sábado, 28 de junio de 2025

 ’AMNĒSTÍA (Olvido)

 



LETE, DIOSA DEL OLVIDO


Amnistía: “Olvido legal de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores” (RAE).

La facultad corresponde al Congreso de los Diputados mediante una Ley Orgánica.

La Ley Orgánica 1/2024 de 19 de junio se aprobó por el Congreso “para la normalización institucional, política y social en Cataluña”, por 177 votos a favor (PSOE, Sumar, ERC, JPC, Bildu, PNV, Podemos y BNG) y 172 en contra (PP, Vox, UPN y CC).

Tal ley, “amnistía todos los hechos que hayan sido declarados o estuvieran tipificados como delitos o como conductas determinantes de responsabilidad administrativa o contable, vinculados a la consulta celebrada en Cataluña el 9 de Noviembre de 2014 y al referéndum del 1 de Octubre de 2017 (declarados ambos inconstitucionales en las sentencias del Tribunal Constitucional 31/2015, de 25 de Febrero y 114 de 2017, de 17 de Octubre) que se hubiesen realizado entre el 1 de Noviembre de 2011, cuando comenzaron a desarrollarse los hechos del proceso independentista, y el 13 de Noviembre de 2023.”

Con los datos de las elecciones más recientes, de 23 de Julio de 2023, (446.029 de ERC más 395.449 de JPC) ascendieron a 861.449 los votos independentistas catalanes, es decir ¡un 2,3%! de los 37.469.453 electores totales, o ¡un 15,1%! de 5.703.737 de los electores totales en Cataluña.

Los anteriores son exactamente los datos democráticos de las urnas.









Claro que pudimos conocer otros “datos”:

      Calles, coches y árboles incendiados en Barcelona.

      Enfrentamientos brutales con la policía.

      Asalto y ocupación del aeropuerto Josep Tarradellas de El Prat.

      Asalto y corte de las autopistas de acceso a Barcelona.

      Asalto y secuestro de funcionarios públicos.

      Asalto y robo en todo tipo de comercios.

      


EL HOMBRE DE SANCHEZ CON PUIGDEMONT


Y un presidente del gobierno de España que, para continuar en lo suyo, negoció con los separatistas catalanes exonerarlos de culpa a cambio de sus votos.

Es irrefutable que todos estos son datos impactantes, angustiantes y hasta temibles. Pero no son datos democráticos.

La “normalización institucional, política y social de Cataluña” se concreta exactamente en un 2,3% de todos los españoles o en un 15,1% de los españoles catalanes con derecho al voto. ¿Pero qué mala broma es la del legislador?

En mi articulito “¿Representación de Golfos?” me extendí en lo referente a nuestra representación democrática.

 




El Tribunal Constitucional es un órgano constitucional, “intérprete supremo de la Constitucion de 1978”. La denominación “tribunal” puede resultar confusa ya que no forma parte del Poder Judicial. Está formado por doce miembros, magistrados del Supremo y de la Audiencia Nacional, profesores universitarios, letrados de las Cortes, tribunal económico-administrativo, consejo de garantías estatutarias catalán, vocales del Consejo Geberal de Poder Judicial).

      Conde-Pumpido, magistrado del Supremo, preside el Constitucional. (En 2004 ya fue fiscal general nombrado por Rodriguez Zapatero.) ¿Creéis posible la imparcialidad del caballero?

En resúmen, está integrado por doce miembros, cuatro por el Congreso, cuatro por el Senado, dos por el Gobierno y dos por el Consejo General del Poder Judicial. Para mí está claro que, por encima de la formación y prestigio jurídico, resulta ser un órgano político-partidista (8 por las Cortes, 2 por el Gobierno y tan sólo dos por los Jueces). Por tanto, se conoce de antemano el sentido de cada fallo y la votación se produce por bloques políticos.

Si centramos nuestra atención en el meollo y no nos perdemos en teatralizaciones y fuegos de artificios, la secuencia real sería:





      1: en marzo de 2006 se aprueba el estatuto de Cataluña con el apoyo de Rodriguez Zapatero (PSOE) que es deudor personal del PSC (partido socialista catalán).

      2: el 1-10-2017 se celebra en Cataluña el “referéndum de independencia”, convocado por el presidente de la Generalitat Puigdemont. El Constitucional lo declara ilegal.






      3: el 27-10-2017 el Parlamento Catalán declara la independencia de la “república catalana”. El Gobierno de España aplica el a. 155 de la Constitucion, interviene la autonomía catalana y destituye a Puigdemont que logra huir de España.





      4: el 14-10-2019 el Tribunal Supremo condena por sedición y malversación a Oriol y a otros tres juzgados y a otros cinco por sedición.

      5: el 23-7-2023, el PSOE de Pedro Sánchez pierde las elecciones obteniendo 121 diputados. Pero consigue ser investido presidente con el apoyo de 179 votos, entre otros, los siete imprescindibles diputados de JPC a cambio de ofrecerles la amnistía a los catalanes condenados por el Tribunal Supremo.





      6: el 30-5-2024, por 177 votos a favor contra 171, el Congreso aprueba la Amnistía para los condenados catalanes. La redacción del borrador de la ley la hizo el equipo de Puigdemont con la colaboración de alguno de los golfos de Sánchez, hoy en desgracia.

      7: 26-6-2025, el Tribunal Constitucional valida la Amnistía (por 6 votos de la selección socialista contra 4 de la selección pepera).

 

La Amnistía, el “Olvido”, supone que los delitos no existieron, por lo que no se cometieron. Por tanto, fueron nuestros representantes (políticos y jurídicos), o sea todos nosotros, los que les condenamos injustamente. Habríamos de pedir perdón e indemnizar a los afectados por cuanto estimen que les dañamos.

Como mi billetera la tiene y maneja Sánchez, de ella saldrá lo que quiera y, agotada, firmará a cargo mío y de mis descendientes los préstamos que le dé la gana.

Pero lo que aún no tiene (todo se podrá andar) es mi raciocinio y voluntad.

Yo no “olvido” ni perdono los graves daños que nos produjeron más los que intentaron ocasionarnos los delincuentes catalanes juzgados y condenados en un proceso con absolutas garantías jurídicas por nuestro más alto tribunal.

Ya está bien: las necesidades y caprichos de Sánchez, que se lo pague de su bolsillo, del mío o de mis deudas, pero no trago sus patrañas y barrabasadas ni acepto ninguna de  las teatrales interpretaciones de sus sirvientes.





Ha hecho del Parlamento, de la Fiscalía y del Constitucional, parte de su servidumbre, aunque los pague con nuestro patrimonio nacional, con nuestros dineros y con nuestras deudas.

¡’AMNĒSTÍA NO!


CM

28-6-2025

     

 

     

 

 

 

 


martes, 24 de junio de 2025

VIOLINES

 





Por entonces bajábamos casi a diario a la entrañable playa de Santa Marina en Ribadesella. Era una rareza que el clima del día desaconsejara darse algún chapuzón, con cierta valentía, en el Cantábrico. La playa estaba al pie de una casona de indianos convertida en recatado hotel familiar de doce habitaciones situado en el centro de la concha que forma la playa. Habitaciones pulcras, acogedor salón de lectura, atención llana y hogareña y una muy excelente cocina de la que abusábamos aprovechando aquellas edades.





Repetíamos todos los años los mismos huéspedes. Todas personas con más de media vida a las espaldas, afables, inteligentes y enormemente interesantes, por sus experiencias acumuladas y su brillante manera de compartirlas. Prolongábamos la sobremesa tras la cena. La cariñosa y eficaz empleada nos deseaba felices sueños dejando el bar bajo nuestra responsabilidad. Seguramente ello también ayudaba a aligerar las lenguas y a recordar anécdotas y chascarrillos que provocaban frecuentes carcajadas. Conversaciones y bromas eficaces para festejar la vida y prepararnos para el descanso nocturno. Bajo las sábanas nos arrullaba el rítmico romper de las olas. Fue aquella una época de una riqueza vital extraordinaria.

Unos íntimos amigos (él y yo desde que coincidimos con seis años en el cole hasta que falleció prematuramente) se habían comprado una casa estupenda en la zona. Él tenía el arte corriendo por sus venas y muchos tuvieron la fortuna de formarse con sus amplios conocimientos.





Aquellos días tuvieron alojados a una joven pareja insólita. Paloma, muy agradable de trato y de físico, era una inquieta luchadora, pionera por la ecología. Nos contó que en el terreno donde tenían su casa producían los más diversos frutos hortícolas de forma absolutamente natural, libres de cualquier tipo de química, y recogían los huevos de los más diversos tipos de gallinas que picoteaban con libertad total en su terreno. Había promovido lo que en aquellos momentos era un reducido club de enamorados ecologistas, algunos también productores. Vendían sus pequeñas mercancías citando en un determinado punto a los primeros compradores sensibles. Tiempo después pudimos comprobar en su casa que las viandas que nos ofrecieron de su particular producción apenas remotamente recordaban a las que ordinariamente comprábamos en el mercado. Absoluta exquisitez.





Máximo era (falleció en un accidente de coche) un joven sumamente encantador. Cuando nos presentaron, se encontraba recostado contra el muro de piedras que limitaba la playa. Era guapo, muy al contrario que su famoso hermano mayor cineasta. Y más contrario aún por su exquisita humildad y cortesía. Aquel día se encontraba desmadejado por una colitis posiblemente fruto de las contundentes comidas de aquellas tierras a las que aún no se había adaptado su digestivo. Conectamos desde un primer momento. Nos interesamos por los oficios de uno y de otro. El suyo era enormemente sugestivo, era escultor. Esculpía y modelaba enormes pedruscos que movilizaba con un adecuado juego de cadenas y poleas suspendidas de carriles incrustados en el techo de gran parte del piso bajo de su vivienda. Le escuchaba boquiabierto mientras él animaba su relato al comprobar mi enorme y sincero interés por su actividad.

Vencido cierto retraimiento, me confesó que, en aquellos momentos, estaba centrado en la elaboración de un violín, conforme a las exactas pautas por las que se guió en el siglo diecisiete el inigualable lutier Antonio Stradivari. Aquello me dejó estupefacto. Ya llevaba más de dieciocho meses de trabajo y calculaba que aún le faltarían un par de años para comprobar si sonaba y cómo sonaba su violín. Las maderas básicas de abeto noruego (para la tabla superior) y arce turco (para la inferior y laterales), las había adquirido, ya secas, dos años atrás ¡para el violín!

 





Época de vendimia en Cremona. Juan Silva y Manrique, marqués de La Nota, emparentado con el noble español Juan de Dios Silva y Mendoza, décimo duque del Infantado, había centrado desde niño su interés en la música. Su más íntima y dulce compañía era el violín de quien decía escuchar las más amorosas palabras de este mundo. Aunque su humildad lo negase, era un verdadero virtuoso que frecuentemente participaba en los conciertos de cámara organizados en los muy diversos palacios de la nobleza de la época.

Nacido en la Navidad de 1680, había recibido una muy esmerada educación, como correspondía a su linaje. Contaba veinte años cuando emprendió viaje a la Lombardía italiana para hacerse cargo de unas posesiones heredadas de sus padres recientemente fallecidos en fatal accidente. Aunque Agustín de la Oz se ocupaba muy diligentemente de la administración de los bienes familiares desde hacía décadas, consideraba un deber familiar, más que personal, tomar contacto directo con ellos. No conocía las posesiones del norte de Italia consistentes en una gran casa solariega y más de trescientas hectáreas de viñedos y una bodega, a más de unos miles de ovejas.





En el carruaje le acompañaban el querido Agustín y un par de sirvientes, flanqueado por otros cuatro de a caballo que atendían principalmente su seguridad. Desde Pastrana debían llegar a Barcelona y allí embarcar hasta Génova y continuar por tierra hasta Milán. Un entretenido pero agotador viaje de poco menos de un mes. Era la primera vez que se embarcaba y los dos primeros días le hicieron mella por su inexperiencia. El Mediterraneo le pareció fastuoso e inmenso.





Llegaron al palacio de don Carlos Enrique de Lorena, príncipe de Vaudemont, a la sazón gobernador del rey de España, en Milán. Fueron atendidos y agasajados por el príncipe como persona principal que era don Juan Silva y Manrique. Todos fueron convenientemente alojados. 





Tras la cena, ya sólos el príncipe y el marqués, iniciaron una viva conversación en que aquel, le expresaba a don Juan su preocupación enorme sobre la salud del monarca español y las graves tensiones entre las potencias europeas por la ausencia de sucesión del monarca. Dos grandes se postulaban para ocupar el trono español. Felipe de Anjou, nieto del rey de Francia Luis XIV, frente al Archiduque Carlos, hijo del emperador austriaco Leopoldo I de Habsburgo. El primero apoyado por Francia y el segundo por Austria, Inglaterra y Holanda. Los intentos del príncipe por conocer la posición del joven marqués fueron inútiles puesto que este mantenía firmemente su total desinterés por la política, mostrándose rehén de la música, del violín en particular y, por ello, deseoso de conocer cuanto fuera posible de un tal Antonio Stradivari. Don Carlos acogió con enorme entusiasmo la debilidad del marqués. Se hizo acompañar por él a una próxima estancia convertida en un fastuoso museo. El gobernador, sacó de una preciosa vitrina dos violines.





-Aquí tenéis dos hermosísimos violines fabricados por el famoso lutier de Cremona. ¡Probádlos, os ruego!

Apenas se resistió don Juan Silva. Tomó uno en sus manos y, dominando el temblor que le producía, dejó deslizar con ternura enorme el arco sobre las cuerdas de sol, re, la y mi, de la joya. Apenas unos compases. Se transformó la estancia con la sonoridad del estradivarius desde las manos del joven. Al punto que el gobernador quedó atónito, embriagado por la belleza del sonido.

-En esta semana sin falta celebraremos un pequeño concierto aquí en palacio para el que os rogaría que me hiciese el honor de tocar uno de estos violines. -acertó a decir el gobernador cuando logró reponerse- Y me haría una especial ilusión si interpretase “La Follía”, una composición muy reciente de Arcangelo Corelli, inspirada en nuestra tierra, de la que poseo una copia.

-Aunque apenas dispongo de tiempo para estudiarla, basta que a vos os complazca como para intentar una interpretación digna de esa obra, al menos una parte de ella.

-Aún me atrevo a pedirle otra merced. Tengo una sobrina, mi dulce Giovanna, a la que considero una gran intérprete tanto de violín como de violoncello. Me honraría que pudiese apoyar su interpretación haciendo el bajo continuo. Y yo mismo me ofrezco para acompañarlos al clavecín. Ambos conocemos bien la obra. -suplicó el príncipe a don Juan Silva.

-¡Válgame Dios, señor, será mío el honor de contar con vos y con su sobrina! Quedo a su entera disposición para concertar los ensayos- contestó el marqués.

Quedó así convocado por el príncipe un concierto de cámara con música de Arcangelo Corelli para cinco días más tarde.

 





Esos días fueron muy prácticamente utilizados por Agustín de la Oz para tomar contacto con las propiedades de Cremona. En palacio le facilitaron carruaje y un par de a caballo. El viaje le resultó especialmente ameno con un telón de fondo casi constante de los formidables Alpes. Cremona, enroscada en su nutritivo Po, era una ciudad pura música, marcada por los excelentes lutiers. Una de las plazas más bellas de Italia era la Piazza del Comune que alojaba el Palazzo del Comune y la monumental Catedral de Santa Maria de la Asunción, con el Torrazo y el baptisterio. Agustín de la Oz se desplazó hasta la finca de los Silva. Lorenzo, el viejo administrador y capataz de la propiedad, salió a recibirle. Con él recorrió el extenso viñedo en que ya se recolectaba la uva del año y la amplia bodega que comenzaba a recibir los caldos de las uvas trituradas. A la hora de la comida disfrutó de unos exquisitos marubini cremonese y un delicioso tiramisú, todo ello bien regado con un excelente vino afrutado elaborado en la finca con uva balsamina. Lorenzo le informó que superaban dos mil doscientas ovejas. Las cuentas, ratificadas por la banca Monte dei Paschi di Siena, ponían en evidencia la buena gestión    realizada en las explotaciones.  Dio instrucciones don Agustín de la Oz para que se procediera a dar orden al Monte dei Paschi de extender un pagaré a favor de don Juan Silva y Manrique, marqués de la Nota, por una cifra importante de dinero. Y ratificó todos los pagos realizados acrecentándolos en gran manera para satisfacción de todo el personal ocupado en la propiedad.

 





El encuentro entre Giovanna y Juan fue como el chispazo de un rayo en la penumbra. El tío de la joven atinó al calificarla de dulce. Lo era de rasgos, de figura, de voz y de movimientos. En su mirada imperaba la luz con una inquietante picardía. En su boca parecía iniciarse una sonrisa constantemente.





-Señora, ante vos tenéis a vuestro más entregado servidor. Cuanto sé haré para procuraros el bienestar que merecéis. -dijo don Juan turbado ante doña Giovanna.

-Alzáos caballero, -contestó la bellísima joven- tengo la certeza de que sois persona de palabra, por vuestro linaje y por vos mismo. Pertenezco a la muy antigua familia Visconti y presumimos de evaluar con justicia a las personas. La mirada de usted me produce tranquilidad y su entrega a la música me añade confianza.





Quedó admirado el marqués, acá por su belleza, allá por el arrobo de su voz y acullá por su dulce firmeza. No era aquella una bellísima joven sin más. Era una persona realmente especial en la que su manifiesta hermosura dejaba entrever otra aún mayor alojada en su corazón y su mente.

-Me hacéis, señora, cumplidos que desde el fondo del alma os agradezco y ya me declaro devoto de vos. - contestó el joven a la bella cuando pudo recuperar su serenidad -Como su señor tío ha tenido a bien organizar un pequeño concierto en que juntos interpretemos la más reciente obra del maestro Corelli, La Follía, y dado que desconozco la composición y que disponemos de muy escaso tiempo para ensayarla, les ruego dispongan ustedes lo que estimen más conveniente para preparar juntos su interpretación, anticipándoles mis disculpas si no puedo estar a la altura de lo que don Carlos Enrique y usted merecen.

El gobernador y la joven pareja se pusieron enseguida de acuerdo en reunirse a diario en la sala de baile del palacio a las nueve de la mañana e ir decidiendo el tiempo que precisarían conforme fuesen progresando en la preparación de la interpretación.

 





En su tercer día de trabajo y comprobación en la finca del marqués, don Agustín de la Oz y el leal Lorenzo fueron a las zonas donde se encontraba el gran rebaño de ovejas. Cuidadas por seis pastores y diez enormes perros de guarda, los animales pastaban en tierras sin labor arrendadas a vecinos. Con estos entró en conversaciones don Agustín para finalmente llegar al acuerdo con tres de ellos para venderles el ganado del marqués. Agustín de la Oz era un convencido de que, tal como andaban las cuestiones políticas y el claro empeoramiento en la salud del rey de España Carlos II sin tener resuelta su descendencia, el Milanesado no era una buena zona para mantener inversiones. El maqués actual carecía de interés por las cuestiones políticas, pero no así su malogrado padre que hacía tiempo le había transmitido a don Agustín su pesimismo sobre la gestión pública de los intereses de España y su inquietud por carecer el monarca de un sucesor. De aquellas reflexiones había hecho Agustín de la Oz su propia composición de lugar concluyendo que había que ser cauteloso y poner a buen recaudo el patrimonio del marquesado. El actual marqués también tenía depositada toda su confianza en él y, por adelantado, solía aprobar sus disposiciones. En resúmen, era el momento de concentrar en la península todo patrimonio disperso por Europa. Este era el caso de la Lombardía italiana, a la que pertenecían las propiedades de Cremona. Históricamente, el poderoso ducado de Milán había sido codiciado por franceses y austriacos. En los casi ciento cincuenta años últimos pertenecía al imperio español. Pero era un hecho que el imperio se desmoronaba.

 





Al cuarto día de ensayos, el violín estradivarius en manos del marqués, secundado por el clavicordio del gobernador y el violoncello de su sobrina, obra de Andrea Amati, sonaba a música del cielo, interpretando con precisión ajustada el ritmo, melodía y armonía creados por el maestro Corelli. Cada nota obtenida del estradivarius sonaba con una pureza y calidez angelicales que penetraban en las emociones del alma. Por su parte, el clavicordio y, sobre manera, el violoncello, fiel a la dulzura de su intérprete, le acompañaban en un todo armónico perfectamente conjuntado.





Al atardecer del quinto día, el salón magnífico del palacio se fue llenando de personas anhelantes de escuchar al marqués español junto con el propio gobernador y su joven sobrina. La expectación era máxima entre los cerca de setenta invitados que ya se sentaban y murmuraban muy perplejos porque las tres sillas principales permaneciesen vacías y reservadas. El sirviente de sala fue rogando que tomasen asiento los más rezagados. Hecho el silencio expectante, compareció don Carlos Enrique de Lorena que se dirigió a los invitados:

-Respetables señoras y señores, les agradezco de todo corazón su presencia en esta sala. Sólo ustedes dan más que suficiente realce y grandeza a la reunión, pero me van a permitir que pida a mi esposa que pase al salón acompañando a dos ilustres personalidades del mundo musical.

Acto seguido pasó la princesa a la sala, seguida de Arcangelo Corelli y de Antonio Stradivari. El público, estupefacto y enardecido prorrumpió en un aplauso interminable en tanto que la princesa giraba su mano a modo de presentación hacia los dos maestros que recibían la ovación con inclinaciones y demás muestras de agradecimiento y respeto. Ambos maestros se señalaban mutuamente como destinatarios de los aplausos. Como la aclamación no parecía terminar, el príncipe solicitó calma.






-Estimados amigos, creo que todos nos sentimos honrados por la presencia de los señores Corelli y Stradivari que tanto agradecimiento nos merecen. Del gran maestro compositor escucharemos su recientísima La Follía, obra inspirada en las danzas tradicionales de los pastores portugueses, una música especialmente gozosa de interpretar. Para ello contamos con un formidable y delicado instrumento elaborado por nuestro gran maestro lutier, un formidable y exquisito violín. Tan extraordinario instrumento será pulsado por don Juan Silva y Manrique, marqués de la Nota, apoyado al violoncello por mi sobrina doña Giovanna Visconti, condesa de Parma, y por mí mismo al clavicordio.

Al tiempo doña Giovanna y don Juan habían entrado cogidos de la mano y el príncipe se unió a ellos tomando a su sobrina de la otra mano. El auditorio recomenzó sus ovaciones en tanto que autores e intérpretes saludaban y agradecían. Finalmente, los cinco tomaron sus posiciones e instrumentos y se hizo un silencio sepulcral.

Después, una música arrebatadora, corazones sobrecogidos, pulmones con miedo a respirar por no enturbiar el menor sonido de una nota. Y por fin, apoteosis total, emoción, lágrimas y risas, felicitaciones y abrazos.





Dos días después, salían camino de la finca de don Juan Silva en Cremona un grupo al que se habían unido Gabriela, la princesa de Vaudemont, el propio marqués de La Nota y un nutrido grupo de sirvientes. Allí, recibidos por don Agustín de la Oz y por Lorenzo disfrutaron de la vendimia, participaron en el pisado de las uvas, visitaron la bodega, degustaron sus buenos caldos, montaron a caballo (algunos), pasearon a la vera del musical rio y el plácido lago, escucharon el coro cambiante de las aves y suspiraron al salir el sol (algunos) y a la puesta del sol (todos). De la cocina de la casa, bien atendida por dos lugareñas, salían exquisitas viandas que merecieron alabanzas entusiastas. De forma que fueron pasando los días sin sentir. 





Al tiempo, fue creciendo entre los jóvenes Giovanna y Juan una gran complicidad. Primero una enorme simpatía, luego una mutua admiración y más tarde una evidente atracción emocional y física. Caminaban decididos por el camino del enamoramiento. En sus paseos intercambiaban anécdotas, sucesos, opiniones y sensaciones. Todo les empujaba hacia un juvenil amor apasionado que ambos comenzaron a percibir como trascendente. Por eso lo trataron con un enorme respeto al intuir que podía marcar el resto de sus vidas. Los besos no fueron castos, el mutuo ardor lo impedía, pero sí tan delicados como lo eran sus almas. Apenas se conocieron más cuerpo que lo que al común se mostraba, pero una nueva pulgada a la vista les producía ardorosas emociones. En todo caso, jamás pasaron la frontera de un riguroso respeto mutuo.





Don Juan gustaba de madrugar y pasear junto al río a la hora del amanecer. En un instante se producía un verdadero estallido de cientos de trinos recibiendo al nuevo día. También él experimentaba un arrebato de agradecimiento por la vida en la que se había operado un cambio grandioso en muy poco tiempo. Giovanna era la causa de su nueva visión vital, su desasosiego, su ansiedad por no tenerla cerca y su júbilo de adolescente por amarla y por sentirse amado. Gustaba de escribir tales emociones e incluso hizo el intento de armar un profundo poema de amante. Pero resultaba evidente que su don para la música no se extendía al verso. Así que, en tales momentos, tomaba su violín y, en la espesura, próximo al agua, lograba que su música expresase lo que su escritura no podía. Hasta creía percibir que las aves canoras acompañaban sus melodías.





Por su parte, Giovanna pasaba momentos en que no distinguía con certeza cuáles de sus sentimientos eran ensoñaciones y cuales realidades. Jamás había experimentado alguna emoción parecida a las que ahora percibía a causa de Juan. Quiso también reflejarlas en un papel y también acabó por tomar un violín y expresarse desde sus sonidos.

Los violines de los enamorados reían, suspiraban, cantaban, sufrían, y se comunicaban en la más exquisita, precisa y universal lengua. Sus violines se amaban.

Ya de regreso en Milán, el príncipe de Vaudemont, don Carlos Enrique de Lorena, gobernador del ducado de Milán, en poder de España desde 1538, convocó en su gabinetto a su esposa, a su sobrina doña Giovanna Visconti, condesa de Parma, al marqués de la Nota, a su administrador don Agustín de la Oz y al subgobernador de Milán.






-Querida familia y amigos todos -comenzó el gobernador-, debo ponerles al corriente de algunas cuestiones de interés grave y preocupante que a todos nos puede afectar. La salud de nuestro respetado y querido rey Carlos II se resquebraja por momentos. Creo que apenas sale de sus aposentos y que cunde el desánimo entre sus cuidadores. Nuestro monarca, a falta de descendientes legítimos, había designado sucesor a don José Fernando de Baviera que, como seguramente conozcan, falleció el año pasado. Después han sido enormes, inhumanas, las presiones que ha recibido de uno y otro lado nuestro rey para que designase sucesor. Su doble parentesco con la casa de Habsburgo y la de Borbón ha propiciado que ambas aspiren a heredar el trono de España. Finalmente, su majestad ha dictado testamento hace doce días donde se supone que deja designado al heredero al trono. Naturalmente se desconoce el contenido del testamento hasta que tenga lugar su fallecimiento. Pero ambas casas contendientes ya han manifestado su absoluta disconformidad con que la otra resulte la elegida. Lo que nos abocaría a un severo conflicto internacional, posiblemente bélico si Dios no lo remedia. Por todo lo cual, al tiempo que los animo a unir sus plegarias a las mías rogando por la salud del monarca y por su mejor juicio, he iniciado unas medidas de prudencia en orden a garantizar la seguridad de todos ustedes. También para trasladar a la península bienes de valor incalculable que se guardan en este palacio. Para ello, el señor subgobernador aquí presente ya se está ocupando de organizar una comitiva, debidamente guardada y protegida por una compañía de avezados fusileros al mando del experto capitan Ruy Menéndez. Mi idea es que puedan partir, junto con el personal a su servicio, en un plazo no mayor de diez días por lo que les ruego tomen las disposiciones que mejor estimen. Un equipo de catorce sirvientes del ducado estará también a su disposición bajo la directa supervisión del señor subgobernador que les acompañará en el viaje y que ya se está ocupando de gestionar los necesarios salvoconductos para que puedan viajar hasta Madrid sin problemas. Quizás la parte más delicada corresponda a la travesía de territorio francés, pero ya me he ocupado de tomar contacto con autoridades francesas de mi total confianza para evitar inconvenientes. No se trata desde luego de un viaje de placer, pero creo estar en disposición de garantizarles que no habrán de padecer mayores incomodidades que las que naturalmente supone un viaje como este. Quedo naturalmente a su total disposición para cualquier deseo o duda que se les plantee.

-Querido tío, ¿donde tiene dispuesto que fije mi residencia en Madrid durante el tiempo que sea menester?- Inquirió Giovanna.

-Perdona mi falta de delicadeza sobrina, fruto de la premura de la decisión y cierta complejidad en organizar todo debidamente. Desde luego que en todo momento estarás amparada por mi esposa con la que viajarán también tus dos pequeños primos. En Madrid tendrás tu casa y la de tu servicio en mi palacio en que obviamente disfrutarás de tu total libertad y de cuanto puede ofrecerte mi familia.

-Cielo mío, para mí será sólo motivo de satisfacción que puedas disfrutar de todo lo nuestro como tuyo propio durante todo el tiempo que desees y que aconseje la situación general hasta que las aguas revueltas retornen a su cauce natural- apostilló la princesa.

-Respetada y querida condesa de Parma, cuanto poseo, sean palacetes o mansiones en Madrid, Toledo, Pastrana, Ávila, Segovia y Salamanca tan sólo esperan que su decisión de hacerlas suyas les adornen con tal honor. Y sabed que disponéis de mí enteramente pues no tengo mayor aspiración que esa- terció don Juan Silva y Manrique.





Un mes y medio más tarde, el grupo llegaba a Madrid sin haber padecido otra cosa que ligeros inconvenientes que la autoridad política del subgobernador de Milán y la autoridad armada del capitán Ruy Menéndez solventaron sin alboroto.

En tanto, tras una penosa agonía (“me duele todo”) el rey Carlos II expiró el uno de noviembre de 1.700. Un mes antes había otorgado testamento en el que, tras consultar con el Papa, designó heredero. Abierto ya el testamento, resultó heredero de la corona española el duque de Anjou, nieto del rey de Francia Luis XIV, que tomó el nombre de Felipe V de Borbón, con lo que la monarquía española cambió de dinastía. Y se abrió la puerta a una guerra europea generalizada entre borbones (Felipe de Anjou) y austracistas (Carlos de Habsburgo), durante catorce años que dinamitó el ya quebrantado imperio español y un enfrentamiento civil en España.





Una vez más el horror de la guerra se impuso a la paz de los violines. Los estruendos de culebrinas y cañones de bronce amargaron a combatientes y no combatientes hasta la llamada paz de Utrecht firmada en 1.715 (¡catorce años de guerra por la sucesión al trono español!). Muchas fueron las razones de la contienda, resumidas todas en detentar el poder, aunque hubo dos muy significativas: que los barcos franceses entrasen a traficar con las Indias y que a una sociedad francesa dominada por el rey de Francia y el nuevo rey de España, se le asignara la exclusiva del tráfico de esclavos con América. Muy romántico y señorial.





Los dos estradivarius de Milán pasaron a ser propiedad de doña Giovanna y don Juan formando un muro formidable de contención frente a la barbarie y facilitando la dignidad humana. Los tres encantadores hijos de aquel matrimonio del amor pudieron crecer entre notas musicales y así atemperaron su desarrollo.

 











Acabado nuestro veraneo asturiano, acudimos cierto día a la invitación de Paloma y Máximo. Todo en su casa y extenso campo más parecía de cuento que real. La finca se encontraba dentro de una urbanización incrustada en un espeso monte de jaras y arbolado. Por su terreno, desbrozado pero agreste, deambulaban las más exóticas gallinas: araucanas, barbudas, cuclillos, kikas enanas … y los más diversos y extraños patos anas y mandarines, pavos reales y un sinfín de pajarillos multicolores y canores. También conejos american fuzzi, arlequines y belier. En fin, un asombroso espectáculo de exóticos animalitos conviviendo con un par de simpáticos perritos en libertad total y con ninguna pinta de tener intenciones de explorar otros mundos. De por medio, sus dos hijitos compartiendo con absoluta naturalidad con todo su entorno.





Llegamos al taller de trabajo de Máximo en el que te recibía un gran pedruscote de mármol a medio trabajar. Quiero recordar que iba a ser un cántico a la luz. Y en una zona algo apartada y primorosamente dispuestos sobre una amplia mesa de trabajo piezas diversas en distintas fases de ensamblaje que, sin ninguna duda acabarían convirtiéndose en un violín. Adosadas a la pared unas baldas repletas de libros, cuadernos y dibujos. Según nos ilustró Máximo un violín está formado esencialmente por voluta, mango, diapasón, clavijero, cuerdas, tabla armónica, efes, barbada, puente, filete, alma, botón, talón, costilla, cejillas, bloques de guarnición, fondo y cordal. Como cada parte podía estar formada por varias piezas, él contabilizaba un total de 64 piezas. Consideraba esencial las maderas a utilizar en cada parte, a las que había tratado con disoluciones con las sales metálicas que consiguió averiguar en antiguos escritos de Cremona. Los barnices empleados eran sin duda claves para la sonoridad del instrumento. Tales barnices los fue confeccionando Máximo con las sustancias naturales utilizadas por los lutiers del siglo XVII. Incalculables las horas empleadas por el joven lutier en la investigación con documentos antiguos sobre materiales y secretos de los maestros de hace más de trescientos años, más varios viajes a Cremona, cuna de los grandes maestros creadores de los mejores violines que jamás se hayan elaborado. El grado de avance de su labor era evidente, pero era el resultado de más de dos años de trabajo y estimaba en no menos de otros dos lo que aún le faltaba. Cierto que no era su única dedicación, pero sí la más absorbente, tanto por la investigación como por el metódico sistema de prueba y error que seguía en su trabajo. También había elaborado los utensilios básicos con los que trabajaban los antiguos. En definitiva, un gran mundo mágico y un joven entusiasta que había hecho casi una obsesión de un proyecto que exigía una infinita paciencia y rigor en un avanza, para y retrocede constantes. Con la esperanza, nos decía él, de que, al final, el instrumento sonase y sonase de forma especial. Aquel día tuve la certeza de que Máximo terminaría realizando un violín excepcional con una sonoridad perfecta.

Me equivoqué, unos meses después Máximo fallecía dentro de su coche, a la entrada de su urbanización, de regreso de dejar a sus pequeños en el cole.

Necesito creer que un heredero de Máximo acabará un magnífico estradivarius creado en el siglo veinte que quizás se encuentre con los parientes antiguos que acariciaron las manos de Giovanna y Juan.





Los violines derrotan a las guerras como lo culto vence a la barbarie.

 

CM

24-6-2025