERTE añade la desesperanza y la desesperación. Cada nuevo paso en su tránsito agrega congoja y tormento. Se camina hacia el final en un avance hondamente penoso y destructivo.


La MUERTE de aquel modelo de vida inmoral que construimos es inevitable. Y deseable. Urge que muera y darle enterramiento. Pero ni es gratis (los efectos traumáticos sobre muchísimos ciudadanos inermes son feroces) ni muchos de los que aún manejan el poder desde la mamandurria, la ausencia de esfuerzo, la opacidad y la delincuencia van a entregar sus privilegios sin ofrecer lucha. Los más porque incluso carecen de alternativa para ganarse la vida honradamente. Pero cuanto más alarguemos la PASIÓN, mayor padecimiento hasta llegar a la MUERTE.
Pero afortunadamente no es la MUERTE el capítulo final. Tras ella nos espera la RESURRECCIÓN. España es un viejo país con su piel horadada por mil batallas y peleas formidables. La situación de nuestra España de hoy es de una debilidad delicada y preocupante. Estado inevitable al que conduce la corrupción moral. Pero contemplando nuestra extensa historia, en otras encrucijadas más difíciles y agoniosas nos hemos encontrado. ¡Y nuestros mayores Resucitaron a la España de su momento! No hay razón ninguna que pueda justificar que si fueron capaces de hacerlo nuestros abuelos y los abuelos de nuestros abuelos no hayamos de ser nosotros capaces. Cuando nuestra horrenda situación, para ellos sería envidiable. Y cuando los medios a nuestro alcance para hacerlo ellos no pudieron ni soñarlos.


La RESURRECCIÓN nos espera. Ya atisbamos el zaguán con su luz cegadora.
Eso sí, no esperemos que nadie venga a hacer nuestro trabajo. El precio es la virtud, el rigor, el esfuerzo y la lealtad.
Por eso, decir Semana Santa es decir Pascua, iluminación de la oscuridad, pasar del dolor al gozo, de la angustia a la esperanza, del vicio a la virtud, de la muerte a la vida.
¡Feliz Semana Santa de 2012!

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