jueves, 24 de abril de 2025

 AGRADECIDO

 





“¡Carlos, qué suerte hemos tenido con los tiempos que nos tocó vivir!”, me dice un querido amigo que siempre me regaló con su generosidad y cariño. Durante años tuvimos ocasión de colaborar con nuestros trabajos, lo que nos reportó enormes gratificaciones para nuestros desempeños profesionales y, mucho más allá, forjar una sólida amistad.

Retirados de nuestros quehaceres ocupacionales desde hace bastantes años, viviendo en ciudades distantes y adornados gradualmente con las limitaciones y achaques que anuncian la vejez, nuestros contactos se han resentido y hemos recurrido a estar comunicados fundamentalmente por esos aparatitos multiusos que, además permiten usar un teléfono. De tal forma, además de mantener firme el hilo de la amistad, nos hemos podido escuchar las respectivas “hazañas” y progresos ante el asombro de una vida que cambiaba a velocidad de vértigo en los usos, costumbres, tecnologías y modos de decir y comportarse.

Mi buen amigo tiene una razón colosal: somos unos privilegiados por haber podido disfrutar de una enormemente satisfactoria vida en nuestras familias, nuestros amigos, nuestras labores y nuestros logros materiales. Como marca la vida, nuestras familias fueron creciendo hacia el futuro y menguando hacia el pasado, con la satisfacción impagable de gozar de unos descendientes maravillosos que han alimentado nuestros orgullos. El mundo de nuestros amigos se fue reduciendo en personas y en actividades. Desaparecieron las labores profesionales que tantos años nos ocuparon y en las que tantos estímulos tuvimos. Y nuestros logros materiales ya los habíamos conseguido y, como además, cada día demandamos menos de ellos, sucede que hasta nos encontramos más desahogados. En resúmen, podemos contemplar lo sucedido con justo agradecimiento aún a pesar de las pérdidas, sustancialmente humanas, que quedaron en el camino.

Como el agua del río, todo va cambiando constantemente. Desde luego nosotros. Pero también, y mucho, el mundo que nos rodea. Éste solo debería de cambiar para mejorar. Sin duda lo hace en muchísimos aspectos. Sin embargo, no es natural ni aceptable que haya facetas (algunas de gran importancia humana) que empeoren.





El deterioro del concepto familiar no es aceptable. Los padres deben hacer principalmente de padres y, sólo después, de amigos. Los padres tienen una responsabilidad de la que carecen los amigos.

El respeto al compromiso adquirido. No es aceptable que los compromisos sean humo en función de las conveniencias.

La verdad es una aspiración que se debe encontrar a años luz de la opinión. Ésta es de forma natural cambiante conforme el respeto y atención a los demás nos la moldea y modifica. Pero confundir el cambio de opinión con la mentira es aberrante.

Escalar en la sociedad debe suponer la asunción de mayor responsabilidad. No es aceptable que sólo se convierta en un mayor dominio.

Los modos y formas de tratarnos socialmente tienen una importancia no desdeñable. ¿Por qué prescindir del “por favor”, “gracias”, “buenos días”, “discúlpame”, y tantísimas otras puras fórmulas de comunicación que favorecen y hacen más amable la convivencia?

El correr de la vida quita facultades y pone experiencia. Quizás la principal universidad sea la misma vida. Respetar al licenciado o incluso catedrático de la vida no debe ser despreciado.

La tecnología ha de estar al servicio del mundo, de las personas, o no tiene razón de ser. Es absurdo que las personas queden esclavizadas por las máquinas.

El crecimiento de la convivencia entre grupos humanos muy dispares debe requerir un especial esfuerzo de la sociedad oficial y civil.

Es asombroso que haya líderes sociales con comportamientos más propios de la demencia que la de aquel “buen padre de familia” que aprendimos en la escuela.

Respetar no es permitir porque la vida en sociedad requiere unas normas de comportamiento que es preciso cumplir y, caso necesario, imponer.

Los comunicadores deben asumir su importante responsabilidad en un mundo intercomunicado y sobrepasado de informaciones totalmente efímeras.

El esfuerzo y el trabajo requieren un reconocimiento social profundo, además de que tengan una remuneración económica.

Estas y otras consideraciones creo que exceden las “manías de viejos” y que, muy al contrario, han de ser de utilidad enorme para progresar humanamente.


A mi juicio, nuestra cultura occidental (en revisión o en clara decadencia) tiene valores humanos que sería suicida que los despreciemos.

Como manifiesta la sensibilidad y justeza de mi querido amigo, me encuentro plenamente agradecido a la vida. Pero, al tiempo, preocupado de que progresemos en dirección opuesta a la que indica nuestra naturaleza.

Muchas gracias, querido Paco.

 

CM

24-4-2025


 LIBRO, LIBRE

 





Johannes Gutemberg inventó la prensa de imprenta mediante tipos móviles. Su impacto en la humanidad supuso, ni más ni menos, que la multiplicación mecánica de un escrito, permitió la reproducción de importantes cantidades del mismo, en tiempos muy reducidos y, como consecuencia, una difusión hasta entonces imposible de cualquier texto. ¡Abrió de par en par la puerta de la socialización de la palabra escrita! El desarrollo de la fabricación del papel, de las tintas adecuadas y la prensa sobre una mesa móvil fueron elementos esenciales para la formidable revolución del invento.







Fijar la palabra sobre un soporte físico estable se remonta a los tiempos más remotos. Era la forma de asegurar la palabra de manera que la transmisión oral no fuera prostituyéndola a lo largo del tiempo. Pero hasta el descubrimiento de la imprenta estuvo constreñido a la elaboración artesanal y, por tanto, limitado a muy escasos receptores. Como consecuencia, la transmisión del conocimiento quedaba encapsulada en élites y, así, concentrado en sus manos el poder que proporciona el intelecto. La difusión del conocimiento escrito supuso un impulso formidable a la libertad individual. Nuestros libros actuales son herederos del tremendo invento de Gutemberg. Nuestra libertad está uncida a los libros.

La magia del libro nos da entrada a los más variopintos conocimientos científicos, a las investigaciones más seductoras, alimenta nuestra imaginación a niveles impensables, remueve nuestros más vivos sentimientos y emociones, nos alegra y nos entristece, nos lleva a lo más exótico de lo exótico, nos traslada al más viejo pasado o al más lejano futuro.





Creo que el libro sigue siendo nuestra más atractiva herramienta para alcanzar conocimientos y vivir extraordinarias experiencias desde nuestra propia butaca.

Naturalmente el autor del libro es esencial, imprescindible. El contenido es el meollo que le da valor. Pero la vida del libro se la da el lector. Cada lector hace su propia creación de un mismo libro. La lectura es absolutamente activa. Es el lector quien determina la precisión de los colores, los tonos de las voces, la estatura de los personajes, la temperatura en cada escena, la profundidad de una cueva, la pasión en una cama, el que conecta con los personajes al punto de angustiarse, amar, odiar, disfrutar y sufrir con ellos, el que absorbe e interpreta los pensamientos y enseñanzas que ofrece el autor, el que va fabricando su propio libro conforme avanza por sus páginas. Páginas que trasladan una especial sensualidad y un olor que embriaga cuando son del bendito papel. Si un libro tiene diez mil lectores, resultará que finalmente se han producido diez mil historias muy parecidas, pero no iguales. Es la magia del libro y la creación que de él hace cada lector.

Claro que hay tan diversos gustos y sensibilidades como lectores y lo que a uno le entusiasma, al otro no le agrada. Y claro también que no todo libro que se publica tiene un mínimo de calidad (y que también hay falsos autores especialistas en “corta y pega”, sea físico o no; incluso en falsas titulaciones universitarias de personas que debieran ser de prestigio exigible). En España se están editando anualmente más de noventa mil títulos, ¡hay donde escoger!

De tal forma puede un libro abrirnos espacios nuevos (del pensamiento, de la imaginación, de lejanos mundos) que, repito, es un impulsor colosal de nuestra libertad de juicio y criterio.





Los enemigos de la libertad siempre fueron y son enemigos de los libros. Es lógico por lo que arriba comenté. Solo a modo de ejemplo, en el no tan lejano siglo XIX (el de nuestros abuelos o bisabuelos), la sociedad prohibía la lectura a las mujeres o condicionaba las lecturas del “ángel del hogar”, de forma que los libros sólo debían estar dirigidos a su instrucción, devoción o esparcimiento que no alterase su virtud. Flauvert escandalizó con su “Madame Bovary”, lectora soñadora que advirtió pronto su insatisfacción y, por ende, peligrosa. La medicina definió a la mujer como ser fácilmente impresionable y a merced, por tanto, de sus lecturas: moderación en la lectura y nada de pudiera excitar las pasiones. Afortunadamente hoy nos parece una situación superada pero aquella realidad está a la vuelta de la esquina. Y hoy, sigue rigurosamente vigente la “censura” por la que unos pocos “elegidos” determinan qué publicaciones son inconvenientes y hasta qué nombres históricos deben ser impronunciables. Los guardianes de la dependencia y la esclavitud están tan vivos y saludables hoy como en sus mejores tiempos.





Ayer se celebró el “Día del Libro” con gran éxito insuficiente. Y se otorgó al académico y escritor Álvaro Pombo, poeta, ensayista y novelista, el aún prestigioso “Premio Cervantes”. Anciano, maltrecho, pero enormemente lúcido incluyó en su discurso: “la fragilidad sigue siendo el gran tema de actualidad, ante la enfermedad, ante la soledad, ante la injusticia, ante la falta de convicciones, ante las causas perdidas…. Ante las más diversas instituciones que parece que no le amparan a uno, en una sociedad cada vez más ininteligible”; “Ahora nadie se bate en duelo por su honor ni por el honor de España ni por el del tato. Nos hemos convertido entre influencers y mercachifles”.

Salud al libro libre.

 

CM

24-4-2025


domingo, 20 de abril de 2025

 PASCUA DE RESURRECCIÓN

“Yo soy la Resurrección y la Vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás”.

 

 

 



Quienes gozamos de la Fe católica celebramos hoy la Resurrección de Jesucristo, dogma central de la Iglesia Católica. Jesús, tras su Pasión y Muerte, Resucitó de entre los muertos, y supone:

      La victoria sobre la Muerte y la Corrupción,

      La promesa de la Vida Eterna,

      La Esperanza de una vida más allá de la muerte,

      La posible unión eterna con Dios,

      Invita a vivir conforme a la Vida, Pasión y Resurrección de Cristo.

      Es anticipo de la Resurrección de todos los muertos al final de los tiempos.

 

Creo no apartarme en demasía si añado ciertas claves del significado de esta Pascua:

      Jesucristo nos dejó un mensaje de Amor (“amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Juan 13:34).

      Jesús nos Libera de nuestras faltas y sufrimientos pasados y nos invita a una vida de santidad en libertad.

      Nos abre la Esperanza de la salvación eterna.

 

Con el concepto de “renovación”, me invito y os invito a vivir con la rectitud y la piedad del Amor, con el Libre Albedrío que nos humaniza y con la Esperanza de superar todo obstáculo para alcanzar la vida eterna con la contemplación de Dios.

 

La propuesta es, en cualquier caso, estimulante.

¡Feliz Pascua de Resurrección para todos!

 

CM

20-4-2025

     

     

     


sábado, 19 de abril de 2025

 VIAJE A LA MANCHA

 





Durante la niñez de nuestros hijos viajábamos con frecuencia festiva al lugar donde nació y vivió durante años mi esposa, un importante pueblo manchego. Rico ya entonces por su potente agricultura de viña y cereal.

Por entonces, disfrutábamos de los abuelos, del campo hipnótico y de una extensa familia acogedora y amorosa con la que compartíamos encantadoras reuniones en estancias campestres con gran encanto y espíritu alegre de solaz recreo.





La casa del pueblo, luminosa, de amplias estancias, con patios y corrales accesibles por distintas escaleras y la piscinita en la finca anexa hacían las delicias de nuestros pequeños (y de nuestra mascota). Y las nuestras también. Las campanadas de la iglesia próxima aportaban su arrullo sonoro.

A veces, alojados en el campo, el despertar atronador de cientos de trinos nos marcaba el inicio del nuevo día. La enorme balsa reguladora para el riego de los campos nos ofrecía el baño reparador de una piscina inmensa. Si vivíamos en la casa del pueblo, a la tarde las meriendas eran fijas junto a la gran balsa bajo la protección misericordiosa de unos gigantescos pinos. En las tardes más frescas enfilábamos hacia un extenso y nutrido pinar donde los críos podían recrear las emociones de sus cuentos. En uno y otro caso, dábamos siempre buena cuenta de las suculentas y variadas tortas horneadas en el día.





Fueron años de gratificaciones imborrables. Así han quedado en el corazón de nuestros hijos para quienes el viaje a La Mancha era sinónimo de amoroso reencuentro con sus abuelos y oportunidad de gozar de un mundo mágico: las inmensas tinajas de las bodegas, los más diversos aperos de labranza, el simulacro de conducción de los tractores, las viejas llaves grandes y huecas, las lecciones sobre las particularidades de las plantas productivas, el extenso silencio de los campos infinitos, las partidas de bolos y de ping-pong…





La Semana Santa revestía un ceremonial solemne y austero. Seguramente más genuino al no estar entonces desbordado por el turismo fiestero. El espíritu aún se vivía bastante puro en el interior de las casas. La Mancha siempre tuvo una vida enorme de interior.





El fallecimiento del abuelo con el peso enorme de su gran personalidad y su significación de admiración y respeto en todo el pueblo y el posterior traslado de la abuela a su casa de Madrid dieron por acabada una época imborrable. De ella guardo también yo recuerdos de vivencias incomparables, aleccionadoras y sabias charlas con mi suegro, afectos sinceros con cantidad de estupendas personas que me regalaron el suyo, guisos inmejorables de mi suegra y una especie de retiros espirituales reparadores de la absorbente vida laboral madrileña.

 





Tras muchos años de ausencia, un penoso motivo me ha llevado de nuevo a La Mancha. De la mano y con el apoyo impagable de mi hijo ya que a las “chicas” de mi familia les resultaba de todo punto imposible desplazarse.

Los campos manchegos, alimentados por los aguaceros extraordinarios recientes, tienen un verdor norteño en sus enormes extensiones de exuberantes siembras. Los campos interminables de cepas perfectamente alineadas se muestran limpios, bien cuidados, resplandecientes. Las llanuras manchegas continúan más allá del horizonte. Siguen siendo un espectáculo asombroso que nos aproxima a lo que realmente significamos cada humano en el universo.







Luego, un pueblo que rezuma prosperidad. Supo enriquecerse con industria y comercio sin perder sus extraordinarias señas agrícolas. La iglesia de aquellas campanadas arrulladoras. Los abrazos cálidos de hijos y, sobre todo, nietos de aquellos con quienes disfrutábamos jolgorios en nuestra lejana juventud. Con igual afecto que sus padres y abuelos. Entre ellos, la ayuda impagable de la que heredó de sus padres un derroche de cariño, de entrega a los demás, de actividad incansable y de sólido concepto familiar. El progresismo no ha acabado con la familia.





El panteón familiar cuidado con el escrupuloso y apasionado esmero de quienes honran allí la memoria de sus ancestros. La familia también crece allí.

La casa que fue familiar con un vacío imponente, aunque firme y emocionalmente reconocible. A dos puertas continúa el horno del pan verdadero, de las tortas compañeras de desayunos y meriendas y del aroma que, inundando los patios, se nos alojó en el alma.

El confortable conducir de mi hijo nos encaminó de regreso a casa en animada charla cuajada de hermosos recuerdos. Las personas vamos creciendo, nos vamos relevando (con nuestros recuerdos y sentimientos) y los campos permanecen, con impasible apariencia, contemplando nuestro paso por ellos.

 

CM

19-4-2025