LIMPIO Y EJEMPLAR
La corrupción en el Parlamento
“Soy un político limpio y lidero un partido ejemplar (PSOE)”. Dijo Sánchez. ¡Toma ya!
“Está usted en el centro de la corrupción de su partido, de su gobierno y de su familia”. Dijo Feijóo. ¡Buen sitio!
A Sánchez le aplaudieron con entusiasmo (“como focas”, en boca de Abascal) los diputados socialistas, antes de comenzar a hablar y luego más. Será que celebran que el presidente comparezca ante el Parlamento. O será simplemente que defienden su empleo.
A Feijóo le aplaudieron con entusiasmo sus partidarios cuando reiteradamente le culpó a Sánchez de encabezar una organización criminal y de disfrutar de los nada castos negocios familiares afeándole la hipocresía de anunciar una lucha contra la prostitución.
Los de Abascal se ausentaron para ignorar a Sánchez. Luego, Abascal fue aplaudido por sus parlamentarios. Dirigió a los socialistas una pregunta retórica: ¿no hay uno solo de ustedes con algo de dignidad? ¡Nadie!
Coalición Canaria amenazó veladamente con abandonar su apoyo al presidente.
El resto hizo una representación teatral mostrándose más o menos enfadados con Sánchez por el grado de corrupción que ha permitido. Regañina sin más (la factura la presentarán después). Pero continuarán apoyando la corrupción y lo que haga falta.
Limpio: seguro que no se refería a su sesión de ducha. Estoy seguro de que conocía perfectamente toda la corrupción de sus más íntimos colaboradores. Pero, a su modo de sentir y ver, esos comportamientos de los suyos no están tan mal. Porque Sánchez se ha desenvuelto durante toda su trayectoria entre las turbias aguas de la corrupción (su propia carrera en su partido, sus relaciones familiares (de sangre y por su mujer), su autoría universitaria, hasta sus actuaciones como gobernante). Es su medio natural.
PSOE ejemplar. ¿En qué? Un muy brillante y extenso historial en prácticas y delitos de corrupción, muy de actualidad también, le impiden presentarse como ejemplo de honradez.
No quiero dejar de señalar aquí que todos (absolutamente todos) los parlamentarios son empleados de España. Han hecho de España una empresa completamente anómala: hay empleados tan descontentos con España que quieren irse, ¡pero con indemnización!; otros prefieren quedarse, pero trabajando para sus secciones o departamentos, aún en perjuicio de España. Finalmente, muchos otros no dan un palo al agua. ¡Pero todos cobran y no todo en nómina (para no escandalizar), sino en los más imaginativos complementos y primas (económicas y de las otras, las pindongas)!
Para “poner el cazo” se requería cierto arte y disimulo. Ya no. Ha entrado a formar parte de las costumbres de oficios con capacidad de sobornar: son los políticos aquellos profesionales que, manejando cantidades fantásticas (dineros públicos) de la empresa España (de todos los españoles) disfrutan además de mayor libertad para manejarlas a su mejor conveniencia. En ocasiones, sólo para sus bolsillos, en ocasiones compartiendo con su negociado.
Así ocurre que, cuando algún descuido permite que la guardia civil o alguna prensa descubren el latrocinio de algunos, muchos otros colegas se limitan a sermonear y otros muchos ¡aplauden a rabiar!
Para finalizar, creo que muchos (como Trump) no tenían pajolera idea de quienes somos ni donde estamos (¡con lo que llegaron a alcanzar nuestros ancestros, que vergüenza!). Ahora puede que sigan ignorando donde estamos, ¡pero saben que somos un atajo de ladrones!
Creo que tenemos un sistema político que, aunque deseoso de ser democrático, presenta resquicios y dobleces que impiden una real gobernanza democrática en España. ¿Otra ley de partidos? ¿Otra ley más justa y democrática que el sistema d’Hont?
CM
9-7-2025
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