LIBRO, LIBRE
Johannes Gutemberg inventó la prensa de imprenta mediante tipos móviles. Su impacto en la humanidad supuso, ni más ni menos, que la multiplicación mecánica de un escrito, permitió la reproducción de importantes cantidades del mismo, en tiempos muy reducidos y, como consecuencia, una difusión hasta entonces imposible de cualquier texto. ¡Abrió de par en par la puerta de la socialización de la palabra escrita! El desarrollo de la fabricación del papel, de las tintas adecuadas y la prensa sobre una mesa móvil fueron elementos esenciales para la formidable revolución del invento.
Fijar la palabra sobre un soporte físico estable se remonta a los tiempos más remotos. Era la forma de asegurar la palabra de manera que la transmisión oral no fuera prostituyéndola a lo largo del tiempo. Pero hasta el descubrimiento de la imprenta estuvo constreñido a la elaboración artesanal y, por tanto, limitado a muy escasos receptores. Como consecuencia, la transmisión del conocimiento quedaba encapsulada en élites y, así, concentrado en sus manos el poder que proporciona el intelecto. La difusión del conocimiento escrito supuso un impulso formidable a la libertad individual. Nuestros libros actuales son herederos del tremendo invento de Gutemberg. Nuestra libertad está uncida a los libros.
La magia del libro nos da entrada a los más variopintos conocimientos científicos, a las investigaciones más seductoras, alimenta nuestra imaginación a niveles impensables, remueve nuestros más vivos sentimientos y emociones, nos alegra y nos entristece, nos lleva a lo más exótico de lo exótico, nos traslada al más viejo pasado o al más lejano futuro.
Creo que el libro sigue siendo nuestra más atractiva herramienta para alcanzar conocimientos y vivir extraordinarias experiencias desde nuestra propia butaca.
Naturalmente el autor del libro es esencial, imprescindible. El contenido es el meollo que le da valor. Pero la vida del libro se la da el lector. Cada lector hace su propia creación de un mismo libro. La lectura es absolutamente activa. Es el lector quien determina la precisión de los colores, los tonos de las voces, la estatura de los personajes, la temperatura en cada escena, la profundidad de una cueva, la pasión en una cama, el que conecta con los personajes al punto de angustiarse, amar, odiar, disfrutar y sufrir con ellos, el que absorbe e interpreta los pensamientos y enseñanzas que ofrece el autor, el que va fabricando su propio libro conforme avanza por sus páginas. Páginas que trasladan una especial sensualidad y un olor que embriaga cuando son del bendito papel. Si un libro tiene diez mil lectores, resultará que finalmente se han producido diez mil historias muy parecidas, pero no iguales. Es la magia del libro y la creación que de él hace cada lector.
Claro que hay tan diversos gustos y sensibilidades como lectores y lo que a uno le entusiasma, al otro no le agrada. Y claro también que no todo libro que se publica tiene un mínimo de calidad (y que también hay falsos autores especialistas en “corta y pega”, sea físico o no; incluso en falsas titulaciones universitarias de personas que debieran ser de prestigio exigible). En España se están editando anualmente más de noventa mil títulos, ¡hay donde escoger!
De tal forma puede un libro abrirnos espacios nuevos (del pensamiento, de la imaginación, de lejanos mundos) que, repito, es un impulsor colosal de nuestra libertad de juicio y criterio.
Los enemigos de la libertad siempre fueron y son enemigos de los libros. Es lógico por lo que arriba comenté. Solo a modo de ejemplo, en el no tan lejano siglo XIX (el de nuestros abuelos o bisabuelos), la sociedad prohibía la lectura a las mujeres o condicionaba las lecturas del “ángel del hogar”, de forma que los libros sólo debían estar dirigidos a su instrucción, devoción o esparcimiento que no alterase su virtud. Flauvert escandalizó con su “Madame Bovary”, lectora soñadora que advirtió pronto su insatisfacción y, por ende, peligrosa. La medicina definió a la mujer como ser fácilmente impresionable y a merced, por tanto, de sus lecturas: moderación en la lectura y nada de pudiera excitar las pasiones. Afortunadamente hoy nos parece una situación superada pero aquella realidad está a la vuelta de la esquina. Y hoy, sigue rigurosamente vigente la “censura” por la que unos pocos “elegidos” determinan qué publicaciones son inconvenientes y hasta qué nombres históricos deben ser impronunciables. Los guardianes de la dependencia y la esclavitud están tan vivos y saludables hoy como en sus mejores tiempos.
Ayer se celebró el “Día del Libro” con gran éxito insuficiente. Y se otorgó al académico y escritor Álvaro Pombo, poeta, ensayista y novelista, el aún prestigioso “Premio Cervantes”. Anciano, maltrecho, pero enormemente lúcido incluyó en su discurso: “la fragilidad sigue siendo el gran tema de actualidad, ante la enfermedad, ante la soledad, ante la injusticia, ante la falta de convicciones, ante las causas perdidas…. Ante las más diversas instituciones que parece que no le amparan a uno, en una sociedad cada vez más ininteligible”; “Ahora nadie se bate en duelo por su honor ni por el honor de España ni por el del tato. Nos hemos convertido entre influencers y mercachifles”.
Salud al libro libre.
CM
24-4-2025