martes, 27 de septiembre de 2011

CATALUÑA, LOS TOROS BRAVOS Y LAS PROHIBICIONES


Los mal llamados "carrebous"

Los catalanes aprobaron (octubre de 2010) proteger las fiestas populares de los “carrebous”. El entretenimiento consiste en soltar a un toro bravo por una zona urbana previamente acotada mediante vallas protectoras (usualmente la calle principal de la población o la más larga) para que los participantes en la fiesta tengan ocasión de descargar adrenalina incitando la embestida del animal. Existe una modalidad (toro embolado) en que al animal se le sujetan a los cuernos unos artilugios prendidos con fuego.
Lo primero que tengo que decir es que el nombre de la fiesta llama a incomprensión por la inexactitud del tipo de animal utilizado para este entretenimiento. Un “bou” es un buey entre cuyas condiciones están la mansedumbre y docilidad. Es decir, características muy inapropiadas para producir ágiles y peligrosas embestidas que propicien la diversión popular poniendo a prueba la valentía de los participantes. Como hacer embestir a un buey sin herirle ni fustigarle es misión prácticamente imposible, la fiesta se celebra con un toro bravo (brau) que sí posee las cualidades de fiereza e impetuosidad idóneas para el fin que se busca. Deberíamos hablar por tanto de “carrebraus” y no de carrebous. Importa la rectificación a la comprensibilidad de la fiesta a quienes no estamos familiarizados con ella y quizás a que con el nombre inapropiado pero más amable se pretenda disimular la participación necesaria del toro bravo con intención de evitar conexiones con otro tipo de fiestas. Por tanto se trata de un festejo taurino.

Que la fiesta se celebre en un espacio público, en una zona céntrica de las poblaciones, asegura desde luego que ningún vecino permanezca ajeno a ella (le entusiasme o le repugne; quieras o no). Para quien la aversión resulte irresistible no existe otra que huir o enclaustrarse.

El motivo aducido para proteger la fiesta es el arraigo popular y la tradición.  Es un argumento absolutamente sólido y muy saludable. Preservar las costumbres y tradiciones de los pueblos es una obligación de primer orden, por respeto y reconocimiento a nuestros mayores y por fijar y mantener nuestras señas de identidad como colectivo.

Los catalanes han aprobado la protección de ésta fiesta a través de sus representantes legales del parlamento catalán. Digamos por tanto inmediatamente dos cosas. Por el efecto frontera, la fiesta queda desprotegida en las regiones no catalanas donde -hasta hoy-, carecen de competencias los parlamentarios catalanes. Como son buenas las razones de arraigo y tradición sería preciso agilizar su protección en otras zonas afectadas (p. e. la región valenciana). Pero habrá que debatir y, en su caso, aprobar la protección explícita, no sólo a ésta sino a todas las tradiciones y costumbres de nuestras aldeas, pueblos, villas y ciudades (!!!!!). Preveo una inmensa sobrecarga de trabajo para los diversos representantes parlamentarios. Menos mal que ya tenemos adelantado (y pagado de qué manera) el trabajo de disfrutar de más de quince parlamentos regionales. Pero, desde luego, insignificantes me parecen para el ingente trabajo que se les viene encima. Tendremos que promover más institutos públicos de representación (local, vecinal, …) donde poder tratar y debatir estos asuntos. Y quizás lleguemos a la conclusión final de que todos tenemos que ser representantes; aunque cada uno sólo se represente a sí mismo. No echaría en saco roto la reflexión porque, entre otras, puede aportar la solución rotunda del paro (considerar como no parados a quienes, a falta de trabajo, realizan cursos de formación, no deja de ser una chapucilla irrelevante frente a la opción de nombrarnos a todos representantes populares, con digna remuneración y derecho de jubilación).

Cartel de la última corrida de toros en Barcelona
En segundo lugar, éstos son los mismos parlamentarios catalanes que recientemente han aprobado la prohibición de las corridas de toros. Ahí no valieron ni el arraigo popular ni la tradición como razones justificativas. Valió el criterio de la protección de los animales frente a cualquier crueldad perpetrada contra ellos. Y se estimó sin duda alguna que una corrida de toros es un salvaje y cruel espectáculo incompatible con una sociedad civilizada. Visto lo visto, digamos que una sociedad civilizada (catalana) no puede permitir que se dañe físicamente a un animal pero no le turba que se le lastime emocionalmente por razones de arraigo popular y tradición. Si el discurrir de los parlamentarios catalanes acaba en esta distinción entre los maltratos a animales, se han quedado cojos pues no veo cómo poder justificar el maltrato emocional. Si no es así, habría que explorar posibles motivaciones espurias y no manifestadas. 


El torero catalán Serafín Marín en la última de Barcelona.
En tal caso, ¡cuidado con otorgar representación a los falsarios! Bien es cierto que, al celebrarse las corridas de toros en recintos expresamente construidos para ello, la opción para quienes les repugne se simplifica radicalmente: basta conque no acudan, sin necesidad de huir ni de enclaustrarse. Y, sobre todo, ¡SIN NECESIDAD DE PROHIBIR!

domingo, 4 de septiembre de 2011

EL VERANO SE VA DILUYENDO

En el paseo marítimo, en la playa y en la pequeña villa de Ribadesella han comenzado a aparecer grandes claros: se esfumó la muchedumbre y vuelvo a tener la impresión de poder pasearlos sin entrar en obligado conflicto de espacios. Conflicto incómodo especialmente porque una parte no desdeñable del gentío da constantes muestras de burricie y falta de respeto propio y ajeno del que animan a participar activamente a sus rapaces, bastantes de ellos extraordinarios en el grito, los juegos agresivos y vocingleros (como los de algunos primates enjaulados) y escrupulosos en el maltrato a sus hermanos, padres y abuelos. Lo que de ellos podemos esperar los que no somos del círculo familiar es fácil de pronosticar y, para mí, imposible de soportar.
Aquí se repitió una concentración formidable de gentes en agosto. Espectáculo dantesco el que entreví por las rendijas de mis muy prudentes aproximaciones. Y muy sorprendente: ¿desapareció la crisis económica durante esos días? Y muy preocupante. A cierto nivel de incivismo y de festejo de la brutalidad no hay recuperación que aguante. Acucia salir de la inmensa crisis económica. Pero creo que con ciertos patrones de conducta no es posible aspirar a una sociedad desarrollada (tampoco, desde luego, salir de la crisis económica).
Es cierto que no se precisan muchos brutos en un colectivo para que el conjunto parezca brutal. Pero seguro que una de las razones para que esto sea así se debe a que la gran mayoría carece de conciencia colectiva y duda (o se avergüenza) de su propia cultura social. ¿O carece de ella? 
No puedo creer que los españoles hayamos perdido en pocos años nuestra cultura de convivencia: la que daba prioridad a embarazadas y ancianos o la que llevaba a barrer y fregar cada mañana el trozo de acera correspondiente a la humilde y pulcra fachada de la casa en el pueblo. El común de esas y otras cientos de pautas de conducta es el respeto por uno mismo y por el otro, la preocupación de asociar la imagen propia con la delicadeza, y el deseo de ofrecer a los demás aspecto de orden y limpieza.
Un concepto de la libertad necesariamente ligado a la vida en sociedad y, por ello, sujeto a unas normas de comportamiento dirigidas a hacer más fácil y placentera a todos la vida en comunidad. Y, más allá, el reconocimiento a los que nos precedieron y a quienes llevan en el volumen de su vientre la evidencia de la conservación de nuestra especie.  
Aunque consiguiésemos reconducir la situación actual a la idea de que sean algunos de los mejores los que se ocupen de la cosa pública (una descerebrada que vive de la política llegó a decir que lo público no es de nadie; luego me lo puedo apropiar con todas las de la ley o destrozarlo impunemente) y consiguiéramos tener a gentes altamente capaces, responsables y de acendrado sentido ético en el gobierno de lo público, sería enormemente insensato que los demás nos desligásemos de nuestra responsabilidad en tal ámbito. 
La "temporada alta" del verano vacacional se diluye. Yo lo agradezco pero me duele y me inquieta verme tan lejos de ciertas formas colectivas de disfrutar del ocio. Claro que todo cuanto sugiero de compromiso social exige esfuerzo y sacrificio personal: ¡afortunadamente! Porque no creo en la obtención gratuita de objetivos valiosos. Y exige conciencia de formar parte de un grupo que se encuentra satisfecho de serlo.
Yo creo que haber nacido en España, ser español, es un privilegio. Me abruma pensar en la capacidad inmensa que tuvieron nuestros anteriores para trabajar con ahínco en la formación de un espacio de altísima calidad. Cuando veo las huellas de su hacer en tantas obras excelsas (acueductos, calzadas, edificios, libros, pinturas, música, ...) me siento muy pequeño y profundamente orgulloso de ser parte de un pueblo que se ha esforzado enormemente por conseguir para sus descendientes un mundo mejor. También sus pasados errores han de ser de útil enseñanza para nosotros. Porque si así no fuera, además de injusto y doloroso resultaría estúpido. ¡Hay tanta España y tanto y tan excepcional que ofrecer  al turista que no tendría perdón  no hacerlo!