EL COMANDO EXTERMINADOR
(Fábula)
El comando de esta fábula está formado por cuatro elementos formidables por su afán de poder y sus habilidades naturales para alcanzarlo. Cierto que sus hazañas no acabarían de entenderse si no fuese por una excepcional mujer, astuta, maestra en intrigas y tejemanejes y oscura conductora exterior de las insidias del equipo.
EL COMANDANTE: profesor que se autoadmira, insensible, frío y calculador, laborioso y obstinado, sin ideología, enorme sentido práctico, amoral, manipulador, gusta ser temido, astuto, cruel, convenencioso, comerciante, charlatán, embaucador, intrigante, traicionero, inconmovible, perspicaz, misántropo, atrevido, taimado y mendaz.
El SOBRESALIENTE: ayo grosero, vividor, marrullero, descocado, pícaro, golfales, chulo, avispado, trincador, drogota, pícaro, atemorizador, seductor, libertino, putañero, atrevido, lenguaraz, dicharachero, preboste de sumisos, mangante y mujeriego.
El SOBRERO: voltimetre, apañador, adusto, recio, tragasapos, recadero, correveidile, patroncete, marchante, enamoradizo y alienígena.
El TITÁN: guardapuertas, guardaespaldas, guarda, matón, recadero, esbirro, mangante, sumiso, alcahuete y trincón.
No le fue difícil al Comandante formar un comando tan escueto como eficaz. El aglutinante milagroso de la ambición de poder obra prodigios. Más para quienes solo tenían un horizonte gris y anodino para sus temperamentos codiciosos y sus escasas repugnancias morales. A gentes tan huecas, tan vanas e insignificantes, el florido y apasionado verbo del Comandante prometiendo futuros de riquezas y poderío, les calaba hasta los tuétanos. Los tres creyeron sin duda alguna ser escogidos por las especialísimas virtudes que el jefe les aseguró que poseían. ¡Los pobres desgraciados!
El territorio en que los cuatro gansos se mueven es especialmente traicionero y peligroso, pero ofrece unas oportunidades únicas a los aventureros más avispados y menos decentes. Bajo una aparente capa de dignidad humana muy sensible hacia los más débiles y desamparados y de una fama ficticia de erudición, funciona una máquina atroz de mangancia y empobrecimiento y multiplicación de los pobres. Un verdadero reino de los parásitos. Claro que en él tienen cabida gentes decentes pero su clima favorece a los que no lo son.
El Comandante es un elemento tan extraordinario en sus habilidades de persuasión que fue cautivando a tirios y troyanos de manera que, desde la nada, fue colocándose progresivamente en lugares más preeminentes entre sus camaradas. Escaló posiciones ofreciendo dulce o amargo según conviniera a cada quien en portentosa mutación cuantas veces lo estimó necesario valiéndose de su poderosa perspicacia.
Es tan imprevisible el mundo y, en ocasiones tan extraño que en poco tiempo consiguió auparse a la cabeza de su entidad doctrinal. Bien es cierto que una gran parte de sus miembros la comparten por puro contagio irracional, pose social o tradición tribal, ajenos a cualquier tipo de análisis crítico y, por tanto, indefensas presas de una labia sugestiva, de buena modulación, entusiasta, convincente, acompañada de un lenguaje corporal seductor. En definitiva, el Comandante, vacío de ideologia, domina una oratoria pulida perfectamente capaz de embaucar junto con el resto de sus habilidades a las gentes intelectivamente más desarmadas y a los indecentes más perspicaces. Mago del disimulo y el camuflaje alcanzó también a parte de los camaradas de mayor solidez intelectual. Al punto que, en la pugna por la jefatura de la organización, se hizo con el triunfo. Ayudó desde luego la simpleza o ingenuidad de los competidores y el muy sustancial trabajo de brega de sus tres subalternos. El comando funcionaba sincronizadamente a la perfección.
Pero la vanidad del Comandante desplazó toda picardía y pronto comenzó a actuar contra las normas de la organización. Entonces ocurrió lo más inesperado y sorprendente: el consejo de ancianos propuso la destitución del Comandante por grave falta de lealtad a los principios rectores de la vetusta corporación. Se sometió a tensa votación y se descubrió que Sobresaliente y Sobrero habían maniobrado para alterar los votos y Titán mangoneaba las boletas a espaldas de todos. Resultado: el Comandante, destituido por deslealtad, traición y manipulación fraudulenta de las voluntades. Con él echaron a sus tres peones.
Pero nada se comprende del ascenso fulgurante del Comandante y de lo que vino después de su destitución, si no hablamos de lady Friegas.
El meteórico ascenso y lo que vendrá obedece a una potente y oculta energía: Lady Friegas. Bregada en los negocios familiares poco honrosos (de donde proviene su verdadero título) pero enormemente productivos, su ausencia de formación se vio pronto encubierta por su temperamento desenvuelto, atrevido, amoral, descarado, imaginativo, extrovertido y cordial. Estuchado en una figura esbelta y un rostro no bello, pero sí atractivo, hechicero y seductor. Es lo que vulgarmente conocemos como una persona malvada. Pero enormemente intuitiva y sagaz. La mindundi enseguida supo adornarse de falsos títulos y diplomas y codearse con todos aquellos que exhalaran aroma a poder. En el Comandante descubrió madera idónea para prosperar y triunfar en una sociedad amorfa y desarmada intelectual y moralmente. Como el tipo paseaba una facha soberbia, andares cadenciosos, sonrisa atractiva y verbo arrebatador, la Lady no dudó en captarlo para formar un tándem colosal para asaltar el poder. Él presumiendo de prédica bien modulada (contradictoria y hueca) y de porte esbelto en cuanto escenario tiene a su alcance. Ella, mariposeando oscuridades, buscando cada recoveco donde halla dineros.
Herido en su soberbia, el depuesto Comandante convoca de inmediato a sus esbirros al tiempo que devuelve credenciales en altanero desprecio al consejo de ancianos.
- Señores, ha llegado el momento de la verdad, la mayor oportunidad que jamás pudimos imaginar para alcanzar nuestro objetivo que no es otro que barrer de la dirección a tanto maula apotrancado en el mando de nuestra vieja corporación. La vamos a sacudir de abajo arriba con tal frenesí que nadie permanecerá ajeno a nuestros dictados- les arrojó el Comandante a sus tres hombres en la salita de estar de su vulgar domicilio.
- Pero ¿qué podemos hacer ahora jefe, desprovistos de poder alguno y habiendo sido despedidos de mala manera? – se atrevió a plantear Sobrero.
- Cuando el jefe nos habla así, es seguro que maquina un plan y que, antes de saberlo, nosotros cuatro más otros cientos o miles que sumemos, habremos de lograrlo – intervino Sobresaliente.
- Eso, haremos lo necesario, por las buenas o por las malas, ¡me cago en la cosa! – terció Titán.
- Bueno, bueno, muchachos. Ánimo, pasión y fuerza, pero con la prudencia necesaria. Escuchadme atentamente: vamos a asaltar la organización desde sus cimientos, luchando y ganando cada voluntad – anticipó el Comandante.
A continuación, fue desgranando su plan de acción.
Realmente el Comandante fue casi un mero replicante de las líneas marcadas por lady Friegas:
-Tienes que repartir geográficamente a tus tres sicarios según los contactos personales que posean y que puedan tener un mínimo de ascendencia sobre las masas. Irá montando cada uno las reuniones más favorables para que tú te vayas dirigiendo a ellos con propuestas que, además de estimular su entusiasmo de clase sometida, les sugiera con claridad suficiente las ventajas y beneficios que van a alcanzar por darte su apoyo. Has pasado suficientes años con los frailes como para poderles convencer de que tienen su reino personal al alcance. Tampoco es que te vayas a dirigir a premios Nobel, por lo que importa la sencillez y simpleza del mensaje que cualquiera entiende: la oportunidad de participar y manejar los presupuestos públicos para obtener ventajas personales. Eres un maestro insuperable en intuir las flaquezas humanas y la necesidad muy común de adornar los puros intereses personales con los grandes retos sociales que a cada quien le ofrezca la justificación romántica de su pretensión. Todos héroes – la reflexión de lady Friegas era muy potente por ese necesario matiz que a cada quien le convierta su real deseo de mandar y enriquecerse en una aparente actividad de paladín de la justicia para los más desfavorecidos, en un héroe social. Y ya sabes quienes son los “desfavorecidos” que nos interesan; los hambrientos reales no son desfavorecidos sino inexistentes.
El planteamiento lo escuchó el Comandante con concentrado interés y, según ella iba desplegando el plan, iba asintiendo en silencio, admirando una vez más a su pareja, tan experimentada en tratos con empresarios frescales para iluminarles y facilitarles los senderos y llaves de las inmensas ayudas de las administraciones públicas. Al fin era un puro juego de golferías tan atractivo para todo el que tiene una entraña engolfada; ¡una inmensidad!
Comenzaron los cuatro salteadores su periplo por las diversas tribus rurales y urbanas donde rascar ayudas y favor para su propósito de asalto al poder máximo en la organización.
En tanto, el “consejo de notables” que se había hecho cargo de la dirección tras la expulsión del Comandante, realizaba una actividad apagada, educada, conciliadora y con unos grados de elegancia recientemente perdidos. Pero no supieron o quisieron elegir un líder con capacidad de arrastrar tras de sí a la institución con el coraje necesario de enfrentarse a otros competidores para asumir la gobernanza. Eran gentes capaces, convencidas del ideario ortodoxo, bien preparadas, pero pusilánimes frente al insulto, las marrullerías y las falsedades. O sea, listos para dirigir una sociedad civilizada. O, por el contrario, con arrestos bastantes para mejorar su instrucción mediante un esfuerzo posiblemente titánico. Ciertamente aportaron sosiego frente a la crispación y buenas maneras frente al descaro y la insolencia.
Como no hay campaña para captar voluntades sin financiación, Sobresaliente y Titán pusieron sus enormes habilidades al servicio de una empresa que les venía más que pintiparada. Uno con su labia de feriante y su maestría en el chanchulleo, en las bromas pícaras, en las insinuaciones de doble sentido obtenía sustanciosas colectas. El otro, amparado en su corpachón amenazante también obtenía sustanciosos recursos sugiriendo aportaciones que aliviasen el ánimo del donante y le abriesen la esperanza del retorno multiplicado. Ambos granujas incrementaron su mutua confianza creando entre ellos un estrecho lazo de colaboración íntima como jefe y empleado para todo.
El Comandante utilizó a Sobrero para sondear y pasar mensajes a los de mayores vuelos aprovechando su porte recio y serio, su gesto austero y su especialidad en trasladar con eficacia dimes y diretes. Así evitaba el Comandante la imagen de mancharse si la respuesta era nones y engrasaba el acuerdo con quienes resultaban pares. Así, las vergüenzas del jefe quedaban a recaudo y los acuerdos de altura quedaban situados en su recta final. Esta relación de carácter connubial resultó incluso más fructífera que la de los otros dos tunantes. Unos y otros utilizaron las armas más adecuadas para ganar la voluntad ajena: sobornos, amenazas, promesas, sexo a tope, engañifas, bocados exquisitos del mar y de la tierra, egregios caldos etílicos y espirituosos potentes.
Lady Friegas y Comandante tuvieron un jugoso encuentro en la soledad de una habitación sencilla pero decorosa de un hotelito discreto suficientemente distante de una población de cierta importancia como para compartir reflexiones con tranquilidad.
-Esto marcha por muy buen camino adorada Lady. Los chicos están realizando un trabajo estupendo y estamos recaudando mucho más de lo esperado. Creo que necesitaré mucho menos de lo que me ofreció tu padre. Y, lo principal, en los dos primeros encuentros hemos congregado una cantidad de gente enorme. Me han presentado como al verdadero mesías del pueblo y el fervor popular ha sido pasmante. ¡Lo seré, sé que puedo! Mi discurso cala en las gentes, lo noto. Nada se va a interponer en mi camino querida mía.
- ¡Ay, amor mío, rezumas euforia por cada poro! Es natural porque el arranque del plan supera las mejores expectativas. Con tus palabras concitas el fervor de las masas y consigues excitar muchos sentimientos adormecidos. En resumen, esto empieza descomunal. Nunca imaginé un principio tan excitante. Pero, Comandante, sólo es eso, el principio, formidable, pero sólo el principio. Aunque cada enardecido se comportará como un pluriamplificador es preciso asegurar lo más posible los encuentros próximos. Alguna cosa siempre podremos mejorar. Creo que tus peones algo se pasan de coleguismo contigo. Tu eres el más, el único. Y eso tiene que quedar clarísimo en cada segundo. Ellos son siempre circunstanciales. Tú no.
- Tienes razón, tan sólo era una forma de hablar. Pero sin duda es mejor que desde un principio cada quien sepamos qué lugar ocupamos. El mío no es el mismo que el de esta gente, que hoy pueden estar cerca del paraíso y mañana regresar al limbo del que proceden -le contestó el Comandante a Lady.
Mientras el plan avanzaba mucho mejor que lo previsto, Sobresaliente y Titán pulían su propio tándem, creando los circuitos para sus propios intereses con los innumerables y viejos contactos que, cada uno por su parte, habían estimulado su exquisito olfato para detectar codicias sobresalientes o necesidades acuciantes. De esta forma, fueron tejiendo una enorme clientela que dominaba las fronteras de la droga y la prostitución o estaban dentro de ellas. La clientela fue creciendo hasta formar un sólido ejército de leales a la causa de voraces sanguijuelas extractoras de los bienes comunes. Para ello, son verdaderos campeones en anestesiar a los aportadores al común de forma y manera que no detecten su sangría. Aunque no hacían ascos a sus propias relaciones sexuales en pareja (Sobresaliente montaba con frecuencia a Titán), ambos mariposeaban sobre cuanto quedaba a su alcance de zorras y calentorras embaucadas por la luz deslumbrante de riquezas fáciles.
Lady, el Comandante y Sobrero eran perfectamente conocedores de las expansiones de la otra pareja. Pero nadie ponía peros ya que constituían levas importantes provenientes para la causa de mundos que la prudencia de la propia imagen aconsejaba no tratar directamente.
Mientras, el Comandante proseguia con sus prédicas fogosas que encandilaban a auditorios enormes. Y tomaba los contactos necesarios con los “padrinos” de los clanes más variopintos. Si no atisbaba peligro, los encaraba directamente. Ante cualquier duda, mandaba al eficaz Sobrero a sondear y “preparar” a los lugartenientes de los mismos. Raramente fallaba, pero, cuando ocurría, el Comandante había quedado al margen del fallido negocio. En todos los contactos exitosos conseguía convencer de que sus proyectos eran justamente lo que a los otros convenía. Su enorme facilidad para cambiar el proyecto ahormándolo al interés del interlocutor, obraba milagros en la consecución de refuerzos y compromisos.
Sobrero, doctorado en su especialidad de rastrear y “preparar” a gente importante, había ido haciendo una agenda propia de valor enorme en la que cabían vídeos y grabaciones secretos por los que muchos hubiesen pagado una fortuna. Pero él, circunspecto y reservado, ya se iba ocupando de crear silenciosamente su personal patrimonio.
Sobrero sólo padecía una debilidad: se había enamorado de Lady hasta las cachas. Su sonrisa provocadora, su faz angulosa, su voz de terciopelo y su grácil cuerpo, le ponían más allá de su voluntad, avisado de que era un terreno de enorme peligro. Pero cayó totalmente rendido cuando, una noche, compartiendo hotel, a través de la ventana de su habitación a oscuras, vio casi enfrente cómo Lady Friagas comenzaba a quitarse la ropa en su cuarto de baño. Quedó petrificado. Después buscó acomodo en la penumbra y, con el pulso muy acelerado, se dispuso a mirar. ¡Infinítamente mejor que lo que había imaginado! Aquel cuerpo desnudo era mucho más juvenil que vestido, aún desafiaba la gravedad con éxito inesperado. Abdomen y muslos declaraban cuidados y horas de gimnasio. Finalmente, aquellos armónicos y flexibles movimientos y el discurrir de sus jabonosas manos acariciando la desnudez sin recato, acabaron por descomponerle y actuar en consecuencia liberando la cremallera del pantalón. ¡Bestial!, terminó diciéndose para sus adentros. Ya nunca volvió a mirarla con los mismos ojos.
Lady Friegas por su parte, pronto se percató del cambio operado en la mirada de Sobrero. Aquel tipo le pareció interesante y peligroso. Tras una fachada austera y adusta percibía un volcán de pasión. Inmediatamente comenzó a indagar sus principales contactos. Y pronto descubrió el motivo por el que le inspiraba peligro. Él había intervenido en una buena parte de los tratos más delicados. Evidentemente no era un bobo y, por tanto, dio por supuesto que dispondría de mucha información sensible. Su astucia la condujo a que el acceso al secreto estaba por la bragueta.
Pocos días después surgió la oportunidad que Lady esperaba. El Comandante y Sobresaliente tenían que desplazarse a la capital para tener una importante entrevista financiera. Dispondría de varias horas para poner en marcha su plan. Inmediatamente que emprendieron viaje le pidió por teléfono a Sobrero que se pasara por su habitación. Apenas tuvo tiempo de estirar sábanas y colcha, darse una ducha fugaz, escurrir su melena y cubrirse con el pequeño albornoz rosa, cuando en la puerta de la habitación sonaron unos toques quedos. Le hizo pasar y le invitó a tomar asiento en uno de los dos silloncitos en tanto que ella ocupaba el otro. Estaban tan próximos que una rodilla de sus largas piernas casi desnudas rozaba el pantalón del convocado.
- ¿Qué precisas Lady? - preguntó con una voz insegura y entrecortada que ni él mismo reconocía.
- Verás querido, desde hace algún tiempo he percibido algún cambio en ti hacia mi persona que me inquieta. Espero no haber dicho o hecho algo que te haya molestado. Porque puedo asegurarte que tu trabajo está siendo impecable y que, en lo personal, tengo hacia ti un enorme aprecio y una inclinación especial.
Mientras así se expresaba el pie desnudo de Lady se había desplazado sutilmente hacia los de Sobrero. El pequeño movimiento había producido un deslizamiento en el corto albornoz que, apenas ocultando algo de sus muslos daba pistas sobradas de que era la única prenda que ya apenas la tapaba.
El hombre, incapaz de articular palabra, cayó de rodillas frente a la incitadora, apoyó una mano sobre una de sus rodillas mientras con la otra deshacía el apenas cruce del cinturón y descorría el telón tras el que palpitaba su espléndido cuerpo bronceado.
-No puedo evitarlo Lady – balbució mientras sus manos buscaban sus pechos y sus labios avanzaban por sus muslos.
Lady dejó hacer, un calambre la recorrió entera obligando a que sus manos se situasen sobre la nuca del hombre, atrayéndole hacia su mayor intimidad. Luego exhaló un gemido y desbarató con agilidad las ataduras de calzas y calzones. Surgió entonces lo que le pareció algo formidable, desafiante, mucho más tentador de cuantos hasta entonces había conocido.
Extenuados al cabo de repetidas acometidas, zambombazos y respuestas tremendamente convulsas, reposaron juntos los cuerpos desnudos. Compartieron jadeos, sudores y aromas. Tardaron en hablar. Sin duda habían vivido una excitación formidable y antes desconocida para ambos.
Luego, la conversación fue enormemente fluida. A las alabanzas de ella sobre las extraordinarias virtudes de él más allá de su poderío como macho, en relación con su capacidad para tratar y ganar voluntades de personajes poderosos, él se desparramó contándole con todo detalle sus grandes actuaciones y con mucho orgullo la enorme cantidad de documentos y material que había conseguido coleccionar por tales lides. La confesó con pelos y señales los lugares donde custodiaba tanto tesoro pavoneándose de disponer de informaciones delicadas y sensibles de las que le dio cuenta con todo tipo de datos y anécdotas.
Lady Friegas había conseguido lo que jamás imaginó que pudiese obtener: una información precisa sobre tratos y debilidades de poderosos, identificación precisa de las pruebas de ello y unos desconocidos, inesperados y fantásticos orgasmos.
El final del agotador periplo quedó resumido en un éxito sin fisuras en todos los clanes de la organización. Seguro de su fuerza, el Comandante echó un órdago a la cabeza de la organización exigiendo que se diese voz a todos los clanes. Sólo encontró real resistencia en una líder del sur. Le preocupó sobremanera la fortaleza de tal obstáculo.
-Te juro Lady que me siento ganador y ya tengo mi ilusión en el asalto general. Pero esta oponente del sur tiene predicamento y fuerza real en su zona. He intentado negociar, pero se niega.
- Déjalo en mis manos querido. Olvídate, ya me ocupo yo. Tan solo te pido que no me preguntes qué y cómo, simplemente dalo por resuelto.
Recordó Lady que Titán había permanecido en el hotel el día en que se produjo su planetario encuentro con Sobrero. Inquieta, observó detenidamente al gigante y quiso ver en su mirada huidiza la confesión de que algo podía imaginar o suponer. Fue su perdición.
El triunfo del Comandante fue arrollador. Su soflama belicosa, agresiva contra el enemigo (todo aquel que no se sometía), plena de odio y las ilusionantes espectativas de mamar de lo público, fueron fulminantes. Levantó tal pasión y fervor que apenas quedó lugar para comentarios sobre la enorme impresión de la inesperada muerte de la poderosa compañera del sur. Euforia sin límites, coro unísono: “¡Contigo ganamos, vencedores, vencedores!”.
Titán falleció a las pocas semanas a resultas de un tremendo accidente contra un inmenso camión cargado de gorrinos. En su agonía trataba de decir insistentemente algo, pero solo le escucharon los cerdos y un policía que se mimetizó con los animales.
Y venció, se hizo dueño absoluto del mando repartiendo los cargos y prebendas necesarias para asegurarse el poder. En cuanto a Sobresaliente, profundamente afectado por el luctuoso accidente de su asistente, se ahogó en alcohol y drogas hasta que una novia, al despertar, le encontró definitivamente ausente. La enorme fortuna que había amasado tuvo rápidamente nuevos dueños entre sus numerosos colegas de latrocinio, mujeres y copas. Por cierto, todas las múltiples que sedujo y sometió quedaron pasto de la calle, sin donde vivir ni qué comer, sin más medios que los que les proporcionaron aquellas telebasuras que desaparecieron de sus vidas más rápido aún de lo que aparecieron. Regresaron al mundo no de los desfavorecidos, sino de los inexistentes. Mundo éste que había crecido exponencialmente, al mismo vertiginoso ritmo del de los granujas y sanguijuelas.
Lady Friegas detectó unos primeros síntomas de que los mundos de los inexistentes y de los pasotas se movía sutilmente. Nunca perdió el tiempo, aceleró las últimas operaciones caribeñas para las que fue clave la capacidad de relación de Sobrero con los amos internacionales del dinero. Cuando estimó que la masa patrimonial ya era aceptable y que se encontraba en lugar seguro, sólo le quedaba encontrar adecuado acomodo a su pareja de tantos años. Tomó contacto con los que manejan los viajes interplanetarios. Se convenció de que un destino ideal para el Comandante era Saturno. Sus anillos fascinantes y un asentamiento ya numeroso de población soñadora, acaudalada y huérfana de estímulos espirituales era un caldo de cultivo ideal para las destrezas del compañero que había encumbrado y que, desde su explosión con Sobrero, le aburría y, sobre todo, no le satisfacía. Compró un carísimo billete de ida, sin retorno, y comenzó a exponerle al Comandante las ventajas formidables de emplear sus dones divinos en una opulenta sociedad nueva, cuya necesidad primera debería ser crear una clase de necesitados y desamparados. El proyecto se acomodaba como anillo al dedo a las gracias y habilidades del Comandante.
- ¿Cuándo podremos irnos entonces querida? ¿Contaremos con Sobrero? - le preguntó el Comandante a su pareja.
- Cielo, es imprescindible que yo demore algo mi marcha para dejar bien atados todos los cabos. Para ello nos será de utilidad Sobrero por su destreza con los contactos y su exquisito tacto que yo podré vigilar de cerca. Piensa que, de unos aún hemos de recibir una importante pasta y, de otros, hemos de asegurarnos que no se sientan libres de amenazas. Es más, seguramente nos convenga que él permanezca aquí gestionando lo nuestro cuando yo vaya a reunirme contigo. Lo que no creo que se alargue más de uno o dos meses. Mientras, puedes avanzar con tus prédicas milagrosas.
Quedóse unos instantes meditando el Comandante. Finalmente le respondió:
- Como siempre, la más inteligente. ¡En Saturno tendrán un nuevo mesías que les cambiará las vidas! - dijo el Comandante a quien el destino le sonaba a juerga y cachondeo.
El muy perla llegó a Saturno. Fue recibido con toda pompa por un cortejo de alguaciles que le condujeron directo a un calabozo de estreno, aséptico pero suficiente y nada saturnal. La sociedad saturnina se había constituido como comunidad de derecho y estaba decidida a la mayor severidad contra delincuentes y antisociales. Todo indicaba que al Comandante le esperaba un muy oscuro futuro.
Así pudo producirse el milagro para millones de inexistentes y despreocupados insensatos. Cierto que por el camino quedaron algunos maleantes. Y que los otros permanecen pendientes de que la Justicia se ocupe de exactamente su deber: ajustar las condenas a los males realizados. Dicen que todo se andará (¡hummmm!).
Fijaos qué distancia infinita entre este pobre fabulador y el sublime Dumas y entre estos infames y despreciables personajes y los héroes magníficos de su novela formidable.
Si llegaste hasta aquí, no dejes de leer “Los tres mosqueteros”, de Alejandro Dumas, que será el mejor y más eficaz remedio para curar el amargor que te haya producido esta lectura.
CM
1-6-2025
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